Informe al Capítulo General 2010 - 1ª parte: MISIÓN - CONVERSION


Misioneros Oblatos de María Inmaculada

El estado de la Congregación

Informe del Superior General para el Capítulo de 2010

1ª parte





San Eugenio dice acerca de los oblatos: “Su Fundador es Jesucristo, el mismo Hijo de Dios, sus primeros padres, los Apóstoles” (Regla de 1818). Al comenzar nuestro XXXV Capítulo General, momento de grandes cambios, congreguémonos en torno a Jesucristo, que en sentido pleno es nuestro verdadero fundador. Que la presencia de Cristo, su palabra y su Espíritu nos guíen en nuestro discernimiento.

Jesús afirma en Juan 5, 30: “no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”. Juzguemos como se nos ha dicho, escuchando juntos con un oído abierto a la voz del Espíritu, buscando la voluntad de Dios. Necesitamos una conversión profunda, abriéndonos a unas opciones que pueden ser otras las que podrían ser de nuestra preferencia, pero que están en consonancia con la voluntad de aquél que nos envía.

Este informe sobre el estado de la Congregación pretende ser un granito para una visión de futuro sobre nuestro trabajo misionero, que ha de ser desarrollado por este XXXV Capítulo y sus repercusiones posteriores. El informe no pretende ofrecer respuestas ya elaboradas, sino más bien pretende ilustrar algunas de las preguntas que todos nos hacemos.

A continuación, tras una reflexión introductoria sobre el tema propuesto por el Capítulo de la conversión, trataré primeramente de identificar los hitos de nuestra historia reciente; en segundo lugar, describiré algunas tendencias perceptibles que pueden constituir signos de esperanza, pero que también llaman a nuestra Congregación a la conversión; como conclusión, presentaré algunos imperativos para el futuro. Se puede encontrar en el anexo un recuento de los esfuerzos de la Administración General por responder a las expectativas del último Capítulo.

Este informe es el resultado de un esfuerzo de equipo del Gobierno Central. Queda completo únicamente con el informe del Tesorero General, que también ha sido revisado por el mismo cuerpo y que yo he aprobado.

Una misión que requiere la conversión – Introducción.


A.    Misión


Al comienzo del Capítulo, sería bueno recordar por qué hemos estado haciendo todo este trabajo misionero. Una dama elegante acompañaba a la Madre Teresa cuando se ocupaba de los enfermos. Al ver cómo se lavaba a un leproso, volvió su rostro disgustadamente: “¡No haría eso por un millón de dólares!”, dijo. “Tampoco yo”, respondió la Madre Teresa. Como la Madre Teresa, nosotros, oblatos, no evangelizamos a los pobres por dinero. Lo hacemos porque Dios nos ha dado una misión que cumplir. Cuando fuimos fundados, nuestra primera comunidad respondía a una necesidad local urgente en la Francia de 1816, pero pronto se extendieron por todo el mundo. Las necesidades misioneras del mundo siguen siendo urgentes hoy, al igual que en nuestros comienzos, quizá incluso más. Me viene a la cabeza la primera línea de la encíclica misionera de Juan Pablo II “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia (...), esta misión se halla todavía en los comienzos” (R.M. 1)

Nuestra misión tiene un enfoque especial, al igual que en otros institutos religiosos. Nuestro enfoque, “evangelizare pauperibus”, se expresa en la Constitución 5: “La Congregación entera es misionera. Su primer servicio en la Iglesia es el de anunciar a Cristo y su Reino a los más abandonados”. Esta realidad no ha cambiado nunca.

Lo que está cambiando, y tan dramáticamente, son los tiempos, lo cual quiere decir la gente, con su cultura, a la que se dirige nuestra misión; la composición de nuestra Congregación cambia también con él. Pronto se harán los 150 años de la muerte de nuestro Fundador. Desde 1861, la Congregación tuvo Occidente como centro durante bastante tiempo. Hoy nos hemos vuelto “multi-centrados”, basta echar un vistazo al mapa de los núcleos desperdigados con una presencia oblata fuerte y vibrante.



Un Capítulo General ha de hacer frente al desafío de captar las necesidades misioneras de todo el mundo y adaptar la Congregación a su propósito esencial, cumplir su misión hacia los pobres de hoy. Las necesidades y las posibilidades varían según el campo de misión: países secularizados, ambientes en que se consideran cristianos, culturas con religiones tradicionales fuertes, situaciones de minorías cristianas insertas en medio de grandes religiones mundiales, el mundo post-comunista, etc. En todas partes puede descubrirse el Reino de Dios, identificarse y promoverse con la presencia de Cristo en su Iglesia.


B.    Conversión



El tema de nuestro Capítulo es, sorprendentemente, no la misión, sino la conversión. Se lee: “Centrados en la persona de Jesucristo, la fuente de nuestra misión, nos comprometemos a una conversión profunda y comunitaria”. Nuestro proceso precapitular ha estado guiado por el lema: “Conversión: un nuevo corazón – un nuevo espíritu – una nueva misión”.

Fue el encuentro Intercapitular de Sudáfrica en 2007 el que llegó a este tema. Los participantes percibieron que en la Congregación se ve un consenso creciente sobre nuestra identidad como misioneros oblatos. Ha llevado años reclamar esta identidad, pero muchos de nosotros estamos ahora de acuerdo en un modelo que tiene los siguientes elementos clave:

  • Somos una expresión de la misión de la Iglesia hacia los pobres.
  • Vivimos y ejercemos el ministerio en comunidad.
  • Abrazamos la internacionalidad y la inter-culturalidad.
  • Hacemos nuestras estructuras más colaborativas y flexibles.
  • Compartimos recursos económicos entre provincias.


Se sintió que habíamos llegado a un acuerdo básico sobre estos principios e, incluso, sobre los medios que pueden producir frutos, aunque no se habían convertido plenamente aún en realidad. El único elemento que faltaba era un cambio de corazón. En lo intelectual y teórico somos a menudo claros en los conceptos e ideas, modelos y vías de acción, pero el corazón no siempre se implica en ello. Nos dimos cuenta de que nuestro estilo entero de vida como misioneros tenía que cambiar, con el fin de que podamos vivir juntos con más armonía, ser más consistentes en la oración y reflexión y cruzar, entonces, fronteras para dar testimonio de Jesucristo a los más pobres y más abandonados en formas más creativas.

