El tema que se ha elegido para su congreso juvenil lo encuentro bien exigente: Martirio y misión según la espiritualidad oblata. Por otro lado, debo decir que es un tema que me fascina.
¿Qué es un “mártir”?
¿Qué es un “mártir”? La palabra mártir simplemente quiere decir testigo. Un testigo es una persona que ha visto u oído alguna cosa y lo hace saber, se hace garante. El ejemplo más importante para el cristiano es el testimonio de la resurrección: Jesucristo vive.
[Sigue debajo del powerpoint.]
Pero testigos incomodan; cuando Cristo había resucitado se decía: no se debe aceptar este testimonio, se debe más bien decir: sus amigos han robado su cadáver, todo es un gran engaño. Los testigos, como María Magdalena, o los apóstoles, respondían: no, Jesucristo resucitó, lo he visto, le he tocado, y aunque me maten no lo voy a negar. Y a algunos les han matado, siendo el primero el diácono Esteban. Luego siguieron como mártires 11 de los 12 apóstoles; así muchos fueron no solamente testigos sino mártires en el sentido más específico. Pero mártir es la misma palabra que testigo:
“ustedes serán mis testigos hasta los extremos de la tierra”,
dice Jesús en Hechos 1,6 – y en el texto original griego se lee “mártires”.
Es impresionante darse cuenta de que muchos mártires hay, hasta hoy. Existe una lista solo de religiosas en la que se enumeran 177 nombres para los 10 años de 1994 a 2003. Entre los mártires más conocidos de América Latina se debe mencionar a
Monseñor Oscar Arnulfo Romero (El Salvador, 1980) y la
Hermana Doretea Stang (Brasil, 2005).
¿Vale la pena convertirse en mártir?
Ya aclaramos lo que es un mártir y qué es el martirio. Ahora la pregunta queda: ¿pero todo esto tiene sentido? ¿Vale la pena ser mártir? ¿Vale la pena morir para una verdad? ¿Vale la pena decir: aunque me maten no voy a mentir?
Seguramente no vale la pena dar la vida por una verdad cualquiera. Si alguien me viene con un arma y me dice en tono amenazador: confiesa que tal club de fútbol, Olimpia o Cerro o Nacional, es el mejor – yo a lo mejor voy a contestar: sí, Señor, lo que usted diga. Tu club es el mejor, ndaipori discusión.
El ejemplo del P. José Cebula, y el de Santa Lucía
Pero hay situaciones más serias donde se trata de dar testimonio incluso bajo riesgo. Tomemos el ejemplo del
P. José Cebula, primer mártir beatificado de los Oblatos. Era polaco. Los seguidores de Adolfo Hitler le habían terminantemente prohibido visitar a los enfermos, confesar a los moribundos, darles la Santa Unción a los enfermos, celebrar la misa. Él no les hizo caso; sabía del riesgo pero no se echó para atrás, en secreto seguía trabajando como sacerdote. Como consecuencia le metieron preso y le llevaron a un campo de concentración, Mauthausen. Hasta allí tuvo el valor de dar testimonio abiertamente, cuestionando a sus perseguidores; les dijo: “No son ustedes los que mandan, también a ustedes les juzgará Dios.” Poco después, le mataron a balazos. Fue el año 1941. Este es un testigo de Cristo hasta el martirio de sangre.
Yo tuve la dicha de presenciar su beatificación por Juan Pablo II en Varsovia en 1999 con 106 otros mártires. Tuve el honor de anotar su beatificación en su registro de bautismo. Debajo de la nota que había sido ordenado sacerdote y la otra que había muerto en Mauthausen escribí: beatificado por Juan Pablo II el 13 de junio de 1999.
Pero también en un caso así nos puede quedar una duda: ¿vale la pena esto? ¿Por qué José Cebula no se quedaba en casa no más? Tenía una buena excusa: había orden superior. ¿No hubiera sido más prudente? Y esta pregunta surge muchas veces.
Tomemos otro ejemplo, la joven mártir
Santa Lucía. Es de Sicilia, en Italia. Ya que no sentía la vocación de casarse, quería consagrar su virginidad a Dios. Por eso su novio se enojó y la denunció como cristiana, y fue decapitada por el año 304. ¿Valía la pena esto?
