San Eugenio, ¡comunícanos el don que tienes!


Charla para jóvenes amigos del carisma OMI; JMJ 2013, pre-jornada OMI en Aparecida

Hace poco tropecé con la noticia de un párroco que quería realizar algunas renovaciones y logró  generar fondos de una manera original. 

Reino Unido: Rendimiento Celestial. - Apoyado en la parábola bíblica de los talentos, el pastor de una parroquia anglicana en Kirkheaton, Inglaterra vio multiplicarse su inversión financiera casi veinte veces. En noviembre, este clérigo de nombre Richard Steel, había distribuido a sus feligreses 550 libras (650 euros) en billetes de 10 libras con el encargo de hacer negocios con la suma que les fue confiada, para generar fondos para una necesaria renovación de la iglesia. El domingo de Pascua 2013, recibió de vuelta su inversión, convertida en casi 12.000 euros, según indicaron el lunes los medios británicos. Por su iniciativa el pastor se basó en una parábola del Nuevo Testamento, según la cual un rico confía su fortuna a sus siervos que la multiplican de acuerdo a su capacidad. El informe indica que una niña de 11 años había confeccionado con sus diez libras varios cientos de tarjetas y ganó un total de 550 libras. Otro miembro de la parroquia fabricó casitas-nido para pájaros con el dinero y las vendió por 700 libras. Una mujer había ganado 280 libras con dulces de chocolate caseros. Con la acción, el pastor quiere reunir una porción de los costos de renovación que amontan a 73.000 libras.[1]

¿Qué nos dice esta historia? ¿Nos indicará algo sobre la juventud oblata? ¿O sobre nuestra vida como discípulos de Cristo y misioneros? ¿De discípulos misioneros enviados por nuestras comunidades de fe, inspirados en la Palabra de Dios, y también en el carisma de San Eugenio de Mazenod? Esta historia nos habla de algo muy sencillo: que Dios de entrada no nos pide cosas o nos exige mucho – más bien nos da cosas, nos confía algo de valor y nos concede bastante tiempo. Y de entrada nos regala el bono de fiarse de nuestra capacidad. 

Así lo dice la parábola de los talentos mencionada arriba – aquí va un extracto:

Mat 25, 14-19: “Un hombre estaba a punto de partir a tierras lejanas, y reunió a sus servidores para confiarles todas sus pertenencias. Al primero le dio cinco talentos de oro, a otro le dio dos, y al tercero solamente uno, a cada cual según su capacidad. Después se marchó. El que recibió cinco talentos negoció en seguida con el dinero y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo otro tanto, y ganó otros dos. Pero el que recibió uno cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su patrón. Después de mucho tiempo, vino el señor de esos servidores, y les pidió cuentas. “

A diferencia de la suma que entregó el pastor en Inglaterra los talentos de oro representaban grandes cantidades de dinero, como 250.000 dólares. Cierto, no estamos  aquí para hablar de dinero, más bien nos hemos reunido porque nos atrae otro tipo de valores. Tenemos en común aquí que nos atrae algo que llamamos el carisma de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, el carisma de San Eugenio de Mazenod. Ahora, la palabra carisma significa si la traducimos del griego un don importante como un talento de oro, es como la dote de una gracia grande que uno recibe del Espíritu Santo. Carisma significa entonces don espiritual gratuito que viene de Dios, que es confiado a una persona para que ésta lo ponga al servicio de los demás. Un carisma puede tener un rendimiento formidable. Con otra metáfora, es como la semilla de mostaza que se convierte en arbusto grande. 

El alto rendimiento del don confiado a San Eugenio, que llamamos el carisma oblato, se puede observar con asombro en los dos siglos de historia que ya ha tenido. Si contamos dos siglos exactamente llegamos a 1813. En aquel año de la vida de San Eugenio esta semilla ya comenzó a brotar y echar las primeras ramas en su ministerio de joven sacerdote.

Hasta ahora la introducción en nuestro tema sobre el don especial que tenía el fundador de los oblatos y del cual queremos participar: San Eugenio, ¡comunícanos el don que tienes! En lo siguiente queremos recorrer varios puntos que ojalá puedan inspirarnos como adherentes al carisma OMI. Comencemos con algo de San Eugenio mismo y luego echemos una mirada también a los misioneros oblatos en la actualidad. Después vamos a continuar con una mirada a Nuestra Señora de Aparecida y al tema de la XXVIII Jornada mundial de la juventud, concluyendo con una consideración sobre la Juventud Oblata.

200 atrás el carisma oblato comenzaba a hacerse visible en la vida del joven sacerdote San Eugenio


¿Qué contenido tiene el carisma oblato? En pocas palabras, el carisma oblato consiste en hacer donación de uno mismo a Cristo Salvador, compartir el pan de la Buena Noticia con los pobres de este mundo y los abandonados, y cultivar una vida comunitaria con sabor a familia. Esto es un resumen que podemos dar hoy pero miremos cómo todo comenzó.
Les invito entonces a trasladarse exactamente 200 años atrás en el tiempo, e imaginarse estar en la ciudad natal de Eugenio de Mazenod, Aix-en-Provenza, en Francia. Vamos a limitarnos al año 1813, empleando la cifra redonda de dos siglos exactos. Ya han pasado 24 años desde la Revolución Francesa y Eugenio ha podido retornar a su país pero como consecuencia de la revolución Napoleón Bonaparte reina en Francia siguiendo siempre las mismas líneas. Un año y algunos meses atrás Eugenio se había ordenado sacerdote y ahora está recién comenzando su ministerio. No acepta hacerlo desde una parroquia porque quiere llegar donde las parroquias no llegan. Todavía no se ha fundado la congregación, faltarán tres años. En esta época San Eugenio vive en la casa de su madre, junto con el Hermano Mauro, un religioso que se había quedado en la calle a causa de la revolución.

En este año 1813, Eugenio se llega a decir de sí mismo que es el sacerdote de los pobres. Ofrece sermones de cuaresma en el dialecto provenzal a los empleados domésticos, a las seis de la mañana. Ustedes habrán escuchado o leído algunas de sus palabras del miércoles de ceniza de aquel año que repito aquí:[2]
 
Se tiene que enseñar el Evangelio a todos los hombres y se les debe enseñar de manera que se comprenda.
Los pobres… Nuestro divino Salvador les daba tanta importancia que se encargaba personalmente de instruirlos y dio como prueba de la divinidad de su misión el hecho de que los pobres eran evangelizados, pauperes evangelizantur.

