Misioneros Oblatos de María InmaculadaEl estado de la CongregaciónInforme del Superior General para el Capítulo de 20105ª parte |
6. Habiéndose mejorado la calidad de la formación inicial y permanente, somos llamados ahora a cruzar aún mas las fronteras.
Mi impresión general es que la Congregación ofrece a sus miembros una formación de buena calidad. Nuestra formación inicial profesa unos valores excelentes; ella pretende fomentar :
- El seguimiento de Jesucristo según el carisma oblato.
- El amor misionero a los pobres del mundo de hoy.
- Disponibilidad para las necesidades de la Iglesia.
- La centralidad de la comunidad.
- La centralidad de la persona, etc.
En general, vamos por este camino. El hecho de haber desarrollado nuestros directorios locales de formación sobre esta base constituye un importante paso en la cooperación más allá incluso de los límites de cada unidad. Una de nuestras debilidades es la falta de formadores capacitados, lo que se ve agravado por el un excesivo número de casas de formación.
Nuestra formación permanente a menudo se organiza hoy según grupos de edad, como los que están en los primeros cinco años de ministerio, los de mediana edad y los que están por encima de los setenta años, etc. Se acepta más y más que ella es “el lugar normal de la formación oblata (...) en un proceso de evangelización recíproca” (C. 48) y no sólo por medio de seminarios y estudios. En cuanto a las actividades extraordinarias, se tiende a enfocar y planear mejor los períodos sabáticos, buscando profundizar nuestras vidas según nuestro carisma oblato.
Se tratan los estudios superiores de distintos modos según la cultura de la provincia; mientras que en una provincia el que alguien emprenda estudios de postgrado puede ser una rara excepción, en otra parte se espera que casi todos los oblatos se tomen un tiempo de estudio pasados algunos años de ministerio. Puede observarse que la responsabilidad de la provincia sobre un instituto de enseñanza superior o sobre ciertos ministerios como asesoría o dirección ayuda a enfocar dichos estudios. Éstos deberían planearse teniendo siempre presente las necesidades misioneras de la amplia comunidad oblata.
En el nivel de la congregación, ha habido una tendencia a ofrecer más ocasiones de formación permanente por medio de la Administración General: se han seguido las sesiones de superiores mayores, la Experiencia de Mazenod y las sesiones de formación para formadores; se ha ofrecido formación para los ecónomos (en Roma y en el nivel regional) y en cuanto a la JPIC, ha aumentado la formación y se han introducido sesiones animadas por parte de miembros del Consejo General en el nivel de la unidad. Gran parte de la distribución anual del fondo de Solidaridad va a financiar la formación permanente, especialmente por medio de estudios superiores.
En todo el área de la formación hay también muchas preocupaciones que han de reconocerse honestamente y hacerse frente:
a) En algunos casos, hay una desproporción entre los esfuerzos por la formación y los resultados.
La duración media del proceso de formación se ha mantenido en aumento. El proceso en conjunto se ha hecho largo: la combinación de uno o dos años de prenoviciado, el noviciado, cinco o seis años de estudios, la regencia y la iniciación en la pastoral hacen que se llegue fácilmente a entre ocho y once años de tiempo de formación inicial. Ello sin contar otros programas como juniorados (especialmente en Asia), comunidades jóvenes y programas asociados. ¿No deberíamos preguntarnos cómo se ve esto junto a otras carreras académicas similares en cada país?
Mirando a los últimos 15 años atrás, observamos el hecho de que un 53% son de media los que hacen votos perpetuos de entre aquellos que hicieron su profesión primera. Hay diferencias entre las regiones, pero hemos de considerar que en algunos países se estudia la filosofía antes de la profesión primera y en otros después. De todos modos, el gráfico de abajo muestras algunas variaciones entre los tres períodos quinquenales pasados en cuanto al porcentaje de formandos que cada año hacen sus votos perpetuos.
Al mismo tiempo, encontramos el fenómeno de que un número de jóvenes hermanos, sacerdotes o incluso diáconos tras un período de formación tan largo se meten en serias dificultades e incluso abandonan la Congregación. En los últimos 15 años, nos ha dejado uno de cada diez de los que hicieron sus votos perpetuos.
