En un reciente mensaje del P. Luís Lougen, OMI, superior general, me llamó la atención lo que sigue:
- "La Misión es de Dios. Como misioneros estamos simplemente llamados y enviados en una interacción de donación de vida con un Dios apasionado.
- Tal vez hemos sido constreñidos en la inercia por un sentido de ser sobrepasados por la realidad de los pobres de hoy, el poder de los medios de comunicación sobre la sociedad, la seducción de la globalización tecnológica y la indiferencia o el antagonismo hacia la religión/la Iglesia/ Dios en nuestras sociedad.
- Tenemos que reavivar las brasas de nuestra fe en las pequeñas cosas hechas con el poder de Dios que derribó a Goliat y los muros de Jericó. Nuestra fe ve el efecto del pequeño grano de mostaza, la levadura en la masa y el poder de la cruz. ¿Lo creemos?"
- "San Eugenio abrazaba a los pobres y donde fuera que vio necesidades comenzó a actuar y organizar una respuesta. Su corazón pertenecía a Dios y por eso pertenecía a los pobres."
- "Debemos discernir prioridades y evangelizaremos a través de pequeñas acciones evangélicas en favor de los pobres. Estoy convencido de que una tal evangelización se hace por y a través del testimonio de una comunidad que discierne."
Sí, es importante revisar si se cae en la simple costumbre de HACER por el simple hecho de que nos sentimos bién en esa acción, cuando muchas veces está plegada a nuestra negativa de dejar el hombre viejo de lado y comenzar a dar las respuestas que Dios, los demás y el mundo esperan de un misionero que lleva una vida de diálogo,organización,discernimiento,conversión, respuestas adecuadas a las necesidades y exigencias, evangelización a los pobres, compromiso, oración y revisión de cómo se puede ser cada día mejor servidor y crecer en santidad.
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