Pobres de Jesucristo, afligidos, miserables, dolientes, enfermos, cubiertos de llagas, etc. ustedes todos a quienes la miseria abruma, mis hermanos, mis queridos hermanos, mis respetables hermanos, escúchenme. Ustedes son los hijos de Dios, los hermanos de Jesucristo, los herederos de un Reino eterno… Cristianos, conozcan su dignidad, les diré con san León.

Unas tres semanas más tarde, da una instrucción sobre la confesión al mismo público. Dice textualmente que lo hace porque se siente  “llamado por mi vocación a ser el servidor y el sacerdote de los pobres”.

Además de los empleados domésticos, los encarcelados y los pobres en general le interesan los jóvenes. Tenemos todavía hoy el libro de actas de la asociación de jóvenes por él fundada. Comienza con la fecha del 25 de abril 1813 y leemos el análisis siguiente que Eugenio hace de la sociedad de su tiempo. Comienza afirmando que Napoleón Bonaparte quiere destruir la religión católica. Luego sigue diciendo:

“El medio con el que más cuenta es la desmoralización de la juventud. El éxito de sus medidas es espantoso. … la impiedad es fomentada,… el materialismo es promovido y aplaudido. … han sido educados a no reconocer más Dios que Napoleón. 

Siendo triste espectador de este diluvio de males, ¿habrá que contentarse con gemir por ellos en silencio sin aportar ningún remedio?... Pues bien, yo voy a trabajar también con la juventud, procuraré, intentaré preservarla de los males que la amenazan y que en parte ya la afectan, inspirándole temprano el amor de la virtud, el respeto a la religión, el gusto por la piedad y el horror al vicio.”[3]

En medio de sus muchas actividades Eugenio no se olvida de cuidar su propia vida de oración que es intensa desde aquella experiencia de Cristo un viernes santo, seis años atrás. En un retiro a fines del año 1813 anota lo siguiente:

“Estoy bien resuelto a trabajar más seriamente en mi perfección o mejor dicho en mi conversión que es todavía muy imperfecta.
El primero y más imperioso [defecto] de todos es el orgullo y su nutrido cortejo: vanidad, amor propio, etc., excesiva propensión a hablar del bien que yo hago. … También una enorme negligencia, o para decirlo francamente, una verdadera pereza para cumplir mis deberes de piedad.” 

Algunas de sus resoluciones son:
  • “Levantarme bastante temprano para poder hacer la oración antes de la misa;
  • Hacer el examen particular y la lectura del Nuevo Testamento después de desayunar;
  • Encargar a Mauro que me reprenda de mis defectos por la mañana en la oración.”
Ya podemos observar en este año 1813 las características de lo que más tarde será llamado el carisma oblato, y que mencionamos arriba: entrega personal a Cristo Salvador, compartir el pan de la Buena Noticia con los pobres de este mundo y los abandonados (en este caso la juventud), y cultivar una vida comunitaria con sabor a familia. Todo eso ya está presente: Eugenio da alta prioridad a la oración y la lectura de la Biblia para mantenerse muy cerca de Cristo Salvador, se define como el sacerdote de los pobres y también de los jóvenes, y vive en comunidad con el Hermano Mauro.

Al terminar nuestro viaje en el tiempo, a 200 años atrás, nos podemos preguntar: 
  • Nosotros, hoy, ¿estamos manteniéndonos muy cerca del Señor cuya llamada habíamos percibido en algún momento  de nuestra vida?
  • ¿Sabemos analizar nuestra sociedad? ¿Qué decimos de la misma, y cuáles rostros de gente pobre o abandonada nos vienen a la mente?
  • ¿Nos apoyamos, como San Eugenio, en algún compañero de viaje que nos puede ayudar a seguir en el buen camino?
Echemos ahora una mirada a la Congregación Oblata hoy. Los miembros de la congregación OMI nos solemos hacer este tipo de preguntas regularmente, y siempre salen algunas orientaciones sorpresivas de los capítulos generales que tienen lugar cada seis años. El último fue en 2010, y comparto con ustedes, ya que pertenecen a la familia oblata, algunas resoluciones nuestras para hacer rendir más el talento de nuestro carisma. Nuestro tema fue muy simple: “La conversión”.

Llamados a la conversión – la congregación OMI hoy


Escuchando a San Eugenio y mirando nuestras realidades alrededor – y eso pensando en 3990 oblatos en los cinco continentes – nos dimos cuenta de la necesidad de una cosa principal: de nuestra conversión. Y para ser específicos: de nuestra conversión a Cristo, necesitamos reconocer nuevamente que Cristo está en el centro de todo. En el documento se van señalando diferentes áreas de conversión pero cada apartado comienza con la misma frase: “Jesucristo es el centro de nuestra vida y misión…” – y ésta se repetirá cuatro veces para los temas específicos.

Quizás hablando de conversión pensamos sobre todo en dejar atrás vicios y pecados. Eso también es necesario pero la conversión en la última asamblea mundial de los oblatos se ve como algo esencialmente positivo: el reconocer a Cristo como centro de todo. Esa forma de encarar la conversión para mí coincide con un pensamiento que un oblato nos ofreció antes de aquel capítulo general. Proponía como texto inspirador para la conversión la parábola del tesoro en el campo.

 “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre encontró y luego escondió. Y lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Mat 13,44).

Uno no se convierte simplemente porque se da cuenta que algo anda mal. Para que yo me pueda convertir necesito, además, hallar una alternativa, algo que vale la pena. Solo cuando aquel hombre encuentra el tesoro escondido tiene motivo suficiente para vender todo lo que posee.

El tema conversión había surgido ya en la fase preparativa, unos tres años antes; se decía: miren, tenemos varios documentos muy lindos, y hasta estamos más de acuerdo que nunca sobre nuestras orientaciones comunes. Solo una cosa nos falta: llevar todo esto a la práctica, con otra palabra: convertirnos. Uno de los superiores provinciales decía: todo lo que queremos realizar es muy bueno, estoy de acuerdo – pero ¿dónde encontraré a las personas que lo llevarán a cabo? Creo que muchos de nosotros ya hemos hecho una experiencia similar: un grupo de personas reconoce que se debería hacer esto o aquello, pero ¿quién pone el cascabel al gato? Ya nos sentimos hartos de tantos discursos, nuestro anhelo es que alguien ofrezca sus manos para hacer una comida, su boca para anunciar la buena noticia, su celular para invitar a otros, sus pies para recorrer un barrio.

San Eugenio hacía todo eso ya en 1813 (con excepción del celular) y no se trataba de obras grandes todavía, pero eran obras con capacidad de germinación porque provenían de Cristo Salvador, el corazón de nuestro santo latía al unísono con el corazón de Jesús Salvador.