¿Qué secreto habrá detrás el martirio?
No vamos a entender el martirio por lógica. Hay otra cosa ahí. Yo he conocido, y lo considero una gran suerte, a varios misioneros oblatos que se pueden considerar mártires. Detrás de su vida había un gran sentido de misión y un gran amor.
Nunca había pensado en mi vida que iba a llegar a conocer a un mártir. Sin embargo, me he encontrado con varios, como media docena. Voy a mencionar a cuatro. Comienzo con el obispo oblato
Mons. Benjamín de Jesús, muerto en 1997 y el
P. Rey Roda, muerto en 2008, los dos baleados en el sur de Filipinas. Murieron por ser cristianos, sacerdotes y misioneros, porque molestaban como tales en un ambiente de extremismo musulmán. Añado los nombre de dos otros donde la cosa no es clara pero murieron en el ejercicio su misión probablemente porque molestaban al narcotráfico; son el
P. Luís Schwenker que perdió su vida en Colombia en 2004 y el
P. Ricardo Junius que falleció en México en 2007. Los dos creemos que murieron asesinados aunque luego el hecho se quiso disimular como accidente en un caso o suicidio en el otro caso.
No se puede entender el martirio con lógica, hay que sondear el corazón de los que dieron su vida. Sobre todo se deben buscar el sentido de este testimonio en lo que estamos celebrando hoy. ¿Qué fiesta estamos celebrando? ¡El domingo, fiesta semanal de la resurrección de Cristo!
Cristo Mártir: El “testigo fiel”
El martirio de los cristianos sería una locura si Cristo no hubiera resucitado. Su pasión y cruz, con otras palabras su martirio, está detrás del testimonio de cada uno de sus santos. La Biblia lo llama mártir en alguna parte; Jesús es:
“el testigo fiel, el primer nacido de entre los muertos, el rey de los reyes de la tierra” (Apoc 1,5).
Como muchos otros mártires también Jesús podía haber evitado la muerte pero sabía él que sin esta última prueba de su amor el mundo no podía ser salvado. El secreto del martirio cristiano está entonces en Jesús. Cuando los mártires oblatos de Madrid murieron con las palabras “viva Cristo Rey” se ve muy bien la conexión.
¿Cómo se llega a ser mártir? Yo creo que es nunca por casualidad. Tampoco porque uno quiere y se siente muy fuerte para, como se dice, “luchar hasta las últimas consecuencias”.
Si leemos el relato de la pasión y muerte de Jesús tenemos ahí el fracaso de Pedro. El quería luchar como un soldado, sí. Pero no arriesgar la cruz – por eso negó a Jesús tres veces.
¿De dónde viene entonces la fuerza para ser testigos valientes, hasta el martirio? Viene solo de la unión con Cristo. Hay muchas formas de lograr esta unión con Cristo. Uno de los caminos es la espiritualidad de los oblatos.
El martirio y la espiritualidad oblata
Nuestro tema de esta mañana reza: el martirio en la espiritualidad oblata. Los Padres y Hermanos que están aquí son Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Hay también Hermanas Oblatas, y Laicos - Asociados, adultos y jóvenes, y la AMMI. ¿Será que la espiritualidad oblata puede darnos fuerza para el testimonio, hasta el martirio? Yo definitivamente creo que sí.
Diremos tres cosas: explicaremos el significado de la palabra “oblato”, miraremos el ejemplo de San Eugenio de Mazenod y buscaremos inspiración en algunos mártires oblatos más.
El significado de la palabra “oblato”
Ya la primera indicación está en la misma expresión “oblato”. Oblato quiere decir: una persona que se convierte en una ofrenda para Dios, se da totalmente, - hace oblación de sí mismo, decimos. Esto se expresa en los votos de castidad, pobreza, obediencia y perseverancia, y a través de los votos en la vida de cada día. Para eso los oblatos nos inspiramos en la cruz de Jesús cuya imagen llevamos porque él fue la victima por nuestra salvación.
