Llamados a convertirnos en imagen y semejanza del verdadero Dios
El ser humano es imagen de Dios - “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” dice la Biblia (Gen 1,26). Dios es el original, nosotros somos una imagen que salió de manera más o menos lograda. Si el retrato no tiene mucha similitud no por eso tengamos en menos el original. Sobre todo, no tratemos de cambiar al original, que es Dios, según nuestra conveniencia. Él solo es santo, es tres veces santo y no se le debe tocar ni retocar el original.Jesús nos ha revelado la verdad sobre Dios. Ahora sabemos que Dios es una trinidad, que es la Santísima Trinidad. Esto significa amor y armonía entre tres personas muy distintas - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo - que por su amor y armonía constituyen un solo Dios. Dios arde como fuego de amor y sus tres personas se funden en este fuego en un solo Dios. Al mismo tiempo su amor rebosa hacia nosotros y Su misericordia se extiende como el mar.
A veces nos asusta nuestro poca semejanza a Él; somos imágenes tan lejos de ser perfectos. ¿Qué debo hacer para asemejarme más al Dios que reveló Jesucristo?
Esto no se logra sólo con la reflexión sino hay que practicar. Practicar el asumir las diferencias entre nosotros, manteniendo cada uno su personalidad única y al mismo tiempo viviendo en amor y armonía. Respetarnos como somos y no querer que todos seamos del mismo molde. Por algo existen seres tan diferentes como lo son hombre y mujer, niño y anciano, paraguayo, indígena y extranjero, la persona muy dotada y afortunada y gente pobre y sufrida. Si creemos en la Trinidad llegaremos a reconocer que nadie puede lucirse sólo él o ella como imagen de Dios. Todos juntos, sí, abiertos a la gracia de Dios y por el trato que nos damos y la caridad que nos tenemos mutuamente, llegaremos a ser más y más imagen y semejanza de Dios.
Toca sentir y actuar siempre “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
(Publicado la primera vez en sicprensa.)
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