Ambas preocupaciones, la duración de la formación y los problemas de perseverancia, los compartimos con otros grupos de la Iglesia. Incluso en los niveles más altos se hacen estas preguntas: ¿Nuestra formación crea en último término sujetos dependientes, dado que los hemos resguardado durante tanto tiempo?. ¿Crea nuestra formación expectativas irracionales sobre los desafíos de la vida real?. ¿Es correcto el tamaño de los grupos de formandos? y, en el diseño de nuestro sistema de formación, ¿cómo podemos crear grupos que no sean ni muy pequeños ni muy grandes?. Algunos lanzan ideas de que deberíamos dispersar nuestra formación entre un período más amplio, haciendo entremedias algunos años de trabajo misionero. En la Intercapitular se sugirió también que examináramos nuestros criterios de aceptación de candidatos y se sintió que necesitamos un mejor discernimiento.
Estas preguntas nos acompañarán durante un tiempo. Una conclusión que podemos hacer ya es que necesitamos un número suficiente de formadores preparados, dispuestos a asumir el ministerio de la formación durante un largo tiempo de sus vidas.
b) Durante largo tiempo nos hemos estado quejando de la falta crónica de formadores capacitados, problema que se ve agravado por nuestra dificultad de reducir el número de casas de formación pequeñas.
Durante los últimos 24 años, al menos, se ha subrayado una y otra vez la falta de formadores capacitados . A menudo es consecuencia del considerable número de casas de formación que mantenemos, incluso si tenemos sólo unos pocos estudiantes. En la actualidad, contamos con 30 escolasticados (o posnoviciados ), 16 de los cuales tienen más de una docena de formandos residentes. Para crédito de algunas partes de la Congregación, hay que decir que se ha tratado con éxito en ciertas regiones o subregiones la dificultad de las pequeñas casas de formación, así como en el contexto de reestructuración de unidades pequeñas en provincias más grandes. Los encuentros de formadores, la elaboración de criterios y directorios comunes de formación y el cumplimiento de las Normas Generales de Formación Oblata abren el camino para tales movimientos. Sugiero que el Capítulo tenga presente en mente la necesidad de equipos cualificados de formación cuando discutamos las estructuras de nuestra Congregación.
Un informe reciente del portador de nuestra cartera de formación, el P. Paolo Archiati, dice lo siguiente, resumiendo yo:
La formación no se ve aún por parte de todos los oblatos como un ministerio prioritario del que depende la calidad no sólo de nuestros misioneros, sino también de nuestra misión. Somos “especialistas en misiones difíciles”, pero ¡la formación bien podría ser hoy la misión más difícil!
Tenemos casas de formación con demasiados pocos formadores, noviciados con un sólo maestro de novicios como formador. Mi propuesta aquí sería que en nuestros noviciados haya, además del maestro de novicios, al menos otro formador (R.57a) y que haya un equipo de, al menos, tres oblatos en nuestros posnoviciados.
No deberíamos tener un noviciado abierto con menos de tres novicios, ni un posnoviciado con menos de siete u ocho candidatos.
Yo sólo puedo estar de acuerdo con estas observaciones. Teóricamente, se pueden pensar muchas soluciones cuando el número de formandos es reducido: casas interprovinciales de formación, casas de formación regionales, casas intercongregacionales en un país determinado (esto último aún no se ha intentado) o distribuir a nuestros estudiantes por toda la congregación. El informe antes mencionado continúa:
Noviciados. Tenemos, hoy, 22. Son demasiado numerosos. Propongo dos noviciados en cada región. Posnoviciados. Tenemos 30. Son demasiado numerosos. Mi sugerencia aquí podría ser lo siguiente: un posnoviciado para Canadá-EE.UU, dos para Europa, dos para Latinoamérica, cuatro tanto para Asia como para África. De nuevo yo dejaría aquí a las conferencias regionales el estudio, la implementación y los detalles. Esta propuesta reduciría también el número de nuestros posnoviciados a 13.
Si se siguiera la recomendación u observación del P. Archiati, la Congregación podría estar mejor equipada de cuadros para los nueve noviciados y los trece posnoviciados, tanto con formadores bien preparados como que representen el carácter internacional de la Congregación.