Cada capítulo general de los oblatos indica que aquel don que viene del Espíritu Santo, aquel valioso talento de oro del carisma oblato, sigue conservando su gran valor pero necesita ser puesto a trabajar para rendir más todavía. Solo así vivimos y actuamos “para la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la salvación de las almas” como diría San Eugenio.

El documento capitular menciona luego cinco áreas de conversión - nuestra comunidad, nuestra misión oblata, el servicio del liderazgo y de la autoridad, formación y administración financiera – así, textualmente. La relación con Jesucristo no se indica como un área más sino es algo transversal. En el documento hay varios asuntos internos de los oblatos que no nos interesan aquí pero otros puntos nos podrían inspirar a nosotros también para lograr que Cristo ocupe el centro de nuestras vidas como personas y como grupos. 

Menciono lo siguiente – se trata de citas textuales:

-    Comunidad: testimonio, corresponsabilidad, reconciliación, práctica de la “oraison”,  formación permanente, [ser] interculturales
-     Misión:
o   Que  reconozcamos  hoy  el  rostro  de  Cristo  en  los  rostros  de  los  pobres  en  el contexto  social  de  nuestras  unidades,  tales  como  migrantes,  víctimas  del VIH/SIDA,  personas  indocumentadas,  víctimas  de  la  guerra  y  pueblos indígenas, y que defendamos sus derechos y su dignidad;
o   Que  reconozcamos  que  María  es  parte  integral  de  nuestra  experiencia misionera.
-    Liderazgo: como Jesús, que vino no a ser servido, sino a servir
-    Formación: una  espiritualidad  misionera  más  profunda; desarrollo  humano  integral
-    Finanzas: seguir  a  Jesús  en  solidaridad  con  los  pobres;  administración  prudente,  transparente  y profesional;  búsqueda  de  recursos  financieros  que  sostengan  nuestra formación y nuestra misión.

Dejo depositado aquí este extracto del documento – quizás más tarde alguien va a profundizar los que estas resoluciones pueden significar si uno las traduce a la realidad de la juventud oblata.

Pero quiero destacar una cosa. No sé cuál de estos puntos les llama más la atención. A mí me impresionó que lo primero que se menciona sea la comunidad. Creo, en efecto, que cualquier actividad misionera y todo el resto no serán problema si se logra crear una comunidad religiosa, un grupo juvenil o un círculo de asociados centrados en Dios, en Cristo, en el Espíritu.

Es interesante releer y meditar bajo este aspecto Hechos 13,1-3:

En la Iglesia de Antioquía había algunos profetas y doctores: Bernabé, Simeón el Negro, Lucio el Cireneo, Manajén, que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Sepárenme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los tengo destinados. Ayunaron, oraron, e imponiéndoles las manos, los despidieron.

Vemos aquí cómo la imponderable actividad misionera del apóstol San Pablo se inicia a partir de la comunidad de Antioquía de Pisidia que es la primera en la que a los discípulos se les llama cristianos. Antioquía ha llegado a una cierta madurez y amplitud de recursos en personas, pero sobre todo está atenta al Espíritu Santo. ¡En la comunidad donde habita la Santísima Trinidad está el secreto de la misión!

Nuestra Señora de Aparecida


Con todas estas reflexiones, no queremos olvidar que los amigos del carisma oblato estamos de peregrinación en estos días. Habiendo venido de todas partes del mundo nos hemos dado cita en la ciudad de Nuestra Señora de Aparecida, la santa patrona del Brasil. Luego nos uniremos a la Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro. Con nosotros toda la Iglesia, se puede decir, se encuentra en peregrinación, nuestro nuevo Papa, Francisco representa a toda la Iglesia y estará con nosotros.

¿Cómo podemos hacer una lectura de nuestra peregrinación a partir del carisma oblato? Si logramos hacerlo tal vez llegamos a intuir cuál es nuestro lugar en la Iglesia y el mundo, y en qué sentido la contribución del carisma oblato es importante y hasta necesaria en la Iglesia y el mundo. Como lo decía nuestro superior general, el P. Luís Lougen, en su visita al Paraguay: “Tengo mucha esperanza para la Congregación. ¡La Iglesia necesita de nuestro carisma!” Luego continúa: “Hay varios signos de esperanza” y como primero de estos signos observa: “La Iglesia debe ir al encuentro de gente olvidada y nosotros los oblatos ya estamos al lado de ellos”.[4]
 
Cuando recientemente leí la historia de la tan famosa imagen de aquí, de Nuestro Señora de Aparecida, sentí que me decía muchas cosas como oblato. La pequeña estatua es sencilla, de barro y fue encontrada en un río cerca de aquí por tres humildes pescadores; primero solo el tronco de la estatua, luego la cabeza y después tuvieron también una pesca abundante de peces. Esto fue en el año 1717. La devoción comenzó en la casa de uno de los pescadores, que era de la familia de Felipe Pedroso. Solo después se llegan a construir sucesivamente capillas e iglesias, hasta la actual basílica muy grande, comenzada en 1946 y consagrada por Juan Pablo II en 1980. Ya desde 1929 la Virgen de Aparecida es oficialmente la patrona del Brasil. El Señor hace maravillas a partir de la fe de la gente más humilde. Es esto lo que experimentamos una y otra vez en la misión oblata, por ejemplo en las misiones juveniles. Y no es extraño que sea así ya que la Virgen María se describe a sí misma, como humilde esclava y como tal canta la grandeza del Señor que hace obras grandes por ella (Lc 1,46-48).

El lugar Aparecida es muy conocido en América Latina por otra razón; aquí tuvo lugar, en 2007, la última Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe. Gente de otros continentes no se suelen dar cuenta del impacto que estas conferencias y sus documentos – Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida – tienen en la vida de las iglesias de nuestro continente. Quiero destacar dos cosas. 

(1)    La 5ª Conferencia, la de Aparecida, confirmó una vez más la famosa opción por los pobres que debe hacer la Iglesia; es más, el Papa Benedicto XVI dijo en su discurso inaugural: “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza.” Con otras palabras: Dios se ha hecho pobre por nosotros, y por eso también debemos hacer opción preferencial por los pobres; en realidad ya no es una opción sino algo que se debe hacer sí o sí. A los seguidores de San Eugenio este mensaje de Aparecida nos dice que nuestro carisma oblato no es algo marginal en la Iglesia sino apunta a lo esencial, está dentro del dinamismo de la encarnación de Dios.

(2)    Lo que más me hace sentir que el carisma oblato siempre estuvo en el corazón de la Iglesia es la fuerte orientación misionera de la Iglesia de América Latina, que nos ha dado la conferencia del CELAM en Aparecida. Año tras año se lanza y se relanza la misión continental, y ya se ha convertido en un eslogan que los cristianos debemos vernos como “discípulos y misioneros de Jesucristo”, como reza el mismo título del documento final. 

