Informe al Capítulo 2010, 3ª parte: LLAMAMIENTOS 1 - 3


Misioneros Oblatos de María Inmaculada

El estado de la Congregación

Informe del Superior General para el Capítulo de 2010

3ª parte





II.    Desarrollos particulares y llamamientos a la conversión



Tras esta breve mirada a nuestra historia reciente, señalaré los desarrollos y las tendencias que he observado y los llamamientos que he oído al reflexionar sobre los últimos doce e incluso dieciocho años. Sí, ¡he pasado dieciocho años en el centro administrativo de la Congregación!. Dichas observaciones no siempre pueden tener la pretensión de ser objetivas, pero servirán como punto de partida para nuestras discusiones capitulares.

Veo ocho llamadas a la conversión en los ocho puntos que he identificado. En Mc. 1, 15, conversión significa cambio, responder a un momento propicio, un “kairós” . Si bien el llamamiento a la conversión según la expresión griega “metanoéite” se traduce como “cambien las mentes de ustedes”, no se pide cualquier cambio, sino un cambio a una vida más acorde al Evangelio: “¡Crean la Buena Noticia!, sigue diciendo el evangelio de Marcos. Por tanto, hemos de estar dispuestos a reaccionar ante los desarrollos que observamos en torno nuestro, al tiempo que nos mantenemos fieles a nuestro propósito original.

Teniendo ello en mente, les invito a recorrer los siguientes ocho aspectos de la vida oblata en que se pueden observar nuevos desarrollos y tendencias, y donde se pueden oír sus correspondientes llamamientos: el carisma oblato, la pertenencia a la Congregación, su misión, interculturalidad, comunidad, formación, estructuras y finanzas.

Volveré al final de mi informe sobre los llamamientos que he percibido, formulando cuatro imperativos.


1.    Reconociendo progresivamente el don de nuestro carisma oblato, somos llamados a fortalecer nuestro ministerio vocacional.


Pasados quince años de la canonización de S. Eugenio, el centro de su espiritualidad y opciones misioneras nos son más conocidas que antes:

  • Su celo como evangelizador para “reavivar la fe”  y expandirla.
  • El importante lugar que otorgaba a la comunidad.
  • Su centralidad en Cristo, por medio del estudio de la Escritura y de la Eucaristía.
  • Su amor activo a la Iglesia.
  • Su amor heroico a los pobres.

Estamos orgullosos de nuestro Santo y, sobre todo tras su canonización, muchas iglesias y capillas han recibido su nombre. Asimismo, se han honrado de forma parecida otros oblatos importantes. No es exagerado decir que hay un entusiasmo por nuestro carisma, que ha aumentado en la última década.

Muchas actividades estables muestran el aprecio saludable hacia lo que somos como oblatos y la difusión de nuestro carisma:

  • Nuestro Centro De Mazenod de Aix permanece activo desde 1991 y se ha buscado con energía la animación y los estudios en el nivel de toda la Congregación, como he mencionado arriba.
  • Esta conciencia de nuestro carisma ha llevado a una mejor apreciación de la vocación de los hermanos, vinculados desde 1998 por un comité en el nivel de la Congregación.
  • Ha aumentado el entusiasmo de los laicos por el carisma oblato. Hay asociados presentes en más lugares que nunca y reconocemos más y más que el carisma abarca el laicado  .
  • Se da el fenómeno de nuevos movimientos juveniles oblatos en unas diez provincias.
  • Estamos en contacto con muchos institutos relacionados con San Eugenio, al tiempo que se fundan aún más. En 2004, quince superiores generales de dichos institutos se encontraron en Aix.

Si bien la conciencia de nuestro carisma ha aumentado claramente, la repercusión en las vocaciones hacia la vida religiosa oblata y el sacerdocio ha sido desigual. En resumen, el número de nuestros formandos ha ido aumentado lentamente: de una media de 612 en los últimos cinco años del siglo pasado a una media de 711 en los cinco años previos a este capítulo. Sin embargo el número de vocaciones varía enormemente de acuerdo a la cultura circundante. He aquí algunos gráficos que ilustran la realidad de las vocaciones a la vida oblata con votos.