Tras un acuerdo más formal sobre la conversión como tema provisional del Capítulo, la comisión precapitular elaboró una oración, distribuyó cuestionarios e hizo escribir numerosos artículos sobre la conversión y misión.
En las respuestas a los cuestionarios, se acuñaron frases como “enraizados en Cristo”, “pobreza y calidad de la vida oblata”, “misioneros contemplativos”, “vida religiosa (...) buena nueva para nosotros y los demás”, etc.

En los artículos producidos, se leen cosas como:

  • “Las palabras de Gandhi son ciertamente evangélicas cuando dice: “Hemos de volvernos el cambio que queremos ver en el mundo” (Frank Santucci).
  • “Dos elementos de nuestra vida parecen necesitar una atención considerable. Son la renovación del Ministerio de la Palabra y el descubrimiento de un modo común de la vivencia de la Pobreza Evangélica” (David Power).
  • “Es cuestión de hacer de nuestras comunidades oblatas casas de la Palabra de Dios” (Jean Hérick Jasmin).
  • “La conversión del estilo de vida ha de ser un fin primario” (resumen de las respuestas al Cuestionario 1).
  • “Hemos de añadir la dimensión de madurez humana e integridad como la clave de una conversión realista y efectiva” (resumen de la respuestas al Cuestionario 1).
  • Gianni Colombo, fallecido recientemente, cita nuestra Regla: “Las Constituciones OMI establecen que “el Capítulo es un tiempo privilegiado de reflexión y conversión comunitarias. Juntos y unidos a la Iglesia, discernimos la voluntad de Dios en las necesidades urgentes de nuestro tiempo...” (C 125)”.

El mismo San Eugenio de Mazenod habló de la conversión a la santidad en su discurso inicial al crucial Capítulo de 1850:
Hemos de comprender ahora que ahora más que nunca la necesidad de ser un religioso perfecto para ser un buen misionero. Hemos de estar bien convencidos de que el medio más efectivo de producir grandes frutos en los corazones de la gente es la santidad de vida y la práctica fiel de todas las obligaciones de nuestro estado”.
   En el presente Capítulo, con San Eugenio, deberíamos unir explícitamente la conversión a las necesidades misioneras de hoy. La conversión comienza en nuestros corazones y entre nosotros mismos y, una vez que haya comenzado, veremos claramente que el mundo entero tiene necesidad de conversión. Un ejemplo es el medio ambiente. Sobre ello, la Conferencia Episcopal de Canadá tiene lo siguiente que decir:
“El Papa Juan Pablo II nos recuerda que la crisis no es sólo ecológica, sino moral y espiritual. La crisis moral ha de hacerse frente con conversión, que es un cambio de perspectiva, actitud y comportamiento. Esencialmente, esta conversión se dirige a las rupturas que hemos creado con la naturaleza, con nuestro prójimo y con Dios” .
No podemos cumplir nuestra misión como a control remoto. Nosotros mismos, como individuos y como comunidades, hemos de entrar en el campo de batalla de la lucha espiritual que se está dando. En el Prefacio de nuestras Constituciones y Reglas, San Eugenio, lo afirmó de este modo, cito el pasaje en su totalidad:
Deben trabajar sin descanso por hacerse humildes, mansos, obedientes, amantes de la pobreza, penitentes y mortificados, despegados del mundo y de la familia, abrasados de celo, dispuestos a sacrificar bienes, talentos, descanso, la propia persona y vida por amor de Jesucristo, servicio de la Iglesia y santificación de sus hermanos; y luego, con firme confianza en Dios, entrar en la lid y luchar hasta la muerte por la mayor gloria de su Nombre santísimo y adorable. ¡Qué inmenso campo se les abre!. ¡Qué santa y noble empresa!”.


C.    Este Capítulo


Las expectativas sobre nuestro Capítulo son altas. Pareciera que tras una larga preparación nos hemos otra vez nos hemos hecho conscientes de nuevo de la conversión a la hora de hacer frente a tanto cambio y desafío. Pero hemos de saber, también, que, en cuatro semanas, no podemos esperar encontrar respuestas para todo. Una de las decisiones más importantes que podemos tomar es la de hacernos, de forma nueva, una “congregación aprendiz”, tal como se expresó en la sesión conjunta de Canadá-EE.UU. con el Gobierno Central en 2009. Quizá en el último Capítulo, deseando ser prácticos, entramos en demasiados detalles. De la experiencia podemos aprender que lo menos es más. Deberíamos, pues, centrarnos en algunas líneas directrices, pocas, pero bien estudiadas, así como que sean aplicables internacionalmente y que puedan ayudar a encarnar nuestra vida religiosa misionera en los contextos culturales concretos. En términos bíblicos, encontrar el “camino” es la cosa más importante: Jesús se presentó como camino antes de decir que es la verdad y la vida (cfr. Jn 14, 6).

Sin embargo, habrá algunas cuestiones concretas y prácticas que tratar:

  • Como mandó el último Capítulo, haremos de nuevo el esfuerzo de adaptar nuestras estructuras a un mundo cambiantes y a una Congregación cambiada.
  • Elegiremos un nuevo Superior General y Consejo.
  • Se necesitarán algunos cambios concretos en nuestras Constituciones y Reglas para responder más adecuadamente a nuestra realidad presente o para armonizar las CC. y RR.
  • Prestaremos atención a la situación de nuestros bienes temporales.

Informe al Capítulo General 2010 - 2ª parte: ACONTECIMIENTOS


Misioneros Oblatos de María Inmaculada

El estado de la Congregación

Informe del Superior General para el Capítulo de 2010

2ª parte





I.    Hitos y acontecimientos

A.    Cronología de la historia del mundo y de la Iglesia que nos afectan directamente


¿Qué ha marcado a los oblatos en los últimos seis años en el nivel mundial?. Escogiendo una reducida cifra de sucesos mundiales que nos han afectado particularmente, mencionaré:

  • guerras y conflictos en numerosos países en que estamos presentes: en Sri Lanka (2004-2009), Congo (incluso tras la 2ª Guerra del Congo de 1998-2003), Sur de Filipinas y Jos, Nigeria (2009-2010), acoso de cristianos en India y Pakistán (sobre todo en 2009).
  • El tsunami del 26 de diciembre de 2004.
  • La crisis financiera de 2008-2009.
  • El asunto de la Escuela Residencial India del Canadá en 2008-2009.
  • El fin de la guerra civil de Sri Lanka en mayo de 2009.
  • El terremoto de Haití de 12 de enero de 2010.