Esto me hace recordar lo que expresó unos cuantos años atrás el sacerdote diocesano Segundo Galilea, uno de los teólogos de la liberación, en una conferencia especial para formadores oblatos: 

“Desde que he conocido a los Oblatos, primero en Chile y luego en Bolivia, México, Perú y Sri Lanka, lo típico, lo único que resaltaba era: que eran misioneros… Esto de la mística misionero siempre me llamaba a mí la atención…  En América Latina hace falta una mística misionera. Hay excepciones como se había ya mencionado. Ustedes las congregaciones misioneras nos pueden ayudar mucho en este sentido. No se hagan sim­plemente sacerdotes convencionales - un sacerdote diocesano más. Lo que hay que hacer es comunicar a los jóvenes y a nosotros esta mística misionera”. (Lima, Febrero 1982)
 
El tema de la misión ya nos lleva a la otra meta de nuestra peregrinación, a Río. ¡Qué alegría que toda la Iglesia católica nos proponga allí un tema misionero!

La Jornada Mundial de la Juventud 2013: Hagan discípulos de todos los pueblos


Será la 28º jornada. Personalmente he estado bastante conectado con las JMJ. Participé en varias pre-jornadas oblatas: la de Italia en medio del Jubileo del 2000, y la de Alemania en 2005, y luego en la JMJ completa entre la parte oblata en Melbourne y el encuentro de Sídney en 2008. Interesantes los temas de estas jornadas: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1:14), Hemos venido a adorarle (Mt 2:2), y Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos (Hch 1,8). Parece haber un crescendo hacia una orientación cada vez más misionera, hasta nuestro tema actual de Río: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos”. (Mt 28,19)

Para prepararnos, y también tener a mano una idea de nuestro modesto aporte oblato les propongo simplemente deletrear, palabra por palabra, esta frase del evangelio de San Mateo que se nos indica como el gran tema de Río. 

¿Qué nos dice Mt 28,19? Se trata del penúltimo versículo del evangelio de San Mateo. El que nos habla es Jesús Resucitado. Los once discípulos están viendo su última aparición; es en Galilea sobre el monte que Él les había indicado.  Se postran delante de él aunque algunos tienen todavía dudas. Y es así que Jesús les envía en misión:”¡Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos!” ¿Cómo acoger esta frase con un corazón oblato? Ustedes lo harán, y mejor que yo ya que principalmente a ustedes les está hablando Jesús, tal vez en las largas horas de viaje que nos esperan todavía. Pero he aquí algunas pistas:

-        Vayan…  Lo primero en la misión es hacer caso al envío y ponerse en marcha. Hay que dejar atrás lo que es lo nuestro, lo acostumbrado y encaminarse hacia lo desconocido. Esta marcha puede tomar mucho tiempo y no está exenta de peligros. Pero solo acercándonos y entrando en nuestros lugares de misión llegaremos a ser “pastores con olor a ovejas” como ha dicho el Papa Francisco.

-        y hagan discípulos…  Un discípulo es alguien que acepta aprender, y que admite que un maestro le enseñe. El maestro es Jesucristo. Los misioneros no nos contentamos con que la gente entre con un primer entusiasmo para engrosar las filas de la Iglesia, y basta. Tenemos el encargo de convertir a la gente en discípulos que siempre tengan más sed de Dios y de su Reino en la tierra. Discípulos que recibirán más y más formación toda la vida. Claro, para exigir esto a otros, nosotros mismos necesitamos siempre continuar siendo discípulos.

-        a todos…  Varias veces Jesús nos habla de completar números: hay 99 ovejas pero falta una, 10 monedas pero una se había perdido. Él no piensa en mermas inevitables, o resultados estadísticamente buenos, más bien quiere incluir a todos. Creo que esto los oblatos siempre lo han tenido en el corazón cuando iban hasta cerca del Polo Norte o a grupos étnicos minoritarios en varios continentes, como a los indígenas del Chaco paraguayo, ya desde 1925. La buena noticia debe llegar, así lo quiere Jesús, a todos los pueblos, a todos las personas y que ni uno solo se quede sin esta noticia que transforma y da vida. Nada se debe desperdiciar.

-        los pueblos…  Interesante que Jesús no emplea aquí la palabra “almas” o “personas”. “Hagan discípulos de todos los pueblos”. La conversión se puede dar en personas una por una, como en el apóstol Pablo por ejemplo, pero el mandato misionero nos  encarga llegar a culturas enteras, nos pide convertir a discípulos a las  personas dentro de sus pueblos, ambientes, costumbres. Será algo difícil pero también dará lugar a mucha creatividad: hará falta la música, el arte, las manifestaciones públicas, las obras sociales, la lucha por la justicia, las intervenciones proféticas y denuncias, los testimonios y hasta el martirio que es tan frecuente en nuestros días.

No me puedo imaginar todavía lo que será Río con esta multitud de jóvenes – discípulos misioneros - que representarán de alguna manera a todos los pueblos. Será un signo de que la misión que nos encargó Cristo Resucitado está en plena marcha. Con él iremos más lejos, y sentiremos su presencia en el apoyo, la oración y la vitalidad de tantos jóvenes cristianos.

La Juventud Oblata


Sí, estaremos en encuentros de muchas personas, y esto será para animarnos. Por otro lado Jornadas Mundiales no son nuestro pan de cada día. ¿Quién nos ayudará a mantener nuestro fervor y nuestra alegría después? Vamos a necesitar algo de un tamaño más modesto, algo al alcance de nuestras manos.

Un carisma particular, como el de los oblatos, tiene también esta función, la de ofrecernos un alimento espiritual a nuestro alcance. Es como en la sociedad civil: todos pertenecemos a un grupo étnico, a un país y a veces vamos a sentir esta identidad con mucha fuerza. Pero necesitamos también de la familia, del barrio y de los amigos. No se trata de evaluar cuál barrio o familia es mejor o más grande, lo importante es que los sintamos bien nuestros. 

Un carisma como el de los oblatos también funciona así; pone el gran misterio de Cristo a nuestro alcance. Los santos profundizan en su vida solo dos o tres cosas de su fe, pero esto lo hacen bien y con eso atraen a otros. Si nos dejamos atraer nos sentimos como miembros de una familia espiritual.

Y así han surgido varios círculos familiares alrededor de San Eugenio. Ya en su época, aparte de los oblatos, hubo laicos que se apoyaban en él, comenzando con su “Asociación de la Juventud Cristiana establecida en Aix bajo los auspicios de la Santísima Virgen” que daba sus primeros pasos hace 200 años exactamente. Ya durante la vida del Fundador se deseaba la inclusión de laicos pero ésta tuvo un largo tiempo de incubación.

