100 años de los Oblatos en el Paraguay, homilía


Queridos hermanos y hermanas, queridos cardenal Adalberto Martínez, Arzobispo de Asunción; Mons. Vincenzo Turturro, Nuncio Apostólico; Mons. Miguel Fritz, Vicario Apostólico del Pilcomayo; P Luis Ignacio Rois, superior general, P Sergio Serrano, superior provincial, queridos sacerdotes, diáconos y consagrados, queridos misioneros Oblatos, sus asociados, y todos los amigos de los Oblatos

Aquí en la parroquia San Blas se ha rezado todo un novenario para preparar esta celebración de los 100 años de presencia oblata en estas tierras, y ahora llegamos al día conclusivo. Hoy nuestro tema dice así: Un Siglo de Gracia: Acción de Gracias por el Carisma - y el Futuro de la Misión Oblata en Paraguay

Acción de gracias

En las cosas grandes debemos las gracias a Dios - nos damos cuenta de que sólo Dios puede realizar lo que es grande. Un siglo entero de misión, esto es algo grande. - La fecha exacta del inicio es el 23 de diciembre 1925. Marca al mismo tiempo la primera presencia misionera de los Oblatos en toda América del Sur.

Qué bien nos hace dar gracias a Dios. Ya no miramos a nosotros mismos, nos fijamos en el dador de todos los bienes. Comprenderemos cada vez mejor, como dice la primera lectura, con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad; en una palabra, conoceremos el amor de Cristo, que supera todo conocimiento (Ef. 3).

Cuando damos gracias a Dios nos reconciliamos también con las muchas cosas que en estos 100 años se podrían haber hecho mejor. Los misioneros nos vemos llenos de limitaciones y pecados, pero Dios igual ha actuado con su gracia. A él sólo corresponde la gloria y la alabanza.

Cumplimos un siglo evangelizando en el Chaco-Pilcomayo. En 1925, la misión en aquella zona remota, entonces bajo el gobierno de Bolivia, tuvo una finalidad precisa: la de servir a los más humildes, los indígenas selvícolas Nivaclé. La Palabra de Dios pronto se anunció también al resto de la población de la zona: militares, vecinos y gente en las estancias, desde la misión indígena.

Sólo Dios pudo dar fe, amor y esperanza suficientes a los pioneros para lanzarse desde Alemania y Texas directamente al Chaco, casi sin conocimiento de idiomas, a un mundo cultural desconocido. Además, en esa época ya se veía venir la guerra del Chaco. Pero eran miembros de una congregación misionera, los Oblatos de María Inmaculada, y eso les daba confianza. Dios hizo surgir esta congregación para las misiones difíciles - según una expresión del Papa Pío XI; la hizo nacer en el corazón de un Santo como Eugenio de Mazenod que sabía: a mí el Señor me envió a evangelizar a los pobres. Con ese propósito los Oblatos comenzaron hace 200 años en Francia y pasaron todavía durante la vida del Fundador a América, Asia y África.

Y hoy está con nosotros aquí presente el sucesor directo de San Eugenio, el actual superior general de los Oblatos, P Luís Ignacio Rois. Somos unos 3.300 oblatos en el mundo. El P Luis Ignacio suele llevar consigo en sus viajes la cruz misionera del mismo San Eugenio.

Sólo gracias a Dios, un siglo atrás, las misiones sobre el río Pilcomayo, concretamente al lado del Fortín boliviano Esteros y en Laguna Escalante pudieron sobrevivir los comienzos; casi fueron cerradas estas primeras misiones por las mismas autoridades que las habían solicitado. Hasta se dio una expulsión y un desalojo, basados en acusaciones falsas. También las autoridades eclesiales ya consideraban el abandono de la obra. Pero todo pudo continuar, y así la misión pudo salvar la vida misma de los indígenas cuando los conflictos bélicos se exacerbaron.

Damos gracias a Dios, cuya fuerza "puede hacer muchísimo más de lo que pedimos o imaginamos" (Ef. 3, 20). Celebrar el centenario nos hace reconocer con más claridad que la perseverancia en el Chaco no fue obra humana, sino pura gracia de Dios.