Acontecimientos eclesiales en el mismo período de tiempo fueron:

  • El fallecimiento del Papa Juan Pablo II y la subsiguiente elección de un nuevo Santo Padre, Benedicto XVI, en 2005.
  • La V Conferencie Latinoamericana de Obispos en Aparecida en 2007.
  • Las investigaciones de abusos en Norteamérica (2003-2009) y Europa Occidental (desde 2009).
  • El Sínodo sobre la Palabra de Dios en 2008.
  • El 2º Sínodo para África en 2009.
  • La constante exhibición de los pecados de la Iglesia.

¿Qué hitos han marcado el camino de nuestra Congregación en los últimos seis o, incluso, doce años?.

B.    El mapa cambiante de la Congregación


Desde el Gobierno Central hemos destacado el fortalecimiento de las misiones y delegaciones actuales, siendo larga la lista: Zambia, Zimbabwe, Angola, Namibia, Pakistán, China, Guayana Francesa, Guatemala. También numerosas provincias han recibido refuerzos de otras que eran ricas en vocaciones, siendo esto un proceso que aún continúa.
Al tiempo que hemos reducido el ritmo de comenzar misiones en nuevos países, siguiendo lo recomendado en nuestras asambleas, se han producido algunos nuevos comienzos: Rumanía (2000), Bielorrusia (2003), Guinea-Bissau (2009), y otros. Desde 2006 hemos estado trabajando para una presencia permanente en la China continental.
Se han hecho continuos esfuerzos para adaptar las estructuras de nuestras unidades a las necesidades de la misión y a nuestros recursos. Algunos movimientos principales han sido:

  • Las cinco provincias de EE.UU. se hicieron una en 1999.
  • Canadá pasó de ocho provincias a tres entre 2003 y 2005.
  • Una viceprovincia y dos delegaciones en Brasil se fusionaron en una provincia en 2003.
  • India se convirtió en Provincia en mayo de 2010.

Otros muchos movimientos se han producido en el marco de la reestructuración de las 24 viceprovincias que mandó el Capítulo de 1998:

  • Argentina y Chile se convirtieron en una provincia en 2003.
  • Países Bajos y las dos provincias belgas se fusionaron en una.
  • Escandinavia y la Viceprovincia Polaca de Francia-Benelux se unieron a Polonia.
  • La Provincia de Europa Central se formó partiendo de Alemania, Austria y República Checa.
  • Recientemente, en 2010, Tailandia se convirtió en delegación de Filipinas y
  • La delegación de Japón-Corea está gobernada por Colombo y sostenida por Jaffna y las Filipinas.

El mapa oblato de África no ha cambiado aún, pero ahí, al igual que en otras partes del mundo, la cooperación regional se ha vuelto cuestión ordinaria, especialmente para apoyar nuestro centro de estudios de Cedara, Sudáfrica, y para consolidar los estudios de nuestros formandos en Camerún, Congo y Senegal.
Se están elaborando varios escenarios de reestructuración, especialmente Italia y España, Paraguay y Uruguay, Bolivia, Perú, Natal y la Provincia Norte de Sudáfrica y, finalmente, Namibia, Provincia Central de Sudáfrica y Lesotho.

C.    Acontecimientos de la misión oblata 


Algunos otros hitos indican el tipo de trabajo misionero en el que la Congregación está comprometida. Esto queda patente con los siguientes simposios que han tenido lugar:

  • Secularización (numerosos simposios)
  • Diálogo interreligioso.
  • Ministerio con indígenas.
  • Misión con los jóvenes.
  • Migración.


Otros acontecimientos, movimientos o cambios dignos de especial mención son:

  • El proceso de evaluación “Inmensa Esperanza”, presente desde que ganó impulso en el encuentro Intercapitular de Méjico en 2001.
  • Han habido importantes esfuerzos para fortalecer y reenfocar el ministerio de la JPIC: ahora tenemos un director a tiempo completo en la Administración General, el P. Camille Piche, y una representación permanente en la ONU en colaboración con VIVAT , el P. Daniel LeBlanc; se han elaborado también nuevos estatutos para nuestro servicio en el nivel General.
  • En cuanto a la animación del carisma, el Gobierno Central se ha involucrado progresivamente en el Centro De Mazenod de Aix, y se le ha asignado la tarea de asumir completamente Cours Mirabeu, 60. Además, se ha asignado a una persona la tarea a tiempo completo de la animación del carisma en toda la Congregación.
  • El Comité Permanente de Hermanos y el Comité de Laicos Asociados han dado nuevos bríos a estas expresiones del carisma oblato.
  • Se han dispuesto importantes movimientos económicos para su discusión y decisión ulterior. Sumas importantes han cambiado de propietarios con los programas de compartir y la Campaña de Recursos Misioneros para fortalecer nuestra presencia como evangelizadores de los pobres del siglo XXI. Algunas provincias han hecho esfuerzos adicionales, aún más allá de lo estipulado en dichos programas, y han compartido regularmente sus recursos con toda la Congregación: la Provincia de EE.UU., Bélgica/Países Bajos, la Provincia Anglo-Irlandesa, España y, recientemente, la Provincia de Brasil.
  • El puesto de director de subvenciones ha contribuido para apoyar el trabajo misionero partiendo de fuentes no oblatas; en menos de cinco años, esta oficina ha facilitado no menos de 17.000.000 USD de apoyo económico a distintos proyectos. Hemos estado buscado una persona para esta oficina desde 1999, pero el nombramiento del P. Jeevendra Paul tan solo pudo tener lugar en 2005.
  • Se ha prestado especial atención al estudio de la posible venta de la Casa General en los últimos cinco años; el asunto estaba ya próximo a una decisión, pero el se suspendió el proceso en febrero de 2010, dada la cercanía del Capítulo.
  • Los juicios e indemnizaciones han pesado bastante sobre provincias como Lacombe (1995-2009), EE.UU. (2002-2009) y la Provincia Anglo-Irlandesa (2009), traduciéndose en pérdida de reputación pública y de considerables partes de nuestro patrimonio.
  • Un importante evento misionero fue una especie de conclusión de los más de 10 años de litigios en Canadá acerca de las Escuelas Residenciales Indígenas. Ello llevó a una importante visita de los jefes nativos al Papa y a nuestra Casa General en abril de 2009. Los litigios, que fueron una importante carga para la provincia de Lacombe y sus predecesoras durante mas de 15 años, están hoy terminados.
  • Por último, pero no menos por ello, hay que mencionar que desde 1998 tenemos de nuevo un cardenal oblato, Francis Cardenal George. Se nombran constantemente nuevos obispos y prelados oblatos y su número, cercano a los 45, permanece bastante estable.
Finalmente, déjenme mencionar algunos eventos que tienen que ver con las grandes hazañas de Dios entre nosotros:
  • La beatificación de Jozef Cebula en 1999.
  • El 10º aniversario de la canonización de San Eugenio en 2005.
  • La posible beatificación de nuestros Mártires de España en 2011.