Más tarde, en la historia de la Congregación, se ha añadido la AMMI (Asociación Misionera de María Inmaculada) alrededor del año 1900 y los laicos asociados a partir de 1980, muy pronto con participación de sectores juveniles. Después de la JMJ de Sídney se realizó allí mismo el primer encuentro mundial oblato de animadores de nuestra Misión con los Jóvenes. Resultaba de una encuesta de este tiempo que estamos en contacto con unos 40.000 jóvenes a nivel mundial. Las formas organizativas de esta “juventud oblata” son múltiples pero hay varias características en común. Esto lo expresé en un reciente artículo.[5] En breve, se puede indicar lo siguiente como lo esencial de la Juventud Oblata:

-        La Juventud Oblata se forma con jóvenes apasionados por Jesucristo,
-        Que, como San Eugenio, se sienten muy misioneros
-        y aman a la Iglesia.
-        La Juventud Oblata mantiene un enlace vivo con los Oblatos, normalmente con una comunidad.

 

Conclusión


Hemos tocado varios temas que nos ocupan en nuestra peregrinación: el carisma oblato ayer y hoy, Aparecida, Río y la Juventud Oblata. Todo esto se encuentra simbólicamente integrado en el hermoso logotipo de la pre-jornada OMI. Vamos a concluir con la interpretación de este logo que lo resume todo.
Las cuatro letras “J-O-M-I” significan “Juventud OMI”. El color verde representa las selvas del Brasil pero también la esperanza que ofrece la juventud. El azul simboliza a la Virgen. Observamos que el manto de María Aparecida se extiende sobre todo el logo, y la “M” de María está adornada con las estrellas de la constelación Cruz del Sur. La parte amarilla nos recuerda el sol, y en este color se nos pinta la imagen del Cristo de Río y la “I” de la Inmaculada.
El logo nos recuerda que los viajes que estamos haciendo al y en el Brasil son mucho más que paseos turísticos. Son viajes de fe y testimonio. Fuimos llamados a participar en estas jornadas para recibir y dar, y así permitir que nuestra fe aumente cada vez más. “La fe se fortalece dándola” decía el beato Juan Pablo II en su encíclica misionera. Al vivir los grandes encuentros con entusiasmo y gozo reconocemos también nuestro compromiso futuro ya que el mundo, especialmente otros jóvenes, necesitan muchísimo cualquier pedazo de fe que podamos compartir con ellos. Estoy seguro que la Juventud OMI contribuirá con su grano de arena para hacer discípulos de todos los pueblos, la mayoría como jóvenes laicos y algunos en una vocación de consagración especial. Así el don de carisma oblato que San Eugenio se siente encantado de comunicarnos, probará de nuevo su alta rentabilidad.


Abril de 2013, P. Guillermo Steckling, O.M.I.



[1] Radio Vaticana, edición en alemán, artículo de 2013-04-01 13:28:15.
[2] Escritos oblatos, vol 15.  Iglesia de la Magdalena, instrucciones familiares en provenzal, dadas en 1813 – 3 de marzo , miércoles de ceniza.
[3] Escritos oblatos, vol 15., 25 de abril 1813.
[4] Discurso a los amigos de los oblatos, Asunción el 26 de diciembre 2012, notas tomadas.
[5] Ver en omienmision.blogspot.com

Saint Eugene, share with us the gift you have received!



A talk to the participants of the Oblate program at WYD 2013


Missionary Oblates of Mary Immaculate, 4th OMI Pre - World Youth Day program
Aparecida (São Paulo, Brasil) - July 18 - 22, 2013
200 years of youth ministry of Eugene De Mazenod
From the pathways of Aix en Provence to the pathways of the world
Recently I came across a story about a pastor who wanted to do some renovations in his parish church; in view of this he went after resources in an original way.

United Kingdom. Heavenly resources. Based on the parable of the talents the pastor of an Anglican church at Kirkheaton, England, saw his finances increased nearly 20 times. Richard Steel, the pastor, distributed in November $550 pounds (650 euros) in 65 ten pound bills to his audience so that they could do business with the bills they got, and build funds to do the necessary renovation of the church. On Easter Sunday of 2013 he received nearly $12.000 euros. The basis of his idea was the New Testament parable of the talents (Mt 25,14-29). The parable says that a rich man entrusted his fortune to his servants in order that they should multiply it, each according to his capacity. In the parish, an 11 year old girl manufactured several hundred greetings cards and earned $550 pounds. Another parish member made bird cages with the money and sold them for $700 pounds. A woman came up with $280 pounds after selling home-made chocolates. With this initiative the pastor was able to have a good amount for the renovation which would cost an estimated $73.000 pounds.

What does this story tell us? Does it say something about Oblate youth; about our lives as Christ’s disciples and missionaries? About the missionary disciples that we are, sent by our faith communities, inspired by the Word of God and also by Saint Eugene de Mazenod’s charism? This story tells us something very simple: God does not ask a lot of things of us as we start off nor is He so demanding. Instead, right on the outset He entrusts us with something of value and then grants us a lot of time. He grants us the capacity to depend on ourselves. It is this that the talent parable mentioned above tells us. Here is a piece of it.
Matthew 25, 14-19. A man was going on a journey. He called his servants and entrusted his possession to them. To one he gave five talents; to another, two; to a third, one – to each according to his ability. Then he went away. Immediately the one who received five talents went and traded with them, and made another five. Likewise, the one who received two made another two. But the man who received one went off and dug a hole in the ground and buried his master’s money. After a long time the master of those servants came back and settled accounts with them.
The pastor received a substantial amount of funds, almost $12.000 Euros. However, we are here not to talk about money, but about values that attract us. We have in common something that we call the charism of the Missionary Oblates of Mary Immaculate, the charism of Saint Eugene. The word charism comes from Greek and stands for something of important pecuniary value, at the level of a gold bar. It is a gift of grace that someone receives from the Holy Spirit. It means, therefore, a free spiritual gift that comes from God, entrusted to a person in order to put it at the service of others. A charism may have an enormous yielding. With another metaphor, it is something like the mustard seed that becomes a big shrub.

The high-yielding gift entrusted to Saint Eugene which we call “Oblate charism” can be followed with amazement throughout the two centuries of past history Let us go back to 1813. In that year in Saint Eugene’s life that mustard seed took stronger roots and began to develop its first branches in the ministry of the young priest.

Up to now we have introduced our theme about the special gift entrusted to the Founder of the Oblates in which we also want to participate. Let us ask him: Saint Eugene, share with us the gift you have received! We want next to explore a few ideas which hopefully will encourage us to value the Oblate charism even more. We shall start with something about Saint Eugene himself, and then we will focus on the present time Missionary Oblates. We will then take a look at Our Lady Aparecida and at the 28th World Youth Journey. We shall conclude with some considerations on Oblate youth.