Como se puede observar, tenemos dificultades de reclutamiento en ambientes secularizados, lo cual se da incluso en lugares donde se tiene una misión activa con los jóvenes. Percibo aquí un llamamiento a nosotros, oblatos. Ciertamente, la expresión de la vida de fe en las familias, el tamaño de las familias y la imagen pública de la Iglesia desempeñan un papel importante cuando se trata de las vocaciones religiosas, pero, aún así, creo que podemos hacerlo mejor. Ciertos oblatos tienen el carisma de llamar a jóvenes a la vida oblata, sea como hermanos o sacerdotes: ¿les confiamos el ministerio vocacional, les animamos y les damos el equipo de apoyo que necesitan?.

Una cuestión aún más importante a plantearse es: ¿creemos lo suficiente en nuestra vocación y su importancia como para invitar verdaderamente a otros y hacerlo a pesar de la cultura imperante?. Al igual que estamos orgullosos de San Eugenio, ¿estamos también orgullosos de nuestra vida de votos y/o de nuestro sacerdocio?.

Al promover la vocación de los laicos asociados deberíamos pedirles también a animar decididamente las vocaciones a la vida en votos. Preocuparse de las vocaciones es expresión de nuestra preocupación por la misión: “La mies es mucha y los obreros pocos. Ustedes, pues, rueguen al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc. 10, 2).

Por último, no hemos de olvidar que el mero hecho de estar orgulloso de ser oblato no basta: nuestro orgullo ha de ser nuestra conversión a Cristo. Las congregaciones religiosas hoy se dan cada vez más cuenta de que las constituciones y reglas fundamentales son los evangelios. Sólo Cristo merece el puesto central y nuestro carisma nos ayuda tan sólo a centrarnos al buscar más profundamente las infinitas riquezas de Cristo.


2.    Al darse cambios demográficos en la Iglesia y los oblatos, somos llamados a responder con prudente previsión.


El cambio demográfico que tiene lugar en nuestra Congregación está relacionado con un movimiento similar en el mundo, donde el 45% de la población menor de treinta años se concentra en el sur, y en el que hallamos una Iglesia cuyo centro de población se está moviendo al sur y al este. Si bien estos cambios se observaron años atrás, ahora es cuando verdaderamente están llegando.

¿Como hemos de reaccionar ante esta tendencia?

La cosa más importante a hacer es reconocer los hechos, como reza el dicho: “la realidad es siempre amistosa”, o: respeta “el principio de la verdad”, como se dice en francés, incluso si la realidad no parece tan amistosa y la verdad pueda ser dolorosa. En una parte del mundo, nuestro cambio demográfico significa declive; los oblatos de la Región de América del Norte afirman claramente: “Nosotros, oblatos, estamos en un período de declive (al menos en Norteamérica)” . En otras partes del mundo, la Congregación está creciendo: se han fundado nuevas comunidades locales en provincias y delegaciones como Congo, Natal, Brasil, Pakistán, India, Bangladesh, etc.

La segunda cosa es que hemos de tener siempre presente la imagen global y hacerlo en espíritu de solidaridad. Me viene a la cabeza la imagen del cuerpo de San Pablo: “Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres” (1 Cor 12, 13). Hemos de aprender a cuidar unos de otros, considerando que el crecimiento y el declive no dependen totalmente de nuestros propios méritos o de la falta de ellos, así como que el Espíritu sopla donde quiere.
En conjunto, en el plano de cifras globales, la Congregación está desenvolviéndose bastante bien: éramos 4.138 oblatos a comienzos de este año. Pero es cierto que nuestras cifras en los últimos 15 años han estado cayendo a una media de 1,2% al año. Ello se debe al hecho de que éramos muy fuertes en países que ahora están ampliamente secularizados: Canadá, Irlanda, Bélgica, Países Bajos, Francia, Alemania, EE.UU., etc. En estos países encontramos ahora una población total de más de 1.000 oblatos mayores de setenta años. Por otro lado, hay también muchas unidades jóvenes con cifras importantes como Polonia, Colombo, Congo, Lesotho, Camerún, Haití, Filipinas, Jaffna, India, Natal, Zambia, Méjico y Brasil, con un total de 1.600 oblatos con una edad media por debajo de los 45 años.