¿Acogeremos la inclusión de la fiesta de San Eugenio de Mazenod en el calendario litúrgico universal en el mismo año de 2011, con ocasión del 150º aniversario de la muerte de nuestro Fundador?. Ciertamente, necesitamos rezar a nuestros santos oblatos y de su intercesión para continuar la labor que ellos comenzaron.

Informe al Capítulo 2010, 3ª parte: LLAMAMIENTOS 1 - 3


Misioneros Oblatos de María Inmaculada

El estado de la Congregación

Informe del Superior General para el Capítulo de 2010

3ª parte





II.    Desarrollos particulares y llamamientos a la conversión



Tras esta breve mirada a nuestra historia reciente, señalaré los desarrollos y las tendencias que he observado y los llamamientos que he oído al reflexionar sobre los últimos doce e incluso dieciocho años. Sí, ¡he pasado dieciocho años en el centro administrativo de la Congregación!. Dichas observaciones no siempre pueden tener la pretensión de ser objetivas, pero servirán como punto de partida para nuestras discusiones capitulares.

Veo ocho llamadas a la conversión en los ocho puntos que he identificado. En Mc. 1, 15, conversión significa cambio, responder a un momento propicio, un “kairós” . Si bien el llamamiento a la conversión según la expresión griega “metanoéite” se traduce como “cambien las mentes de ustedes”, no se pide cualquier cambio, sino un cambio a una vida más acorde al Evangelio: “¡Crean la Buena Noticia!, sigue diciendo el evangelio de Marcos. Por tanto, hemos de estar dispuestos a reaccionar ante los desarrollos que observamos en torno nuestro, al tiempo que nos mantenemos fieles a nuestro propósito original.

Teniendo ello en mente, les invito a recorrer los siguientes ocho aspectos de la vida oblata en que se pueden observar nuevos desarrollos y tendencias, y donde se pueden oír sus correspondientes llamamientos: el carisma oblato, la pertenencia a la Congregación, su misión, interculturalidad, comunidad, formación, estructuras y finanzas.

Volveré al final de mi informe sobre los llamamientos que he percibido, formulando cuatro imperativos.


1.    Reconociendo progresivamente el don de nuestro carisma oblato, somos llamados a fortalecer nuestro ministerio vocacional.


Pasados quince años de la canonización de S. Eugenio, el centro de su espiritualidad y opciones misioneras nos son más conocidas que antes:

  • Su celo como evangelizador para “reavivar la fe”  y expandirla.
  • El importante lugar que otorgaba a la comunidad.
  • Su centralidad en Cristo, por medio del estudio de la Escritura y de la Eucaristía.
  • Su amor activo a la Iglesia.
  • Su amor heroico a los pobres.

Estamos orgullosos de nuestro Santo y, sobre todo tras su canonización, muchas iglesias y capillas han recibido su nombre. Asimismo, se han honrado de forma parecida otros oblatos importantes. No es exagerado decir que hay un entusiasmo por nuestro carisma, que ha aumentado en la última década.

Muchas actividades estables muestran el aprecio saludable hacia lo que somos como oblatos y la difusión de nuestro carisma:

  • Nuestro Centro De Mazenod de Aix permanece activo desde 1991 y se ha buscado con energía la animación y los estudios en el nivel de toda la Congregación, como he mencionado arriba.
  • Esta conciencia de nuestro carisma ha llevado a una mejor apreciación de la vocación de los hermanos, vinculados desde 1998 por un comité en el nivel de la Congregación.
  • Ha aumentado el entusiasmo de los laicos por el carisma oblato. Hay asociados presentes en más lugares que nunca y reconocemos más y más que el carisma abarca el laicado  .
  • Se da el fenómeno de nuevos movimientos juveniles oblatos en unas diez provincias.
  • Estamos en contacto con muchos institutos relacionados con San Eugenio, al tiempo que se fundan aún más. En 2004, quince superiores generales de dichos institutos se encontraron en Aix.

Si bien la conciencia de nuestro carisma ha aumentado claramente, la repercusión en las vocaciones hacia la vida religiosa oblata y el sacerdocio ha sido desigual. En resumen, el número de nuestros formandos ha ido aumentado lentamente: de una media de 612 en los últimos cinco años del siglo pasado a una media de 711 en los cinco años previos a este capítulo. Sin embargo el número de vocaciones varía enormemente de acuerdo a la cultura circundante. He aquí algunos gráficos que ilustran la realidad de las vocaciones a la vida oblata con votos.



Como se puede observar, tenemos dificultades de reclutamiento en ambientes secularizados, lo cual se da incluso en lugares donde se tiene una misión activa con los jóvenes. Percibo aquí un llamamiento a nosotros, oblatos. Ciertamente, la expresión de la vida de fe en las familias, el tamaño de las familias y la imagen pública de la Iglesia desempeñan un papel importante cuando se trata de las vocaciones religiosas, pero, aún así, creo que podemos hacerlo mejor. Ciertos oblatos tienen el carisma de llamar a jóvenes a la vida oblata, sea como hermanos o sacerdotes: ¿les confiamos el ministerio vocacional, les animamos y les damos el equipo de apoyo que necesitan?.

Una cuestión aún más importante a plantearse es: ¿creemos lo suficiente en nuestra vocación y su importancia como para invitar verdaderamente a otros y hacerlo a pesar de la cultura imperante?. Al igual que estamos orgullosos de San Eugenio, ¿estamos también orgullosos de nuestra vida de votos y/o de nuestro sacerdocio?.

Al promover la vocación de los laicos asociados deberíamos pedirles también a animar decididamente las vocaciones a la vida en votos. Preocuparse de las vocaciones es expresión de nuestra preocupación por la misión: “La mies es mucha y los obreros pocos. Ustedes, pues, rueguen al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc. 10, 2).

