¿En qué consiste consagrarnos a María? Significa que nos pondremos a la total disposición de la Virgen pero el objetivo ulterior y final es entregarnos totalmente a la voluntad de Dios y a su divino proyecto.
¿Y por qué esta entrega a Dios pasa por las manos de María? Porque no es tan fácil entregarse a Dios sin reservas y hasta podemos equivocarnos en la manera de hacerlo. Por ejemplo, de nuestra parte podría haber un fanatismo que excluye, o un voluntarismo que no cuenta con la gracia de Dios, o un formalismo casi mágico. Queremos ser totalmente de Dios, sí, pero a la manera como María pertenecía totalmente a Dios.
¿Qué es esa manera?
- En primer lugar, María no ayudará a aceptar que somos criaturas de Dios, él nos ha hecho de una determinada manera. María fue escogida para ser la purísima, pero, también cada uno de nosotros tiene una vocación única de parte de Dios y nuestro nombre está escrito en sus manos.
- Después, en segundo lugar, esta consagración implica escuchar a Dios cuando él nos habla en un momento determinado de algo muy concreto. Debo indagar bien cuál sería su voluntad en mi caso y tener eso ya como costumbre.
- Finalmente la consagración consiste en obedecer la voluntad de Dios ya descubierta. Me tocará decir como María y con ella: yo soy la esclava o el esclavo del Señor, hágase en mí según tu palabra. Todo el resto de la vida será caminar en servicio a los demás. En este recorrido nuestro, ¡qué hermoso compañero de viaje es la Palabra de Dios y el rosario, qué alimento fuerte la eucaristía!
Si el Paraguay - es decir, muchos de sus habitantes - así se consagra al proyecto del Reino de Dios por las manos de María, todo cambiará para mejor y también esta prueba de la pandemia será para un bien.
Dios nos pide todo el corazón, y con el apoyo maternal de la Virgen de Caacupé seremos capaces de entregarlo. Si me consagro me pedirá no sólo el corazón, sino también mis manos.Seguro que alrededor mío hay gente que me necesita en estos tiempos de precariedad. Somos todos tuyos, Nuestra Señora, hágase en nosotros la voluntad de Dios.
27 de marzo 2020
Mons. Guillermo Steckling
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