Nuestra tercera reacción ha de ser mantenernos en equilibrio mental, evitando la desesperación o la excesiva euforia. En tiempos de cambio demográfico, necesitamos cuidar a nuestros mayores, y es lo que se ha estado haciendo de forma admirable. Hemos de hacer frente al desafío de proporcionar a los jóvenes una formación sólida. Hemos de prever que los jóvenes oblatos se harán mayores y, en función de ello, tomar provisiones.

Y, como se ha mencionado arriba, nunca hemos de dejar de invitar a los que se sienten llamados a nuestro modo de vida, incluso si en una situación concreta las cifras pudieran ser escasas.

¿Cuáles son las consecuencias previsibles del cambio demográfico y cómo podemos responder con prudente previsión?. ¿Qué estamos llamados a hacer?

Como una de las consecuencias, las generaciones jóvenes y los líderes de las unidades jóvenes estarán cada vez más llamados a asumir responsabilidades: de ahí que deban estar formados para que estén preparados.

Otra consecuencia del cambio demográfico es un radical cambio económico. Pero mantengamos la cabeza fría también en este campo; con el trabajo duro, una buena administración, la solidaridad y la providencia de Dios podemos sobrevivir y tener una posibilidad para prosperar, pero no con el lema: sálvate a ti mismo si puedes. La parte económica de este informe habla de ello con mayor detalle.
Una tercera consecuencia es la necesidad de vivir cada vez más en comunidades interculturales, algo que aún estamos aprendiendo, pero que puede mostrarse como muy beneficioso para el mismo trabajo misionero directo.

Una cosa es segura: esta tendencia nos desafía de muchos modos. Hemos de hacer mucha reflexión y ejercicio de paciencia. Vamos a vivir durante un tiempo en una situación desequilibrada, hasta que las unidades en crecimiento puedan alcanzar la fuerza suficiente. Zambia no puede hacer aún lo que nuestra provincia madre de Francia hizo en el pasado, pero, con un poco de suerte, ese momento llegará. Vivimos en una era que exige de nosotros una conversión permanente. Hemos de estar preparados para cambiar cualquier cosa que se necesite, pero siendo en todo momento conscientes del hecho de que somos un cuerpo en Cristo.

Para terminar, permítanme dirigir su atención a cuatro gráficos que ilustran el cambio demográfico. En el gráfico nº 1 podemos observar los cambios dramáticos en las Regiones en los últimos 12 años; en el gráfico nº 3, justo debajo, hallaremos reconfortante saber que desde 2003 hay más oblatos en los sectores en crecimiento de la Congregación que en los sectores en declive. Podemos apreciar claramente las jóvenes unidades fuertes debajo del gráfico nº2. No son fáciles de hacer las proyecciones a largo plazo, pero con franqueza vemos qué Regiones serán numéricamente más fuertes en unos 15 años (gráfico nº4). Para entonces, hacia 2025, habría de suceder que nuestras cifras totales crezcan de nuevo (gráfico nº 3, línea superior).


3.    Necesitando nuestras prácticas misioneras de mayores ajustes, somos llamados a seguir en la senda del proceso Inmensa Esperanza.