Hay muchos modos de llegar a decisiones acerca de ello: por medio de acuerdos entre provincias, con cambios en la Regla que den a las regiones ciertos poderes o por medio de fuertes decisiones del Superior General en Consejo. Con las Constituciones y Reglas actuales, el Superior General en Consejo tiene el poder de confirmar el nombramiento de formadores y de aprobar posnoviciados y noviciados. Aunque ello puede usarse activamente para alcanzar un número de casas de formación más racional, sería de desear que el Capítulo ofrezca una orientación sobre ello.
c) Se ofrece una formación específicamente misionera e intercultural, pero no disponible aún en todas partes.
Una formación específica misionera no siempre está disponible a nuestros estudiantes ya que, en cuanto a nuestros estudios, nos servimos de los centros diocesanos, de los que obtenemos formación para el trabajo parroquial, pero no necesariamente para una misión con los más pobres y abandonados y “ad gentes”. Se han hecho algunos esfuerzos para enriquecer nuestro currículo con cursos especiales de misionología, JPIC, medios de comunicación social, etc. Los oblatos han apoyado también centros de estudios de las conferencias religiosas o han iniciado nuevas empresas como el instituto de misionología de Kinshasha, el Instituto Asiático de Teología en Sri Lanka o la formación para el ministerio en San Antonio.
Para la formación misionera práctica, estoy convencido de que cada uno de nuestros estudiantes debería pasar un año fuera y en una cultura diferente, con la oportunidad de aprender un lenguaje internacional adicional. Nos damos cada vez más cuenta de que ésta es una necesidad muy práctica, por ejemplo a la hora de buscar traductores para nuestro Capítulo General. Estudiar o realizar una misión en una cultura distinta es un medio poderoso de maduración, en los niveles humano, espiritual y misionero.
Las casas interprovinciales de formación recorren un largo camino para asegurar una formación más misionera. En la actualidad un tercio de nuestros escolasticados puede considerarse internacional, si tomamos como criterio que más de un 10% de sus formandos vienen de fuera. De acuerdo a dicho criterio, cerca del 36% de nuestros escolásticos y hermanos tienen alguna experiencia de formación internacional durante sus estudios y un 64% no. El siguiente gráfico muestra la imagen de nuestras casas de formación de posnoviciado más grandes.
Merece ser mencionado en este contexto que nuestro Escolasticado Internacional Romano a lo largo de sus 129 años de historia ha servido bien a la Congregación. También en años recientes ha estado completo en su capacidad, es decir, 23 estudiantes. Continúa necesitando apoyo por parte de la Congregación en términos de formadores y estudiantes. Es digno de notar que un escolasticado internacional regional planea abrir sus puertas en las Filipinas el próximo año, resultado del último Capítulo General.
d) Los estudios superiores han de estar más íntimamente conectados a las necesidades de la misión.
Los estudios superiores tienen un gran potencial para beneficiar el modo en que comprendemos nuestra misión, y en la práctica, encarnar e inculturar el Evangelio. Al mismo tiempo, ello requiere muchos recursos de personal con capacidades, así como económicos. ¿Cómo podemos ser más activos y más efectivos en cuanto a los costes en este campo?. Para un oblato, el deseo de estudiar debería ser conforme a las necesidades de una misión concreta, sea la enseñanza, ministerios o la administración. Tenemos una tradición de estudios superiores de apoyo a la formación, pero ¿qué hay de apoyar otras “vías de evangelización?. Las ciencias humanistas concretas pueden ayudarnos a interpretar mejor cómo deberíamos responder a nuestro contexto.
7. Habiendo logrado una gran reorganización, somos llamados a tomar más decisiones sobre el gobierno.
Esta asamblea decidirá de qué modo queremos continuar en el camino de adaptación de nuestra organización a las necesidades de la misión. Cuando discutamos posibles cambios, nuestra atención habrá de ir a nuestros valores. Han de contemplarse y sopesarse valores en conflicto como interculturalidad-inculturación, centralización-subsidiaridad, liderazgo efectivo-confort familiar, uno frente al otro.
Las cifras merecen también atención. Lo que movió al Capítulo de 2004 a mandar un estudio sobre el gobierno fue el hecho de que nuestra Congregación es hoy un 45% más pequeña que en 1966, cuando alcanzó su pico más alto.
