Actualmente se insiste mucho en construir una “cultura de buen trato”, por ejemplo, en educación y en todas las relaciones humanas. Realizar el buen trato para con los pobres, a mí personalmente no resulta fácil. Estoy hablando de los pobres que andan por las calles. No soy un tipo espontáneo y ellos nos suelen aparecer de forma sorpresiva; en seguida piden algo, hay que ver cómo reaccionar cuando quieren limpiar el parabrisas, ofrecen algo para la venta o mendigan una moneda. A veces reacciono a ellos como en una situación de amenaza – levanto la voz, pongo cara severa, me muestro indiferente.
Después, soy cristiano y me siento cuestionado. Entre mis preferidas citas bíblicas
están 1 Corintios 4,7: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" – todo lo
que me hace no tan pobre lo he recibido gratuitamente – y también Mateo 20,16:
"Los últimos serán primeros, y los primeros últimos" – así que más
tarde ellos podrán ser primeros y yo último. Y además me cuestiona toda la
manera de actuar que observamos en Jesús, siempre rodeado de pobres – y sabemos que él refleja la mente del mismo
Dios.
¿Qué
puedo hacer? Una salida sería relacionarme con algún pobre de persona a persona
superando esta situación de supuesta amenaza. Tengo que ir al encuentro de los
pobres y no esperar que me sorprendan en alguna esquina. Sé que lo haré con
prudencia y que las eventuales limosnas deberán primero sudar un poco en mi
mano. El pobre y yo debemos mirarnos la cara, llegar a una conversación, incluso
llegar a apreciarnos. Hay grupos de cristianos que ya han caminado largo trecho
con los pobres, ellos me podrán guiar.
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