Two hundred years ago the Oblate charism was becoming visible in the life of a young priest, Saint Eugene.

What is the content of the Oblate charism? In a nutshell, the Oblate charism is made up of oblation (an offering) to Christ the Saviour; of sharing of the bread of the Good News with the poor and abandoned of this world; of fostering community life with a family flavor. This is a synthesis. Let us take a look at how all of this began.

I invite you to go back two hundred years, and to imagine you are in Saint Eugene’s city, Aix-en-Provence, in France. We will limit ourselves to the year 1813. 24 years have already gone by since the French Revolution. Eugene has been able to return to his country after a 10 years’ exile. Napoleon Bonaparte is now in charge, imposing his views inspired by the Revolution. A year and some months ago Eugene has been ordained a priest and is now beginning his pastoral work. He does not start off in a parish because he wants to reach out where parishes don’t. The Congregation has not yet been founded. Saint Eugene is living at his mother’s house with Brother Mauro, a homeless monk thrown out of his convent by the French Revolution.

In 1813 Eugene already says of himself that he is the priest of the poor. He preaches Lent sermons in the “Provençal language” to the domestic servants at a six o’clock morning Mass. You may have heard or read some of his words from his 1813 Ash Wednesday sermon, words I repeat here.
The Gospel must be taught to all, and it must be taught in an understandable manner. The poor… our Divine Savior gave them so much importance that He took upon Himself to instruct them, and gave as a proof that His mission was divine the fact that the poor were being evangelized. Oh you, Jesus Christ’s poor, the afflicted, the miserable, the sick, the sore-covered, those oppressed by misery, my brothers, my dear brothers, my respectable brothers, listen to me. You are sons of God, brothers of Jesus Christ, heirs of an eternal kingdom… I say to you, in the words of Saint Leo: Christians, be aware of your dignity.
Some three weeks later, he gives a talk on confession to the same people. He says openly that he does so because he feels himself “called by his vocation to be a servant and priest of the poor”. 

Besides the domestic servants, he commits himself to the prisoners and to the youth. We have the Minutes Book of the Youth Association founded by him. It starts on April 25th, 1813. There we read the following analysis Eugene makes about the society of his time. He begins by stating that Napoleon Bonaparte wants to destroy the Catholic religion. He then goes on saying:  
The means he counts on is the vilification of the youth. The success of his measures is amazing. Ungodliness is stimulated… materialism is promoted and applauded. The youth has been educated to not recognize another God but Napoleon.

Being myself a sad spectator of this torrent of evils, should I content myself to moan for them in silence without bringing any remedy whatsoever?...Very well, I am also going to work with the youth; I will try to preserve it from the evils that threaten it. The youth is in part already affected by those evils. I will inspire them to love virtue, to respect religion, to have a taste for piety and horror of vice.
In the midst of so many activities of his, Eugene does not forget to care for his prayer life which is intense ever since that experience of Christ on a Good Friday, six years ago. Summarizing his retreat toward the end of 1813, he upholds the following.
I am very much resolved to seriously work for my perfection, for my conversion which still is quite deficient. The foremost defect of all is pride and what feeds it: conceitedness, self-love, an excessive tendency to speak well of what I do… an enormous negligence also, or to speak frankly, a true laziness in applying myself to the duties of piety.
Some of his resolutions are: to get up very early for prayer before Mass, to do examination of conscience and New Testament reading after breakfast; to ask Brother Mauro to reprehend him at morning prayer about his shortcomings.

Already in 1813 we can observe the characteristics of what later on would be called the Oblate charism, and what we mentioned above: personal surrender to Christ the Savior, sharing the bread of the Good News with this world’s poor and abandoned (the youth, in this case); and cultivating community life with a family flavor. Eugene gives high priority to prayer and Bible reading in order to stay close to Christ the Savior. He defines himself as the priest of the poor and also of the youth; and lives in community with Brother Mauro.

To end our trip through his times, 200 hundred years ago, we can today ask ourselves:
  • Today, are we staying close to the Lord whose calling we have perceived at some moment in our lives?
  • Do we know how to analyze our society? What do we say about her? Which faces of the poor and abandoned people come to our mind?
  • As Saint Eugene did, do we receive support for our journey in some companions who can help us to stay on the good path?
Let us now take a look at the Oblate Congregation today. Its members use to ask regularly this same type of questions. A few surprising directives always come out of the General Chapters that happen every six years. The last was in 2010; since we all belong to the broader Oblate family I share with you some of our resolutions in view of a greater yield from the talent of our charism. The theme of the last General Chapter was very simple: “conversion”.

A call to conversion – the Oblate Congregation today

Listening to Saint Eugene and looking at reality around us –and thinking also about the 4.000 Oblates in the five continents- we realized the need of something of pivotal importance: our conversion; and more specifically, our conversion to Christ. We felt that we need to recognize again Christ as the center of all. The General Chapter document points out different areas of conversion, but each sections begins with the same words: “Jesus Christ is the center of our life and mission…” This is repeated five times in the specific themes of the Chapter.

As we speak of conversion, we may think above all in leaving behind vices and sins. This is necessary, but at the last Oblate Chapter conversion was seen as something essentially positive: to recognize Christ as the center of all. This way of facing conversion coincides with a thought an Oblate shared with us before that assembly. He proposed as an inspiring text in view of conversion the parable of the treasure buried in the field.  
 The kingdom of heaven is like a treasure buried in a field, which a person finds and hides again; and out of joy goes and sells all that he has and buys that field. (Mt 13,44).
One does not attain conversion simply by realizing that something goes bad. In order to turn myself away from something wrong I need to find an alternative, something that is worth the change of life. Only when that man of the parable finds a hidden treasury he has sufficient motivation to sell all his possessions.

About three years before the Chapter, the conversion theme showed up clearly in a preparatory assembly. Someone said: look, we have several very nice documents; we are in agreement more than ever about common directives. Only one thing is lacking: to put it all into practice by converting ourselves. One of the provincials added: all of our proposals are very good; I am in agreement; but where to find people to carry them out? I believe we all went through similar experiences: people recognize that we must do this or that, but who will take the initiative? We are often fed up with so much talking; our desire is that someone would offer his hands to prepare a meal, his mouth to announce the good news, his mobile phone to invite others, his feet to walk the neighborhood.
Saint Eugene was doing much of this as of 1813, although without mobile phones. It was not a question of big undertakings, but of initiatives that were able to proliferate because they came from his contact with Christ the Savior. Our saint’s heart was beating in unison with the heart of Christ the Savior.