Por último, no hemos de olvidar que el mero hecho de estar orgulloso de ser oblato no basta: nuestro orgullo ha de ser nuestra conversión a Cristo. Las congregaciones religiosas hoy se dan cada vez más cuenta de que las constituciones y reglas fundamentales son los evangelios. Sólo Cristo merece el puesto central y nuestro carisma nos ayuda tan sólo a centrarnos al buscar más profundamente las infinitas riquezas de Cristo.


2.    Al darse cambios demográficos en la Iglesia y los oblatos, somos llamados a responder con prudente previsión.


El cambio demográfico que tiene lugar en nuestra Congregación está relacionado con un movimiento similar en el mundo, donde el 45% de la población menor de treinta años se concentra en el sur, y en el que hallamos una Iglesia cuyo centro de población se está moviendo al sur y al este. Si bien estos cambios se observaron años atrás, ahora es cuando verdaderamente están llegando.

¿Como hemos de reaccionar ante esta tendencia?

La cosa más importante a hacer es reconocer los hechos, como reza el dicho: “la realidad es siempre amistosa”, o: respeta “el principio de la verdad”, como se dice en francés, incluso si la realidad no parece tan amistosa y la verdad pueda ser dolorosa. En una parte del mundo, nuestro cambio demográfico significa declive; los oblatos de la Región de América del Norte afirman claramente: “Nosotros, oblatos, estamos en un período de declive (al menos en Norteamérica)” . En otras partes del mundo, la Congregación está creciendo: se han fundado nuevas comunidades locales en provincias y delegaciones como Congo, Natal, Brasil, Pakistán, India, Bangladesh, etc.

La segunda cosa es que hemos de tener siempre presente la imagen global y hacerlo en espíritu de solidaridad. Me viene a la cabeza la imagen del cuerpo de San Pablo: “Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres” (1 Cor 12, 13). Hemos de aprender a cuidar unos de otros, considerando que el crecimiento y el declive no dependen totalmente de nuestros propios méritos o de la falta de ellos, así como que el Espíritu sopla donde quiere.
En conjunto, en el plano de cifras globales, la Congregación está desenvolviéndose bastante bien: éramos 4.138 oblatos a comienzos de este año. Pero es cierto que nuestras cifras en los últimos 15 años han estado cayendo a una media de 1,2% al año. Ello se debe al hecho de que éramos muy fuertes en países que ahora están ampliamente secularizados: Canadá, Irlanda, Bélgica, Países Bajos, Francia, Alemania, EE.UU., etc. En estos países encontramos ahora una población total de más de 1.000 oblatos mayores de setenta años. Por otro lado, hay también muchas unidades jóvenes con cifras importantes como Polonia, Colombo, Congo, Lesotho, Camerún, Haití, Filipinas, Jaffna, India, Natal, Zambia, Méjico y Brasil, con un total de 1.600 oblatos con una edad media por debajo de los 45 años.

Nuestra tercera reacción ha de ser mantenernos en equilibrio mental, evitando la desesperación o la excesiva euforia. En tiempos de cambio demográfico, necesitamos cuidar a nuestros mayores, y es lo que se ha estado haciendo de forma admirable. Hemos de hacer frente al desafío de proporcionar a los jóvenes una formación sólida. Hemos de prever que los jóvenes oblatos se harán mayores y, en función de ello, tomar provisiones.

Y, como se ha mencionado arriba, nunca hemos de dejar de invitar a los que se sienten llamados a nuestro modo de vida, incluso si en una situación concreta las cifras pudieran ser escasas.

¿Cuáles son las consecuencias previsibles del cambio demográfico y cómo podemos responder con prudente previsión?. ¿Qué estamos llamados a hacer?

Como una de las consecuencias, las generaciones jóvenes y los líderes de las unidades jóvenes estarán cada vez más llamados a asumir responsabilidades: de ahí que deban estar formados para que estén preparados.

Otra consecuencia del cambio demográfico es un radical cambio económico. Pero mantengamos la cabeza fría también en este campo; con el trabajo duro, una buena administración, la solidaridad y la providencia de Dios podemos sobrevivir y tener una posibilidad para prosperar, pero no con el lema: sálvate a ti mismo si puedes. La parte económica de este informe habla de ello con mayor detalle.
Una tercera consecuencia es la necesidad de vivir cada vez más en comunidades interculturales, algo que aún estamos aprendiendo, pero que puede mostrarse como muy beneficioso para el mismo trabajo misionero directo.

Una cosa es segura: esta tendencia nos desafía de muchos modos. Hemos de hacer mucha reflexión y ejercicio de paciencia. Vamos a vivir durante un tiempo en una situación desequilibrada, hasta que las unidades en crecimiento puedan alcanzar la fuerza suficiente. Zambia no puede hacer aún lo que nuestra provincia madre de Francia hizo en el pasado, pero, con un poco de suerte, ese momento llegará. Vivimos en una era que exige de nosotros una conversión permanente. Hemos de estar preparados para cambiar cualquier cosa que se necesite, pero siendo en todo momento conscientes del hecho de que somos un cuerpo en Cristo.

Para terminar, permítanme dirigir su atención a cuatro gráficos que ilustran el cambio demográfico. En el gráfico nº 1 podemos observar los cambios dramáticos en las Regiones en los últimos 12 años; en el gráfico nº 3, justo debajo, hallaremos reconfortante saber que desde 2003 hay más oblatos en los sectores en crecimiento de la Congregación que en los sectores en declive. Podemos apreciar claramente las jóvenes unidades fuertes debajo del gráfico nº2. No son fáciles de hacer las proyecciones a largo plazo, pero con franqueza vemos qué Regiones serán numéricamente más fuertes en unos 15 años (gráfico nº4). Para entonces, hacia 2025, habría de suceder que nuestras cifras totales crezcan de nuevo (gráfico nº 3, línea superior).


3.    Necesitando nuestras prácticas misioneras de mayores ajustes, somos llamados a seguir en la senda del proceso Inmensa Esperanza.


