Si nos fijamos un momento en nuestras conversaciones informales - ¿cuáles son nuestros temas? Hablamos del buen o mal tiempo que hace, la política nacional e internacional que nos llama la atención, contamos anécdotas de familia...
Está bien, conversar es mejor que quedarse sumergidos en el sabido "silencio compartido con celular". También es positivo que no hablemos mal de otra gente - ¡ojalá que no!
Pero tal vez nos damos cuenta de una cosa: conversamos de lo que nos da vuelta en la cabeza o en el corazón y surge la pregunta, la duda: ¿nuestro intercambio está a la altura de nuestra vocación y misión? Creo que existen temas que deberían encontrar más espacio en nuestros corazones y mentes para luego aflorar en nuestras palabras para beneficio de todos.
"De lo que abunda en el corazón habla la boca" (Lc 6,45).
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