Each Oblate General Chapter repeats to us that our charism is a gift of the Holy Spirit; that valuable golden talent which is the Oblate charism keeps on maintaining its great value, but it needs to be put into practice in order to yield more. Only then we live and act “for God’s glory, the Church’s good and the salvation of souls”, as Saint Eugene would say.

The Chapter document mentions five areas of conversion: our community, our Oblate mission, leadership and authority, formation and financial administration. The relationship with Christ is not mentioned as an area but as something transversal. There are many Oblate internal issues that do not interest us; but we can find a few points that could inspire you even as Oblate youth so that Christ may occupy the center of our lives as persons and group. I mention the following:

1. Community: witnessing, corresponsability, reconciliation, prayer, ongoing formation and intercultural issues.

2. Mission: to recognize Christ’s face in the faces of the poor within the social context of our countries, such as migrants, Aids victims, undocumented people, war victims, indigenous people; to uphold their rights and dignity. May we also recognize Mary as integral part of our missionary experience!

3. Leadership: to become leaders like Jesus who came not to be served but to serve.

4. Formation: a deeper missionary spirituality; integral human development.

5. Finances: to follow Jesus in His solidarity to the poor; prudent, transparent and professional administration; seek financial resources in order to sustain our formation and mission.

I offer these issues taken from the document; later on perhaps someone may deepen what these resolutions may mean as regards the Oblate youth. I want to point out one thing. I do not know which of these issues call your attention but as for me, I am impressed that the first issue mentioned is community. I believe, in fact, that any missionary activity and all the rest will not be a problem if we have a religious community, a youth group or a group of Oblate associates centered on God our Father, on Christ and on the Spirit.

Regarding this it is interesting to reread and meditate Acts 13.1-3.
“Now there were in the church at Antioch prophets and teachers; Barnabas, Symeon who also was called Niger, Lucius of Cyrene, Manaen who was a close friend of Herod the tetrarch, and Saul. While they were worshiping the Lord and fasting, the Holy Spirit said, “set apart for me Barnabas and Saul for the work to which I have called them”. Then, completing their fasting and prayer, they laid hands on them and sent them off”.
We can see here how the imponderable missionary activity of the Apostle Saint Paul starts from the community of Antioch of Pisidia; it is the place where the disciples were called Christians for the first time. Antioch had reached a certain maturity and counted on certain resources as regards to people with a good formation, and they were very attentive to the Holy Spirit. In the community where the Holy Trinity abides we will find the secret of missionary fruitfulness.

Our Lady of Aparecida

In the midst of all these reflections we do not want to forget that our group of friends and associates of the Oblate charism is on a pilgrimage these days. Having arrived from all over the world, we were welcomed in the town of Our Lady of Aparecida, who is Brazil’s holy patroness. We will soon find ourselves on our journey to Youth World in Rio de Janeiro. We could say that the whole Church is on pilgrimage; our new Pope Francis represents the whole Church and he will be with us.

How can we come to an understanding of our pilgrimage from the viewpoint of the Oblate charism? If we succeed in understanding something here as we keep moving as pilgrims, perhaps we will come to grasp what is our place in the Church and in the world; and in what sense the contribution of the Oblate charism is important and even necessary to the Church and to the world; as our Superior Geral, Louis Lougen said in his visit to Paraguay: “I have a great hope for the Congregation. The Church needs our charism!” And he goes on: “There are several signs of hope”; and he points out as the first of these signs: “The Church has to go to the forgotten people; we Oblates are already at their side”.

When I recently read the story of Our Lady of Aparecida’s famous image, I felt that it could tell many things to the Oblates family. The small statue is humble, mud-made and was found nearby at a river by three humble fishermen. The center part of the statue showed up first; then, the head; and after finding the statue they caught a lot of fishes. This happened in 1717. The devotion began in the house of one of the fishermen, home to the Felipe Pedroso family. Later on people managed to build first a chapel and then a church. The actual basilica is very big; its construction began in 1946; it was consecrated by John Paul II in 1980. Since 1929 Our Lady of Aparecida is officially the patroness of Brazil. The Lord does wonders, with the most humble people’s faith as a starting point. This is what now and then we experience in our Oblate mission as well; for example, in missions with youth. It is not surprising that this is so, since the Virgin Mary has described herself as a humble slave, and as such she sings the Lord’s greatness who does great things through her (Lk 1,46-38).

The town of Aparecida is well known in Latin America for another reason; in 2007 there happened the last General Conference of the Bishops of Latin America and Caribe. People from other continents usually do not realize the impact that these meetings and their documents, such as Medellin, Puebla, Santo Domingo and Aparecida, have in the lives of the churches of our continent. I want to point out two things.

1º. The Aparecida meeting was the fifth one; it confirmed once more the famous preferential option for the poor that the Church must make. Pope Benedict XVI said in his speech to the bishops: “The preferential option for the poor is implicit in the Christological faith in the sense that God made Himself poor for our sake in order to enrich us with his poverty”. In other words, God became poor for our sake; therefore we must also make the preferential option for the poor. In reality it is not an option, it is a mandate. To Saint Eugene’s followers this Aparecida message tell us that our Oblate charism is not something marginal in the Church, but rather it falls within the dynamics of God’s incarnation.

2º. Another point that makes me feel that the Oblate charism was always at the heart of the Church is the strongly missionary orientation that the Bishops’ Conference gave us in Aparecida for the Church in Latin America. Since then, year after year the so-called Continental Mission is launched and re-launched, so much so that it became a slogan: Christians must see themselves as “disciples and missionaries of Jesus Christ”, as pointed out in the very title of the final document. 

This reminds me of what some years ago the diocesan priest Segundo Galilea, one of the liberation theologians, said in a talk to Oblate formators.
Ever since have I known the Oblates, first in Chile and then in Bolivia, México, Peru and Sri Lanka, the only thing they always emphasized was that they were missionaries. This is the missionary mystics that always called my attention… this missionary mystics is lacking in Latin America. There are exceptions as mentioned before. You who belong to missionary congregations can help us very much about this. Do not simply become conventional priests, a few more diocesan priests. What has to be done is to communicate to the youth and to ourselves this missionary mystics. (Lima, February of 1982)
The reflection on mission takes us the other destination of our pilgrimage, Rio. It is with joy that we acknowledge the fact that the Catholic Church proposes mission as the theme of World Youth Day in Rio de Janeiro!


The 2013 World Youth Journey: Go, therefore, and make disciples of all nations…


This will be the 28th world youth day. I have been involved with World Youth Days in the past, especially participating in several Oblate pre-WYD programs; Italy in the 2000 Jubilee year; Germany in 2005, and Melbourne and Sidney in 2008.