El buque insignia de nuestra animación misionera ha sido el proyecto “Inmensa Esperanza” comenzado en 1999. ¡Por medio suyo las unidades de la Congregación han hecho esfuerzos para tratar los cambios en la misión durante más de 10 años!. El Proyecto “I.E.” analiza las relaciones entre carisma, misión, personal y bienes temporales. ¿No podría decirse que “I.E.” estableció una tendencia y creó una cultura de revisión crítica de nuestras prácticas?. Lo que se había vislumbrado en el Capítulo de 1998 cuando dijimos:
Evangelizar exige una evaluación consciente de nuestras prácticas misioneras. Tomemos tiempo, personalmente, en comunidad, como congregación, para evaluar y discernir si nuestra evangelización es siempre en concordancia con la realidad del mundo y la llamada de Dios [por medio de nuestro carisma]. ¡El desfase puede producirse tan fácilmente!  (EPUTM 19).
El proceso “I.E.” nos induce no sólo a mirar las necesidades del mundo, sino también nos llama a dar nueva expresión a nuestra adhesión a la Iglesia. El proyecto “I.E.” nació de la visión misionera del Capítulo de 1998: “Es la Iglesia la que evangeliza. Es ella la que nos envía” (EPUTM 12). Así como San Eugenio amó apasionadamente a Cristo, así amó a la Iglesia; todos sabemos que el Prefacio de nuestras Reglas comienza con: “La Iglesia, preciada herencia que el Salvador adquirió a costa de su sangre...”. San Eugenio amaba a la Iglesia a pesar de sus fallos. Nosotros no estamos llamados a menos.

Como fruto de “Inmensa Esperanza” y de la nueva cultura de renovación misionera, ¿cuáles son las tendencias recientes en nuestro trabajo misionero?. ¿Cuáles son los llamamientos que oímos y cómo queremos responder?.

En el nivel de las provincias, hemos reconocido como positivo el hecho de que muchas de nuestras misiones pasan por parroquias. En Latinoamérica hubo un encuentro regional oblato sobre JPIC en el ministerio parroquial (Perú, 2009) y la Región de Europa reflexionó sobre cómo hacer nuestras parroquias verdaderamente misioneras . Se reconoce de facto a las parroquias como la clave de nuestra misión oblata, requiriéndose nuevos esfuerzos creativos.

Al mismo tiempo, más provincias se enfrentan a la situación de que los obispos están menos dispuestos a solicitar el trabajo parroquial de los oblatos, dado que el clero local tiene suficientes miembros. Este hecho, combinado con la conciencia creciente de nuestra tradición fundacional, nos empuja a fortalecer otras formas de ministerio, si son sendas válidas de evangelización (R.7b). Hay muchas opciones disponibles. Si oímos el llamamiento, hemos de tomar nuestras opciones en el espíritu de las CC. 1 a 10:

  • La predicación de misiones (hay nuevas iniciativas en unas cuantas unidades nuestras).
  • Especialización en la misión con jóvenes (como ya se mencionó, más de 10 unidades han hecho una opción clara por ello).
  • Diálogo interreligioso.
  • Ministerio en los Medios de Comunicación.
  • Trabajo con pueblos indígenas.
  • Pastoral de migrantes.
  • Misión en la sociedad secularizada (muchas unidades han lanzado nuevas iniciativas, explícitamente o bien también sin catalogarlas como tales).
  • Trabajo de JPIC (algunos oblatos jóvenes se están interesando).


En el nivel de la Congregación total, se pueden notar las siguientes tendencias que, una vez más, resultan ser llamamientos para nosotros:

•    EN LOS ÚLTIMOS 12 AÑOS HEMOS DESTACADO EL FORTALECIMIENTO DE UNIDADES YA EXISTENTES.

Algunas de nuestras unidades han cobrado nueva fuerza al recibir personal de fuera, incluso para puestos de gobierno. Han habido resultados positivos en sitios como Pakistán, Corea, Japón, China, Zimbabwe, Zambia, Namibia, Paraguay, Venezuela y otros.

En el trasfondo de tales tendencias ha aparecido lentamente un nuevo concepto de misión que nos desafía en modo nuevo. Al tiempo que anunciamos a Jesucristo y el Reino de su Padre, tratando de percibir dónde sopla el viento del Espíritu, construyendo además una Iglesia al servicio del plan salvífico de Dios, nos separamos de un concepto de misión que trasplanta la civilización de los países de donde venimos. Casi siempre donde vamos, las Iglesias locales están ya establecidas, convirtiéndonos nosotros en socios suyos, bajo la coordinación de sus obispos, aportando nuestro espíritu misionero para hacerlas más vivas. También han cambiado las cosas en las fronteras de la misión “ad gentes”. Al tiempo que reconocemos con gratitud que se ha compartido con eficacia el tesoro de la fe con mucha gente, nos hemos hecho conscientes de nuestros errores en el pasado y de las limitaciones presentes. En el área del trabajo con indígenas, estamos ahora dispuestos a “reconocer humildemente los daños culturales, espirituales, físicos y psicológicos; el “centralismo étnico” de nuestros misioneros, que negaban la diversidad cultural”  y, con el Consejo Latinoamericano de Obispos CELAM, “ver a los indígenas como hermanos e hijos del mismo Padre, Dios” . También en zonas donde estamos definiendo la misión de otro modo, subrayando, por ejemplo, el “diálogo de vida” en el Diálogo Interreligioso  o por medio del apostolado de la escucha, en “centros de escucha” en los ambientes secularizados.

•     NUESTRAS NUEVAS FUNDACIONES SON EN SU MAYORÍA UNA RESPUESTA A LA APERTURA DE ANTIGUOS PAÍSES COMUNISTAS DESPUÉS DE 1989.

En realidad, sólo hay pocas misiones nuevas desde 1998: Rumanía, Bielorrusia, Guinea-Bissau ... . La tendencia ha sido la de moverse a antiguos países comunistas, o aún comunistas (estamos presentes en una media docena de ellos); a ello se debe nuestro movimiento estratégico a la China continental y nuestra nueva presencia en Laos. ¿Cómo podemos apoyar suficientemente estas nuevas fundaciones?.

•    HEMOS DE CONSIDERAR CERRAR ALGUNOS LUGARES .

Con todo, seguimos estando sobredimensionados y demasiado dispersos. Tenemos que considerar reforzar aún nuestros recursos cerrando más misiones en el futuro. A partir de hoy, seguimos con una base “ad personan” o nos hemos retirado de Tahití, Nueva Zelanda, Qua Qua (Suráfrica), Puerto Rico y Surinam . Se requieren decisiones más radicales para reunir algunos de nuestros hombre dispersos o para liberar recursos para nuevas misiones. La sobreextensión y la dispersión no se observan sólo en el nivel de la congregación, sino que también son una realidad en el interior de las provincias.