¿A quién más hay que darle gracias?

A los instrumentos humanos también agradecemos, en segundo lugar, porque han dado su respuesta al querer de Dios, como la Virgen María que dijo su sí a la propuesta del ángel.

Sentimos gratitud hacia misioneros como el P Enrique Breuer que se atrevió a visitar al temido cacique Tofaai en 1926. O al P Walter Vervoort que escribió a sus superiores en 1931 cuando se pensaba en cerrar la misión por la inseguridad: Pero dejar huérfana totalmente la zona, nos daría pena por la gente – blancos como indígenas. Realmente son los más pobres de los pobres. ¡Y justamente la evangelización de los pobres es nuestro lema! (Citado del libro de Mons. Miguel Fritz. 100 años OMI Pilcomayo.) Mons Walter Vervoort fue poco después nombrado prefecto apostólico - en tiempos de Mons. Juan Sinforiano Bogarín, patrono del colegio parroquial aquí en San Blas.

Agradecemos a indígenas como el cacique Tofaai quien en su sabiduría pudo decir: tal vez los misioneros serán nuestra salvación, y los dejó actuar. Y su profecía se cumplió, los misioneros les salvaron la vida cuando se les amenazó con el exterminio.

Entre los cinco pioneros se destacan dos oblatos Hermanos, no sacerdotes, quienes con su contacto sencillo con la gente y su confianza en la providencia dieron estabilidad al emprendimiento. No perdieron la confianza en un futuro mejor. Tuve la gracia de conocer a uno de ellos, el Hno José Kremer, durante mi noviciado en 1967. Era un hombre muy alegre que siempre nos hablaba de sus queridos "chulupis". Conservó en Alemania su apodo nivaclé, Posenaj - el barbudo.

Agradecemos a los tres jóvenes misioneros oblatos que dieron su vida en la flor de su edad. Fallecieron por enfermedades que no se pudieron curar por falta de un hospital cercano; recordamos especialmente al P. Pablo Stahl.

Agradecemos a las Hermanas Franciscanas Educacionistas que llegaron en 1936. Y a las otras religiosas y religiosos que después se animaron a evangelizar en el Chaco. A los catequistas, educadores, gente de la radio, y a los jóvenes misioneros de varias partes del país que siguen misionando en el Chaco.

Sentimos gratitud hacía todas las personas que apoyaron la misión: amigos, donantes de tierra y cosas, autoridades de gobierno, bienhechores del extranjero, padres de familia que dejaban partir a sus hijos e hijas en misión, y gente anónima que rezaba por la evangelización del mundo.

Agradecemos a los jóvenes valientes que dijeron sí al llamado de convertirse en los primeros sacerdotes diocesanos del Vicariato.

Es imposible detallar aquí toda la historia de este siglo que pasó. Después de la guerra del Chaco el trabajo de los oblatos ya pudo extenderse al Chaco central - por ejemplo, Mariscal Estigarribia - y al río Paraguay - por ejemplo, Villa Hayes - , luego a Asunción, Villarrica, Encarnación. Se fundaron comunidades oblatas incluso en lugares en el Chaco argentino. Hubo grandes esfuerzos en el campo de la formación de futuros misioneros, esfuerzos que portaron fruto. Una de las misiones, Santa Teresita en las afueras de Mcal Estigarribia, tuvo el gran honor de recibir la visita del Papa Juan Pablo II en 1988, convirtiéndose en el escenario del encuentro hasta ahora más grande de indígenas en el Paraguay.

Habría que contar la historia de muchos misioneros y misioneras, además de los pioneros: el P José Seelwische, los catequistas y líderes indígenas, el P Francisco Bosch, el Sr. Víctor Fadul, la Hna Rosa de las de Cluny, la Hna Hilaria de las Azules, Mons Sinforiano Lucas y Mons. Lucio Alfert, P Roger Bulamba, el P José Frisch, los Hnos. de la Salle, la Hna Mercedes de la Sagrada Familia de Burdeos, las Señoritas de Escuela Pa'í Pukú, especialmente la Srta Cristina, las Hnas Franciscanas de Bonlanden, los Maristas, el P Olegario Domínguez, y aquí en la parroquia el P Leo Guilmette... Agradecemos también a las personas que ayudaron a conservar la memoria histórica a través de sus estudios, como la Dra. Margarita Durán y el P Cristino Bohnert.