To recall the themes of the three World Youth Days just mentioned may be of interest; here they are: 1. The Work became flesh and made his dwelling among us (Jo. 1.14); 2. We have come to do him homage (Mt2,2); 3. You will receive power when the Holy Spirit comes upon you, and you will be my witnesses (Acts 1,8). To me, there is a crescendo towards a more missionary orientation up to the present theme for Rio: Go, therefore, and make disciples of all nations… (Mt 28,19).

In order to prepare ourselves, and also to have at hand some ideas for our modest Oblate contribution, I propose to you to analyze, word by word, that phrase taken from Matthew’s gospel which is the big theme in Rio de Janeiro.

What does Mt 28, 29 tell us? It is the second last verse of Saint Matthew’s gospel. The Risen Christ speaks to the eleven disciples who are witnessing His last apparition in Galilee at the hill indicated to them. Despite some doubts on the part of a few of the eleven they kneel down. And they are sent on mission: Go, therefore, and make disciples of all nations. How do we perceive this phrase from an Oblate heart? You will do better than me at listening to this phrase, for it is especially to you that Jesus wants to talk during the long hours of this journey that we will face together. Here follows a few clues.

Go… The first thing in mission is to obey the sending and set oneself on the way. Everything will have to be left behind, the things we are used to, and we will have to set out on foot towards the unknown. This journey may take a lot of time and it is not hazard-free. It is only when we approach our mission place that “we will be shepherds smelling after the sheep”, as Pope Francis said;

Make disciples… A disciple is someone who accepts to learn and let the master teach him. The master is Jesus Christ. The missionaries will not be satisfied to get people entering our ranks with a superficial commitment just increasing numbers, but with a pledge that would be short-lived. We have received the mandate to make people true disciples, to make them feel hunger and thirst for God and His kingdom on earth; disciples with ever-growing need for formation throughout their lives. For sure, to demand this from others, we ourselves must grow in Jesus’ discipleship.

All… Several times Jesus speaks to us about incomplete numbers; there were ninety-nine sheep but one was missing; there were 10 coins but one got lost. He then does not conclude that certain losses are inevitable, nor does He highlight statistically good results. Rather, He wants to have all included. I believe that is what also the Oblates always had at heart, when they went as far as close to the North Pole, or dedicated their lives to minority ethnical groups in several continents, such as the to the natives in the Paraguayan Chaco all way back in 1925… The good news must reach all the peoples; all the persons; this is what Jesus wants. Not even one in a hundred may stay away from this news that is meant to transform and give life. Nothing must be wasted.

All nations. It is interesting that Jesus does not use here the word “soul” or “person”. Rather: “Make disciples of all the nations”. A conversion may happen in persons one by one, as it did to Saint Paul, for example; but the missionary mandate charges us to reach out to all cultures; it asks us to turn into disciples people within their boroughs, surroundings and customs. This will be somewhat hard, but it will give rise to much creativity: in music, arts, public manifestations, social works, in struggle for justice, in prophetical interventions and dissents, in witnessing, even in martyrdom which is frequent in our days.

I cannot imagine, yet, what Rio de Janeiro will look like with its youthful multitudes -disciples and missionaries- that represent in some way all the peoples. It will be a sign that the mission which the Risen Christ has entrusted to us is in full process. With Him we will go further and further. Yes, in Rio we will feel His presence in the support, prayer and vitality of so many Christian youths.

The Oblate Youth

Sure, we will be meeting so many people, and this will encourage us. However, the big gatherings are not something we experience every day, it is not our daily bread. Who will help us to maintain our fervour and cheerfulness afterwards? We will need something more modest, something within our arm’s reach.

A particular charism, such as of the Oblates, has also this function: to offer spiritual food to a special group of people. It is like in the civil society; we all belong to an ethnic group, to a country, and sometimes we will feel this identity very strongly. But we also have a need of a family, of a borough, of friends.

It is not a question of evaluating which borough or family is better or bigger; the important thing is that we feel them as ours.

A charism such as of the Oblates works this way: it places the great mystery of Christ at our reach. The saints deepened in their lives only two or three things about their faith; and this they did well and attracted others. If we let ourselves be attracted, we will feel ourselves as a spiritual family. In this way many different groups arose around Saint Eugene. Already at his time, besides the Oblates, there were lay people who leaned on him for support, beginning with his “Christian Youth Association established at Aix under the auspices of the Most Holy Virgin Mary” that began to take its first steps exactly 200 years ago. Already in the life of the Founder there was a desire to include laypeople, but this took some time to mature.

Later on in Oblate history there came about the MAMI (Mission Association of Mary Immaculate) about the year 1.900; the Lay Associates around the year 1.980, soon with participation of young people. After the World Youth Day in Sidney, Australia, the first global Oblate encounter of animators of our mission with youth took place right there. A survey of this time showed that the Oblates were in touch at world level with some 40.000 young people. The ways of organizing the “Oblate youth” are multiple but there are characteristics in common. I presented them in a recent article as follows:

The Oblate Youth is formed by young people impassioned for Jesus Christ, who at the manner of Saint Eugene, see themselves as missionaries and love the Church. The Oblate Youth keeps a live connection with the Oblates, normally with a community.
Conclusion

We have touched upon many themes which have to do with our pilgrimage: the Oblate charism yesterday and today; Aparecida; Rio de Janeiro; and the Oblate Youth. All of this was put together in the beautiful symbolical logotype for the Oblate pre-youth day program. The four letters “J-O-M-I” mean “Oblate Youth”. The green color represents the Brazilian forest, and also means “hope”, as offered to the youth. The blue denotes Our Lady. Her mantle stretches over the whole of the logo. The “M” of Mary is embellished with the stars of the Southern Cross. The yellow reminds us of the sun; in the same color Christ’s statue of Rio is reproduced, and the “I” of Mary Immaculate. The logotype reminds us that the journeys we are undertaking throughout Brazil are not tourism, but rather faith and witness pilgrimages. We were called to participate in these youth days in order to receive and give, so that faith may increase ever more in ourselves and in others. “Faith grows stronger when shared”, said John Paul II in his mission encyclical. As we live these encounters with enthusiasm and delight, we are reminded of our future commitment. The whole world, and especially its youth needs very much whatever amount of faith we can share with them. I am sure that the Oblate Youth will contribute its grain of sand in order to make all people disciples of Jesus. The majority of Oblate youth members will continue as young laypeople, and some may discover a vocation of special religious consecration. The gift of Oblate charism which Saint Eugene himself feels happy to share with us, will yield abundant fruit if the Lord grants his blessing.

Fr. Wilhelm Steckling, OMI April 2013