•    ¿UNA ESTRATEGIA EXPLÍCITA MISIONERA PARA TODA LA CONGREGACIÓN?

En cuanto a nuestra estrategia concreta misionera, quizá ha llegado el momento de hacer un plan estratégico formal para toda la Congregación (no sólo para el Gobierno Central). Algunas partes de la Congregación están pidiéndolo y también muchos de los miembros del Consejo General lo ven como una meta importante para el futuro. Tal proceso “Inmensa Esperanza” partiría del análisis de las necesidades misioneras del mundo, tal como la Iglesia y nosotros los oblatos las vemos, inspirarnos en, por ejemplo, nuestros simposios misioneros sobre secularización, migraciones, diálogo interreligioso, etc. Identificaríamos entonces las prioridades para toda la Congregación y casaríamos nuestras proyecciones con los recursos disponibles. Si queremos comenzar nuevas misiones o fortalecer significativamente algunas ya existentes, hemos de reducir nuestra presencia en alguna parte donde sea menos necesaria. Ello requiere por parte de todos un gran espíritu de disponibilidad y que el Superior General traslade algo de personal a nuevas partes. ¡El beneficio reside en que estos planes globales pueden abrir nuevas perspectivas para todo el cuerpo de la Congregación!

Informe al Capítulo General 2010 - 4ª parte: LLAMAMIENTOS 4 - 5


Misioneros Oblatos de María Inmaculada

El estado de la Congregación

Informe del Superior General para el Capítulo de 2010

4ª parte





4.    Siendo hoy más necesarias las prácticas de cruzar fronteras en la misión actual, somos llamados a dar pasos audaces.


El último Capítulo subrayó el concepto de “internacionalidad” al afirmar:
Si debieran teñirse de un color común [las recomendaciones que siguen a esta carta], sería el de la internacionalidad (...). Hay un deseo creciente para utilizar lo mejor posible la fuerza de ser un cuerpo presente en 67 países. Somos conscientes que si compartimos nuestros recursos mas plenamente entre nosotros, eso beneficiará a los pobres y favorecerá el bienestar de toda la Congregación. En el futuro, nuestra fuerza no se basará tanto en el aumento de número, sino más especialmente en un aumento de nuestra solidaridad” (TE, Carta del Capítulo de 2004).
Tres años después, la idea de internacionalidad tuvo una aceptación general en la Intercapitular de 2007. Sin embargo, se dio una evolución en el concepto: primero por medio de la metáfora de “cruzar fronteras”, ya estaba presente en el último Capítulo , y, luego, por una reflexión reciente que sugería que sería más apropiado no sólo hablar de internacionalidad, sino de “interculturalidad” .

Sería superficial ver en estos desarrollos tan sólo una moda que ha aparecido recientemente. Nuestro último Capítulo unía esta realidad con el corazón de nuestra fe, cuando nos recordaba a Abraham y Sara, la “impredecibilidad del plan de Dios” y el vaciamiento de sí de Jesús. Desde estas profundidades emerge el llamamiento a una conversión continúa en este campo, para “dejar de lado  nuestras propias estrategias amadas, nuestras lenguas, nuestras políticas, nuestros programas personales y, como peregrinos, dejar detrás de nosotros los equipajes inútiles que pueden retrasarnos” (Testigos de la Esperanza, Carta, pág. 11). Al tiempo que se acogen entre nosotros las ideas de cruzar fronteras y de interculturalidad, el movimiento concreto de cruzar fronteras está revistiendo nuevas características y cobrando velocidad.
En cuanto a las características nuevas, el esquema tradicional de movernos de norte ha sur se ha visto complementado con movimientos de sur a sur y de sur a norte. Han salido a la palestra nuevas provincias proveedoras.

 En cuanto a la velocidad, se puede observar un aumento en años recientes, pero ofrezco aquí cifras generales. De 522 primeras obediencias concedidas entre 1999 y 2010, 63 fueron dadas a unidades distintas de la de origen, lo que significa el 12%. Ello podría parecer bastante modesto, pero en el mismo tiempo hubo 130 cambios de obediencias para una misión nueva de fuera , lo que dobla el dato de las primeras obediencias a otra unidad. Se ha convertido práctica habitual que inmediatamente tras la formación primera, el oblato permanezca en su ambiente materno durante un cierto número de años, siendo luego enviados a este último escenario. Dicha práctica parece haber dado buenos resultados. La siguiente representación muestra gráficamente que entre todas las obediencias que he dado, una cuarta parte (24%) fueron para misiones extranjeras.



El cruzar fronteras se ve a menudo limitado por situaciones particulares: en el interior de una Región, algunas provincias envían gente y otras no; una Provincia recibe más gente que otra, etc. Se puede observar que los movimientos prácticos dependen de invitaciones claras e insistentes de las provincias receptoras y de una sincera generosidad de dar alguno de sus mejores oblatos por parte de las unidades que envían. Estas son cosas que no pueden forzarse por parte de la autoridad superior, a no ser que nos movamos por obediencia ciega.

¿Qué hay detrás de éste énfasis en toda la Congregación de cruzar fronteras, de interculturalidad?. Hay diferentes fuerzas en actuación. En cuanto al factor de atracción, están las dramáticas necesidades de personal en algunas de las misiones, que gritan pidiendo ayuda. Hay necesidades misioneras que los oblatos sienten como urgentes: zonas rurales o urbanas abandonadas, lugares donde los fundamentalistas islámicos o cristianos avanzan rápidamente, oportunidades como en China, migración, la necesidad de diálogo interreligioso, el retroceso silencioso en zonas secularizadas, etc. En cuanto al factor de empuje, hay un deseo auténtico de oblatos jóvenes, o no tan jóvenes, de ser misioneros en otros ambientes culturales. Hay que considerar que algunas de nuestras unidades tienen tantas vocaciones que hay un exceso. En el caso de movimientos de sur a norte, la oportunidad de hallar sustento para nuestra vida y misión oblatas desempeñan un papel importante. Algunos son enviados específicamente por sus provincias madres para conseguir para los oblatos de casa algunos ingresos, especialmente para mantener las casas de formación. Ocasionalmente, encontramos también planes privados no supervisados como motivos de los oblatos para ir fuera: el deseo de ayudar a su familia, la atracción hacia ministerios concretos y estilos de vida.