El crecimiento de las provincias, delegaciones y misiones oblatas es naturalmente desigual. Unas cuantas de nuestras delegaciones, por ejemplo, han estado creciendo rápidamente: Zambia, India, Pakistán, Senegal y Ucrania han aumentado todas en los últimos nueve años en un 80% o más. Sin embargo, no podemos esperar que pase esto en todos lados. Al analizar el crecimiento de una provincia o delegación y reflexionar sobre las complejas razones que hay tras dicho crecimiento o decrecimiento de las cifras, hemos de percibir que la riqueza en vocaciones es fundamentalmente un don y sólo en una pequeña proporción el resultado de nuestros esfuerzos. Al hacer frente el crecimiento desigual, resulta lógico que nuestras estructuras se adapten a los nuevos desarrollos. Diez de nuestras unidades más grandes han perdido el 20% o más de sus miembros en el mismo período de nueve años. La Congregación ha respondido a los cambios con un gran número de procesos de reestructuración. Éstos se han asumido por el bien de la misión y de la vida oblata.
¿Qué hemos aprendido en el ejercicio de las reestructuraciones?. Por un lado, la creación de provincias más grandes ha llevado generalmente a una planificación misionera más rigurosa, a unos procedimientos de formación más claros y a una administración más profesional. Es fácil encontrar gente para nuevas empresas o para tareas concretas en un grupo de 120 que en uno de 20. Un descubrimiento de la experiencia es que debemos adaptar la organización de nuestra Congregación de modo que las provincias permanezcan lo suficientemente grandes. Por otro lado, hemos aprendido que no ha de descuidarse el nivel local: la creación y animación de zonas, sectores o distritos ha de complementar el mayor tamaño de la provincia. Necesitamos aprender más sobre las estructuras apropiadas en una unidad más grande.
Se necesitaría también la reestructuración en el nivel de la Administración General. Mi experiencia a lo largo de las tres últimas administraciones me sugiere que necesitamos menos legislación y gobierno y más acompañamiento y poner en práctica las decisiones por parte de la administración. Merece que se preste atención a la idea de introducir secretariados para la formación y la misión. Una celebración menos frecuente de los capítulos podría permitir una mejor implementación.
Me doy cuenta de que los cambios de las estructuras pueden ser inquietantes. Requieren una nueva reflexión sobre nuestros valores y nuestros propósitos; nos llevan a vivir y trabajar juntos con oblatos que antes no conocíamos bien. Por otro lado, tales cambios efectivamente nos renuevan, como ocurre con las familias que “amplían sus tiendas”, un nuevo matrimonio hace aparecer nuevas caras.
8. Habiéndose incrementado la solidaridad económica, somos llamados a trabajar por una administración más competente y un aumento de los ingresos locales
“Seguimos las huellas de un Maestro que se hizo pobre por nosotros” (C. 19) y con Él proclamamos “la llegada de un mundo nuevo liberado del egoísmo y dispuesto a compartir” (C. 20). Teológicamente, la pobreza en que Jesús vivió expresa el amor hasta el extremo de Dios para con nosotros. En términos prácticos, en su vida pública esta pobreza quedaba configurada por su misión de itinerante: en esta penuria ello significaba que frecuentaba a gente que le acogían y que eran sus benefactores; Él incluso nombró a un administrador de la bolsa común. Al seguir al “Salvador crucificado” (C.4) nuestra pobreza voluntaria habrá de hablar de la lógica de la cruz de Dios y nos habrá de permitir “anunciar a Cristo y su Reino a los más abandonados” (C. 5). Al mismo tiempo, necesitamos ciertos medios para esta misión. El principio que hemos establecido es que “los bienes temporales del Instituto están, ante todo, al servicio de la misión” (C. 150).
El tiempo de Jesús era distinto del tiempo en que nuestra Congregación fue fundada y nuestra relación con los bienes temporales necesarios para la misión ha cambiado en décadas recientes. Por ejemplo, nosotros, religiosos apostólicos, contamos menos que antes con los ingresos provenientes de la agricultura, pagamos a más empleados, dirigimos más proyectos sociales financiados por donantes externos y progresivamente contamos más y más con las inversiones. ¿Cómo influye esto en la forma en que vivimos nuestros votos?. Mientras hemos de tomar en serio la parábola de los talentos y buscar ser buenos administradores, ¿no necesitamos también la libertad interior para compartir todo y para renunciar a lo que se interpone entre nosotros y el Señor?. ¿No hay un llamamiento a la conversión para nosotros en los valores que se mencionan en nuestras Constituciones y Reglas, especialmente en las CC.19-22?. Extraeré algunos de estos valores: comunión más íntima con Jesús y los pobres; aprender de los pobres; paciencia, esperanza, solidaridad; estilo de vida sencillo; desprendimiento evangélico; ley común del trabajo; pobreza voluntaria...