Nos inspiramos también en María Inmaculada que dijo sí a la propuesta de Dios – sin conocer las consecuencias. Somos también oblatos según el modelo de fe y entrega de María, Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
San Eugenio reza por “la perseverancia final y también el martirio”
Vamos a decir algo más sobre la espiritualidad oblata destacando como ha sido vivida concretamente. En segundo lugar digamos entonces que San Eugenio deseaba para sí mismo la gracia del martirio. Fue una de las intenciones de su primera Misa. Pedía “la perseverancia final, y también el martirio, o al menos la muerte en la asistencia a los apestados”. Sabía que a lo mejor no iba a derramar su sangre por Cristo. Por eso añade: “al menos la muerte en la asistencia a los apestados” y luego explica: “el martirio de la caridad no tendrá menor recompensa que el martirio de la fe” (26.01.1854: carta a un misionero, gravemente enfermo).
Todo eso tiene su base en la oblación de San Eugenio. Dice por ejemplo “quiero vivir sólo por Ti” (en la conversión importante el Viernes Santo 1807); o “todo por Dios” (en vísperas de su ordenación sacerdotal); o “ser todo para Dios y todo para todos” (notas de un retiro); quiere dedicarse al Evangelio para “servirlo sin reservas y consagrar mi vida a la difusión del Evangelio” (Jueves Santo 1916, en sus primeros votos).
De hecho una vez, en 1814 casi murió de tifus porque se contagió atendiendo a enfermos en su ciudad natal, Aix (Francia). Eran soldados austríacos, prisioneros de guerra, y él reemplazó al capellán que ya había fallecido de la epidemia; Eugenio contribuyó luego su curación del tifus a la oración insistente de los jóvenes de su gran grupo juvenil.
Unos 80 mártires oblatos
En tercer lugar, como San Eugenio, siempre ha habido oblatos dispuestos a dar su vida por Cristo. Aproximadamente 80 oblatos se pueden considerar como mártires, seis de ellos en el Laos, 15 de Polonia y 23 en España que van a ser beatificados el 17 de diciembre, y todos los demás.
Menciono algunos nombres de estos 80 mártires: el
P. Mario Borzaga, misionero en el Laos y asesinado en 1960 por la guerrilla comunista junto con
el catequista Thoj Xyooj (léase Tho Shiong); en total hay seis misioneros mártires oblatos de Laos en camino a la beatificación. Hace exactamente 20 años murió asesinado el obispo
Mons. Yves Plumey (1991) misionero en el Camerún. En 1987 fue asesinado en Sri Lanka el
P. Michael Rodrígo mientras celebraba la Misa. El
P. Mauricio Levebrve baleado 1971 en Bolivia, en la revolución de Banzer; esto hace exactamente 40 años.
No hay ningún mártir oblato en el Paraguay, los oblatos no tenemos a ningún San Roque González de Santa Cruz – pero mártires de caridad sí, los hay entre los misioneros oblatos. Siempre me quedaba impresionado visitando la tumba de los tres jóvenes oblatos enterrados en Esteros (Chaco), nuestra primera misión. En los años 1930 los Padres Pablo Stahl y José Otto, y el Hermano Guillermo Wilbert murieron de enfermedad porque allí no había asistencia médica, y los tres murieron a la edad de unos 35 años.
Finalmente
los 23 mártires oblatos españoles pueden inspirarnos mucho (bueno, son 22 oblatos y uno es un laico, Don Cándido Castán). Hay cinco sacerdotes, como el Provincial P. Francisco Esteban quien encabeza el grupo, hay tres hermanos como el Hno. Ángel Bocos, y catorce escolásticos.
