"La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha." Lc 10,2
En el evangelio de Lucas, Jesús hace notar a sus 72 misioneros, listos para partir, que hay una abundante cosecha para el Reino de Dios pero que faltan trabajadores. ¿Estaríamos de acuerdo? Puede ser que veamos esta necesidad que Jesús ve, aunque creo que probablemente la percibimos con menos sentido de urgencia.
Ahora, ¿por qué Jesús nos pide que roguemos al dueño de los campos que envíe trabajadores? ¿Será que nosotros debemos recordarle al Gran Patrón sus responsabilidades? ¿Nosotros que apenas comenzamos a darnos cuenta de las dimensiones de la tarea?
Según parece, Dios quiere que se le pidan las cosas que él ya está dispuesta a dar. "Pidan y se les dará" (Mt 7,7). ¿Por qué es así? Una imagen tal vez lo explica: pedir es como abrir la boca de una bolsa; si no ensanchamos la entrada de la bolsa las cosas buenas no van a entrar sino caer al lado, al suelo donde se ensuciarán.
"Pidan al dueño de los campos…" Ya las primeras comunidades de fe, en la época cuando se escribían los evangelios, sentían la presión de la cosecha y la falta de mano de obra. Jesús las anima, a través de su Espíritu, a que pidan ayuda. No quiere que se agoten luchando solos aunque tampoco consiente que recluten a cualquiera. Necesitan como ayuda gente auténticamente misionera, es decir enviada por Dios.
También nosotros hoy sentimos la presión de la cosecha de Dios. Cada sector de la Iglesia - los coordinadores y catequistas, los grupos misioneros y movimientos, los religiosos y el clero - necesitan refuerzo. Nos impacientamos: ¿Por qué aún no llega este refuerzo?
¿Por qué tarda el refuerzo? ¿No será tal vez porque no sabemos pedir, porque "pedimos mal" (Sant 4,3)?
"Pidan que envíe trabajadores a su cosecha" nos dice Jesús y nos indica así que solo vamos a ser escuchados en nuestro pedido por vocaciones si nuestra atención se concentra sobre todo en la urgente cosecha. No hagamos pedidos pensando en primer lugar en las carencias de nuestras pobres organizaciones, en las estadísticas, la falta de número de efectivos, etc. ¡La cosecha es la que nos tiene que preocupar!
¡Pidamos solo ayuda para salvar la cosecha! Dios sabrá cómo y cuándo enviar obreros a las parcelas más necesitadas de su campo, roguémosle por un envío de obreros entonces. No se olvidará tampoco de nuestro sector particular, dentro de la Iglesia, pero tendrá las prioridades que son las suyas.
Si sabemos pedir así, nuestro corazón se asemejará un poco más al corazón de Dios. Nos hace falta compartir la compasión que él nos pone delante como gran ejemplo en la persona de su Hijo. ¡Cuántas veces Jesús cambiaba su programa cuando veía ovejas sin pastor, y nosotros somos tan poco flexibles!
Decía San Eugenio, fundador de los oblatos: "¡Qué inmenso campo se les abre!" Los campos ya están blancos para la cosecha y el segador ya está recibiendo su salario (Jn 4,35), ¡Señor envía misioneros a esta cosecha, que es tuya y que quieres que sea nuestra también!
No hay comentarios:
Publicar un comentario