El buque insignia de nuestra animación misionera ha sido el proyecto “Inmensa Esperanza” comenzado en 1999. ¡Por medio suyo las unidades de la Congregación han hecho esfuerzos para tratar los cambios en la misión durante más de 10 años!. El Proyecto “I.E.” analiza las relaciones entre carisma, misión, personal y bienes temporales. ¿No podría decirse que “I.E.” estableció una tendencia y creó una cultura de revisión crítica de nuestras prácticas?. Lo que se había vislumbrado en el Capítulo de 1998 cuando dijimos:
Evangelizar exige una evaluación consciente de nuestras prácticas misioneras. Tomemos tiempo, personalmente, en comunidad, como congregación, para evaluar y discernir si nuestra evangelización es siempre en concordancia con la realidad del mundo y la llamada de Dios [por medio de nuestro carisma]. ¡El desfase puede producirse tan fácilmente!  (EPUTM 19).
El proceso “I.E.” nos induce no sólo a mirar las necesidades del mundo, sino también nos llama a dar nueva expresión a nuestra adhesión a la Iglesia. El proyecto “I.E.” nació de la visión misionera del Capítulo de 1998: “Es la Iglesia la que evangeliza. Es ella la que nos envía” (EPUTM 12). Así como San Eugenio amó apasionadamente a Cristo, así amó a la Iglesia; todos sabemos que el Prefacio de nuestras Reglas comienza con: “La Iglesia, preciada herencia que el Salvador adquirió a costa de su sangre...”. San Eugenio amaba a la Iglesia a pesar de sus fallos. Nosotros no estamos llamados a menos.

Como fruto de “Inmensa Esperanza” y de la nueva cultura de renovación misionera, ¿cuáles son las tendencias recientes en nuestro trabajo misionero?. ¿Cuáles son los llamamientos que oímos y cómo queremos responder?.

En el nivel de las provincias, hemos reconocido como positivo el hecho de que muchas de nuestras misiones pasan por parroquias. En Latinoamérica hubo un encuentro regional oblato sobre JPIC en el ministerio parroquial (Perú, 2009) y la Región de Europa reflexionó sobre cómo hacer nuestras parroquias verdaderamente misioneras . Se reconoce de facto a las parroquias como la clave de nuestra misión oblata, requiriéndose nuevos esfuerzos creativos.

Al mismo tiempo, más provincias se enfrentan a la situación de que los obispos están menos dispuestos a solicitar el trabajo parroquial de los oblatos, dado que el clero local tiene suficientes miembros. Este hecho, combinado con la conciencia creciente de nuestra tradición fundacional, nos empuja a fortalecer otras formas de ministerio, si son sendas válidas de evangelización (R.7b). Hay muchas opciones disponibles. Si oímos el llamamiento, hemos de tomar nuestras opciones en el espíritu de las CC. 1 a 10:

  • La predicación de misiones (hay nuevas iniciativas en unas cuantas unidades nuestras).
  • Especialización en la misión con jóvenes (como ya se mencionó, más de 10 unidades han hecho una opción clara por ello).
  • Diálogo interreligioso.
  • Ministerio en los Medios de Comunicación.
  • Trabajo con pueblos indígenas.
  • Pastoral de migrantes.
  • Misión en la sociedad secularizada (muchas unidades han lanzado nuevas iniciativas, explícitamente o bien también sin catalogarlas como tales).
  • Trabajo de JPIC (algunos oblatos jóvenes se están interesando).


En el nivel de la Congregación total, se pueden notar las siguientes tendencias que, una vez más, resultan ser llamamientos para nosotros:

•    EN LOS ÚLTIMOS 12 AÑOS HEMOS DESTACADO EL FORTALECIMIENTO DE UNIDADES YA EXISTENTES.

Algunas de nuestras unidades han cobrado nueva fuerza al recibir personal de fuera, incluso para puestos de gobierno. Han habido resultados positivos en sitios como Pakistán, Corea, Japón, China, Zimbabwe, Zambia, Namibia, Paraguay, Venezuela y otros.

