En el peor de los casos la ideología es un instrumento manejado astutamente para dominar el mundo. Decimos a la gente qué pensar y cómo actuar, y les prometemos la felicidad o la tranquilidad, y así nos siguen. En esta caso las ideologías se vuelven a menudo irracionales y hasta ridículos pero resultan ser muy poderosos. Por ejemplo, ¿no estará detrás de la ideología del género el objetivo de disminuir la población?
La ideología no se puede difundir sin propaganda consciente y fuerte. Sólo lo que se maneja en los medios nos parece importante, lo que no se menciona ahí no existe.
¿Y cuál es la defensa contra estos sistemas de pensamiento que nos “alquilan la cabeza”? Es el recurso al Único Ser que comprende toda la complejidad del mundo porque es su Creador y lo sigue creando. Dice el Eclesiastés (3:11): ”Él, en el momento preciso, todo lo hizo hermoso; puso además en la mente humana la idea de lo infinito, aun cuando el hombre no alcanza a comprender en toda su amplitud lo que Dios ha hecho y lo que hará”.
La oración silenciosa, la escucha de la palabra divina, el ejemplo de los santos hacen caer los sistemas ideológicos. La verdad está en una persona, la persona de Jesús quien dijo “yo soy la verdad” (Jn 14:6); esta verdad nos hará libres (cf. Jn 8:31) y no la seudo-verdad ideológica. Si queremos sobrevivir como cristianos y llevar una vida santa, caracterizada por la pureza y la entrega generosa, lo primero que debemos ganar es la batalla ideológica.