Quiero dedicar algunas palabras en especial a una figura ejemplar, el Pa'í Pukú. El Padre y más tarde Obispo Pedro Shaw - Pa'í Pukú - fue belga y se dedicó durante toda su vida sacerdotal al Chaco, del 1952 hasta su muerte en 1984. Especialmente trabajó en la misión itinerante e las estancias. Era alegre, con mucho sentido de humor, pero se ponía también muy serio cuando era cuestión de respetar las cosas de Dios como la oración, la asistencia a la misa y la catequesis. Este año se ha comenzado su proceso de beatificación, bajo la responsabilidad de la Arquidiócesis de Asunción.

Celebremos este centenario como himno de alabanza al Señor, quien ha obrado maravillas a través de hombres y mujeres que se atrevieron a vivir el amor a los más abandonados.

Cantamos con el salmo: Alaben a Dios en su santuario, alábenlo en su fuerte firmamento. Alábenlo por sus hazañas, alábenlo por su inmensa grandeza. ¡Todo ser que alienta alabe al Señor! Sal 150

¿Y qué pasará el siglo siguiente?

Los que prepararon esta liturgia eligieron como evangelio un pasaje de San Juan donde Jesús dice: "Permanezcan en mi amor y darán mucho fruto" afirmando que esta es la hoja de ruta para el futuro. Jesús dice mi amor y lo aclara: Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que ddarla vida por sus amigos. Amar como Jesús, esto seguirá siendo el fuego que dará fuerza a la misión y hará que dé mucho fruto.

Todos los santos nos hacen ver esto, especialmente la Virgen María. Somos Oblatos de María Inmaculada. Decimos en nuestra Regla de Vida: En la Virgen que recibe a Cristo para darlo al mundo del que es única esperanza, los Oblatos reconocen el modelo de la fe de la Iglesia y de la suya propia. La tienen siempre por Madre. Los que nos dan seguridad en cuanto al futuro son Dios, la Virgen y los Santos.

El campo de misión es inmenso. La antigua jurisdicción de los oblatos que llevaba el nombre del río Pilcomayo, se incorporó ahora en la Provincia Cruz del Sur, y llevamos juntos la misión de evangelizar en Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay. Nos ayudamos mutuamente. Somos un grupo bien internacional. Nacen asociaciones laicas inspiradas en el carisma de San Eugenio, están también hoy con nosotros dos Hermanas Oblatas venidas del Perú.

En el Chaco falta más clero local, incluyendo a los indígenas. Ya tenemos sacerdotes guaraníes, pero todavía no se ordenaron sacerdotes nivaclé o de otras etnias. Pedimos a Dios, dueño de la cosecha, más vocaciones misioneras, oblatas, de religiosos y religiosas que se lancen a la aventura con Cristo.

Necesitamos también una nueva base económica - ser misionero de los pobres no es rentable materialmente, pero muy rentable en lo espiritual.

Miramos el siglo venidero con esperanza. Jesús nos da ánimo en el evangelio: No son ustedes los que me han elegido a mí, sino yo el que los he elegido a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca. Así, todo lo que piden al Padre en mi nombre, él se lo concederá.

Los apóstoles son entonces elegidos por Jesús y tienen destino de portar fruto permanente. San Eugenio llamaba a los oblatos "hombres apostólicos". ¡Seamos apóstoles y anunciemos el evangelio a los pobres con mucha pasión, en el nuevo siglo que ahora se abre ante nosotros! Trabajemos todos juntos en la gran viña del Señor.
Amén

Loma Pytâ, 13 de diciembre 2025

Mons. Guillermo Steckling, O.M.I.

 

Lecturas

Ef 3,14-21; Sal 150; Jn 15,9-17

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