El informe sobre las finanzas mostrará que, en los últimos 12 años, la tendencia ha sido de una mayor solidaridad entre nosotros, a medida que nuestra Congregación se desplaza hacia países más pobres y crece en ellos. Al tiempo que ha continuado el compartir de recursos para proyectos específicos, el énfasis se ha puesto en distintas iniciativas de transferencia de capital: Compartir de Capital I y II y la Campaña de Recursos Misioneros (MRC).
Debemos agradecer concretamente a ciertas provincias que han ido más allá de la contribución que lógicamente se esperaría de ellas. Permitan que mencione algunas: la Provincia de EE.UU. que ha hecho de la campaña MRC un éxito; España, por su política de dar a la Congregación el 10% de todas las ventas de inmuebles, las provincias Anglo-irlandesa y de Bélgica-Países Bajos por dar contribuciones extras al Compartir de Capital II; la provincia Anglo-irlandesa por su ayuda suplementaria anual distribuida por medio del Gobierno Central. Más recientemente, Brasil ha decidido asumir una política de dones suplementarios anuales al Gobierno Central al servicio de la Congregación.
Es lógico que una congregación que trabaja para los pobres y entre los pobres haya de contar, hasta cierto punto, con reservas financieras e inversiones. En nuestras campañas de solidaridad, se subrayó siempre que los recursos de fuera han de acompañarse con ingresos ganados por medio del trabajo y de la financiación local. Se subrayó también la importancia de una administración profesional. En definitiva, en la Congregación estamos hablando cada vez más de la autosuficiencia de las provincias como el objetivo a alcanzar, e incluso como criterio para ser provincia; sin embargo, no hemos llegado aún a hacer realidad aquello por lo que nos estamos esforzando. Será la animación local lo que marcará la diferencia. Algunas unidades han prestado seria atención a los ministerios que generan ingresos y a la financiación local, pudiendo mostrar un cierto éxito.
Los cambios en la Congregación han alcanzado hoy día un punto en que es necesario un cambio de modelo económico. El modelo del Norte ayudando al Sur cada vez funciona menos. En una familia se espera que los padres cuiden de sus hijos, pero llega el momento en que los hijos han de cuidar a sus padres. Hay más detalles sobre ello en el informe del tesorero.
Déjenme concluir este punto mencionando que una estructura que se ve directamente afectada es la misma Administración General. Por un lado se ha permitido reducir los activos netos de la Administración General al servicio de la Congregación en el contexto de la Campaña de Recursos Misioneros. Fue decisión nuestra permitir una cierta reducción. Por otro lado, los activos netos han descendido durante la crisis financiera de 2008 y debido a que la Administración General tuvo que responder a crisis económicas en distintas unidades. En resumen, el próximo Superior General y su consejo van a tener menos recursos para hacer frente a las emergencias. Los nuevos activos no restringidos de la Administración General permitirá a la Administración General trabajar durante un año si no hay otras fuentes de ingreso. En 2001, el patrimonio neto podía mantener las operaciones de la Administración General durante tres o cuatro años.
Más allá del punto bajo actual, la situación es problemática en el nivel sistemático. Un signo claro de ello ha sido nuestro intento de vender la Casa General actual para sustituirla por algo que podamos permitirnos mejor. Si nos hemos metido en esta empresa tan discutida, ha sido como reacción a un desafío: ¿cómo podemos pedir menos fondos a una Congregación que no está viéndose bendecida con bienes materiales?. El 50% de los gastos de la Administración General tienen que ver con el complejo de Via Aurelia. Siguiendo el mandato del último Capítulo (TE 61-62), no nos hallábamos lejos de una solución viable cuando decidimos suspender el proyecto por la cercanía del Capítulo.
Tras la visión general del estado actual de la Congregación y de las tendencias más importantes que se pueden observar, este informe ha de contener también una parte que de cuentas de las actividades de la Administración General durante el período 2004-2010. Para no cortar el flujo de reflexión iniciado, he trasladado esta parte al Anexo.
[El anexo se encuentra en versión completa, sobre www. omiworld.org.]
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