Jesús vino a proclamar el Reino de
Dios - un nuevo orden del mundo donde Dios es nuestro soberano. Lo explicaba de
múltiples formas: este régimen nuevo es como una semilla, como la levadura,
como una red... Hoy tal vez diría: el Reino de Dios esta en nuestras relaciones
El Reino de Dios lleva entonces consigo un cambio profundo en la manera cómo nos tratamos mutuamente.
Dios es, según la fe de los cristianos, Trinidad, es
decir relación de amor puro entre tres personas divinas muy distintas que
juntas son un solo Dios. A través de Jesús, esta manera de comunión en el amor
irrumpe con fuerza en nuestro mundo lleno de apatía, odio y frialdad y
constituye la característica más destacada de sus discípulos.
Es verdad, nos cuesta relacionarnos de un modo donde no hay rechazo alguno,
donde nos abrimos a todos. Dice el documento final (DF) del último sínodo de
toda la Iglesia (sobre la sinodalidad): "se expresó la tristeza por... el cansancio
generalizado para experimentar plenamente una sana relacionalidad entre hombres
y mujeres, entre generaciones y entre personas y grupos de diferentes
identidades culturales y condiciones sociales, especialmente los pobres y
excluidos" (DF 36).
¿Tendremos fuerzas para una "conversión relacional" (DF 56)
¿Qué nos puede hacer caminar por este sendero?
Nos puede motivar incluso el amor a nosotros mismos: el encuentro con la
alteridad, con personas que son diferentes, es indispensable para nuestra
propia maduración.
También pensemos que al final de la vida seremos examinados sobre el amor, como
dice San Juan de la Cruz.
Sobre todo, estemos convencidos que la acogida de las personas, sobre todo la hospitalidad brindada a aquellas que son diferentes, el esfuerzo para que cualquiera se sienta bien y a gusto con nosotros equivale a anunciar con fuerza la buena noticia del Dios-Amor. Por el buen trato, por la calidad de sus relaciones se reconocerá a los cristianos, se descubrirá la verdad de su mensaje y se propagará el Reino de Dios.
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