En el trasfondo de tales tendencias ha aparecido lentamente un nuevo concepto de misión que nos desafía en modo nuevo. Al tiempo que anunciamos a Jesucristo y el Reino de su Padre, tratando de percibir dónde sopla el viento del Espíritu, construyendo además una Iglesia al servicio del plan salvífico de Dios, nos separamos de un concepto de misión que trasplanta la civilización de los países de donde venimos. Casi siempre donde vamos, las Iglesias locales están ya establecidas, convirtiéndonos nosotros en socios suyos, bajo la coordinación de sus obispos, aportando nuestro espíritu misionero para hacerlas más vivas. También han cambiado las cosas en las fronteras de la misión “ad gentes”. Al tiempo que reconocemos con gratitud que se ha compartido con eficacia el tesoro de la fe con mucha gente, nos hemos hecho conscientes de nuestros errores en el pasado y de las limitaciones presentes. En el área del trabajo con indígenas, estamos ahora dispuestos a “reconocer humildemente los daños culturales, espirituales, físicos y psicológicos; el “centralismo étnico” de nuestros misioneros, que negaban la diversidad cultural”  y, con el Consejo Latinoamericano de Obispos CELAM, “ver a los indígenas como hermanos e hijos del mismo Padre, Dios” . También en zonas donde estamos definiendo la misión de otro modo, subrayando, por ejemplo, el “diálogo de vida” en el Diálogo Interreligioso  o por medio del apostolado de la escucha, en “centros de escucha” en los ambientes secularizados.

•     NUESTRAS NUEVAS FUNDACIONES SON EN SU MAYORÍA UNA RESPUESTA A LA APERTURA DE ANTIGUOS PAÍSES COMUNISTAS DESPUÉS DE 1989.

En realidad, sólo hay pocas misiones nuevas desde 1998: Rumanía, Bielorrusia, Guinea-Bissau ... . La tendencia ha sido la de moverse a antiguos países comunistas, o aún comunistas (estamos presentes en una media docena de ellos); a ello se debe nuestro movimiento estratégico a la China continental y nuestra nueva presencia en Laos. ¿Cómo podemos apoyar suficientemente estas nuevas fundaciones?.

•    HEMOS DE CONSIDERAR CERRAR ALGUNOS LUGARES .

Con todo, seguimos estando sobredimensionados y demasiado dispersos. Tenemos que considerar reforzar aún nuestros recursos cerrando más misiones en el futuro. A partir de hoy, seguimos con una base “ad personan” o nos hemos retirado de Tahití, Nueva Zelanda, Qua Qua (Suráfrica), Puerto Rico y Surinam . Se requieren decisiones más radicales para reunir algunos de nuestros hombre dispersos o para liberar recursos para nuevas misiones. La sobreextensión y la dispersión no se observan sólo en el nivel de la congregación, sino que también son una realidad en el interior de las provincias.

•    ¿UNA ESTRATEGIA EXPLÍCITA MISIONERA PARA TODA LA CONGREGACIÓN?

En cuanto a nuestra estrategia concreta misionera, quizá ha llegado el momento de hacer un plan estratégico formal para toda la Congregación (no sólo para el Gobierno Central). Algunas partes de la Congregación están pidiéndolo y también muchos de los miembros del Consejo General lo ven como una meta importante para el futuro. Tal proceso “Inmensa Esperanza” partiría del análisis de las necesidades misioneras del mundo, tal como la Iglesia y nosotros los oblatos las vemos, inspirarnos en, por ejemplo, nuestros simposios misioneros sobre secularización, migraciones, diálogo interreligioso, etc. Identificaríamos entonces las prioridades para toda la Congregación y casaríamos nuestras proyecciones con los recursos disponibles. Si queremos comenzar nuevas misiones o fortalecer significativamente algunas ya existentes, hemos de reducir nuestra presencia en alguna parte donde sea menos necesaria. Ello requiere por parte de todos un gran espíritu de disponibilidad y que el Superior General traslade algo de personal a nuevas partes. ¡El beneficio reside en que estos planes globales pueden abrir nuevas perspectivas para todo el cuerpo de la Congregación!

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