Se puede ver que para por lo menos para algunos un posible martirio ya formaba parte de su espiritualidad. “¡Qué dicha sería la de morir mártir!”, son palabras textuales del futuro
P. Gregorio Escobar, en una carta escrita a su familia cuando se estaba preparando para la ordenación.
Otro escolástico, de nombre
Hno. Publio Rodríguez escribe desde el seminario a su madre, acompañando el regalo de una cruz: le dice: Mamá, “piensa que todo lo que suframos por Él, por mucho que nos parezca, será poco para lo que Él nos ama y sufrió por nosotros.” - Tras el martirio de Publio, su madre quiere dar con las huellas de su hijo entre las ruinas de la cárcel. Dice su hermana: “De repente comenzó a gritar: ¡Aquí, aquí! Entramos con ella y vimos toda la pared escrita. Pude ver cómo en un rincón había unas palabras que destacaban más que las otras, porque estaban escritas en rojo, y que decían: `Madre, me llevan a matar, muero por Dios. No llores, me voy con Dios. ¡Viva Cristo Rey!’ y firmaba Publio”.
Así recordamos en este congreso juvenil a todos los mártires oblatos, en ocasión de la beatificación de nada menos de 23 de ellos. Y no solo los recordamos; buscamos entrar en la espiritualidad que ha dado fuerza a todos estos como mártires oblatos. Para esto hemos regresado hasta San Eugenio que les ha transmitido este espíritu de oblación, de entrega total. ¡De esta manera estamos celebrando los 150 años de su muerte con una beatificación! Sobre todo hemos hecho referencia a Jesús, el “testigo fiel” que está en origen de todo martirio.
El martirio y la misión
Para concluir solo hace falta dar un paso más; el martirio tiene que entrar a formar parte de nuestra misión. Les propongo brevemente tres pistas: la constante conexión con el martirio de Cristo, la intercesión de los mártires y el espíritu de oblación en nuestra actividad misionera.
Lo principal es la conexión con Cristo, el “testigo fiel”.
Él sabe que el apostolado no es fácil y nos advierte que a veces tendremos que ir como ovejas entre lobos. Pero Jesús siempre nos anima:
“Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, y ésa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces por su defensa. Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus opositores podrá resistir ni contradecirles. … Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su cabeza se perderá. Manténganse firmes y se salvarán." (cf. Lc 21,12-19)
En segundo lugar, los santos no solo nos sirven como grandes ejemplos; son también nuestros intercesores.
Ustedes van a tener oportunidad de misionar. ¿No sería una buena idea de invocar a alguno de los mártires que hemos mencionado, mientras se camina de una casa a otra? Pidamos ayuda al Beato José Cebula, o a los mártires de España, o a la misma Virgen María, Reina de los Mártires. No vamos como en una visita privada, vamos en calidad de testigos de Cristo viviente.
Y finalmente, misionemos con espíritu de oblación, es decir de entrega total.
Eso no quiere decir que nos comportemos como fanáticos, o que trabajemos sin ningún tipo de descanso pero sí significa asumir las fatigas, aguantar un poco en caso que no seamos tan bien recibidos, o estar dispuestos a una caminada extra a un enfermo si se nos pide. Todo lo haremos conscientes, con los mártires, de que Cristo ha se ha entregado aún con mucha más generosidad; con la misión nada más le expresamos nuestro agradecimiento a Jesús.
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Así nosotros del congreso en Paso Yobai ya entramos a formar parte de la gran misión para la cual Cristo fundó su Iglesia. Como cristianos todos somos llamados a ser discípulos y misioneros. En la gran misión de Dios el martirio es una realidad siempre actual, ya que muchos cristianos siguen siendo perseguidos. Se habla de unos 40 países en los cuales se persigue a los cristianos, y de miles de mártires cada año. No en vano dijo Jesús:
"El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que sacrifique su vida por causa mía, la hallará.” (Mat 16,14-15)
Este congreso juvenil nos pone en solidaridad con todos estos testigos, y en especial con los mártires oblatos de los últimos 150 años desde el nacimiento al cielo de San Eugenio. Confiemos mucho en nuestros mártires, porque come se dice, “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.” Con ellos nuestra misión tendrá la misma cosecha abundante que la misión de Cristo Resucitado y sus apóstoles cuando comenzaba a correr la gran noticia de su triunfo sobre muerte, pecado y todo mal.
Charla en el Congreso Juvenil OMI del Paraguay
Paso Yobai, 18 de setiembre del 2011
P. Guillermo Steckling o.m.i.