Con todo, no debería pasarse por alto que hay un sincero deseo en gran parte de nuestros misioneros del sur de hacer frente a desafíos como la secularización y la invasión del Islam en territorios llamados cristianos del norte. Tales misioneros sienten que, por parte de oblatos o laicos del norte, se interpreta mal su buena intención, pues acogen con suspicacia y prejuicios su buena voluntad. Ellos quisieran tener más libertad para inventar nuevas formas de misión, como en el pasado hicieron en el sur los misioneros del norte. Los oblatos en el norte han de recibirlos con buena voluntad; no debería llevárseles a sentirse como mendigos pidiendo un favor.

¿Cómo deberían dirigirse las invitaciones de oblatos del sur para que vengan al norte?. ¿Qué clase de invitaciones misioneras deberían hacerse?. ¿Cuánta gente se necesitaría?. ¿Qué comunidades están dispuestas a acogerlos?. Ha de seguir la reflexión sobre estas preguntas. Ciertamente, en el norte las Iglesias locales han de preguntarse: ¿cuánta parte del clero, en un país dado, ha de ser local y cuánta puede ser de fuera?. El fin no puede ser rellenar huecos o encontrar soluciones fáciles para la falta de vocaciones locales; por el contrario, en el mundo secularizado hemos de trabajar aún más duro por las vocaciones locales, necesarias para la inculturación del evangelio. Una regla general ha de ser que la Iglesia y sus ministros han de ser interculturales en la misma proporción que la sociedad lo es. Además, hay lugar para signos proféticos especiales.

Hemos de hablar de todo ello y superar los obstáculos que existen en este importante campo. Se necesita tener ánimos y generosidad.

a) Algunos de nuestros hermanos se marchan a otros países por cauces informales, por ejemplo, quedándose tras estudios superiores. ¿Podríamos evitar que suceda esto?. Podría ser de ayuda hacer todo lo posible para que cada oblato que va fuera viva en una comunidad de la unidad que lo recibe. A menudo se trata de algo tan simple como escoger bien a la persona que va a estudiar y cómo va a estudiar, como apoyo a la misión de la Provincia. Sí, ciertamente, la misión común de la unidad debería ser la razón principal de ampliar estudios.

b) A veces observamos una tendencia a crear un ambiente basado en la cultura de origen, hasta el punto de no abrirse a los otros. Ello sucede de dos maneras: con misioneros que salen fuera, no abiertos a la cultura local, y con vocaciones locales todos  de la misma cultura. En una congregación misionera como la nuestra, se necesita un esfuerzo consciente para superar las tendencias a crear ambientes monoculturales.

c) Al aumentar el cruzar fronteras, se observa el fenómeno de acuerdos interprovinciales en la asignación de personal. Ello establece un vínculo similar al hermanamiento para un intercambio efectivo de dones. Deberíamos, sin embargo, insistir en que se consulte siempre el centro de la Congregación y se la informe para que se asegure la necesaria coordinación y se garanticen los permisos pertinentes. En 2007, se publicó una política sobre estos movimientos en la Congregación . Basándome en mi experiencia, recomiendo que se pida incluso una aprobación explícita del Superior General.

¿Cuán lejos irá la tendencia de la internacionalidad – interculturalidad? . ¿Dónde nos está llamando el Espíritu?. La tradición de nuestra Congregación es otra a la mera de otros institutos misioneros en que todos por principio han de abandonar su propio país. Creo que no deberíamos cambiar nuestra tradición en este respecto. Nadie ha de ser obligado a dejar su unidad si no está motivado a ello. Pero, por otro lado, no debería dejarse todo a la iniciativa y celo misionero de los oblatos individuales: hay una necesidad de opciones comunes respecto a las misiones de fuera. El proceso Inmensa Esperanza puede ayudarnos a definirlas, habiendo tenido resultados positivos las provincias que han comenzado a escribir que están dispuestas a enviar gente a fuera, o recibir oblatos de otras partes del mundo.

Para hacer que siga sucediendo esto, hemos de hacer el esfuerzo de desarrollar la cultura de cruzar fronteras durante la formación inicial. En este sentido se han dado pasos importantes en ciertas regiones con la consolidación de casas de formación y esfuerzos de formación regionales. Volveremos a ello cuando discutamos sobre la formación.

5.    Se valoran más la vida de comunidad y la vida religiosa, pero somos llamados aún a ofrecer una animación más seria.


En el campo de la vida comunitaria, ha habido una evolución clara durante los últimos 18 años, en el sentido de que se reconoce la vida en comunidad como una parte esencial del carisma oblato, y no como un mero añadido accidental. Ello surge junto a un reconocimiento más claro de sí como religiosos. También, en la práctica, la Congregación se está desplazando lentamente hacia una mejor vida de comunidad, tras un tiempo en que la tendencia parecía ser la dispersión. Hemos abandonado la vida en común en ciertos países, a menudo por el hecho de que hemos sido fundadores de la Iglesia en esos lugares y donde, por un tiempo, hemos desempeñado el papel del clero diocesano. El retorno no está aún terminado y, por tanto, la “conversión a la comunidad” fue uno de los tres temas del material de 2009 de preparación para Capítulo .

Es bueno para nosotros reconocer que la necesidad de la conversión en este campo tiene surge como motivación de la hondura de nuestra fe. Vita Consecrata afirma que la comunidad es is “confesión de la Trinidad” (VC 41). Las comunidades expresan, entonces, de un modo especial lo que la Iglesia en sí misma ha de ser y son al mismo tiempo células vivas de la Iglesia: “...forman una célula viva de la Iglesia” (C. 12). El Capítulo de 1992 fue muy lejos cuando afirmó que “perseguir activamente la calidad de nuestra comunidad (...); he ahí nuestra primera tarea de evangelización” (TCA 7).

¿En qué se nos llama a la conversión en este campo?

Un desafío obvio reside en el cambio de estructuras. Las estadísticas muestran que, ciertamente, tenemos camino que hacer,  pues nos dicen que, de acuerdo a la información disponible, en 2010 un 18% de todos los oblatos que han terminado la formación primera viven solos; ello se deduce del hecho de que 634 de nuestros compañeros viven sin otros oblatos en la misma dirección. Los porcentajes varían según la unidad, del 0% en las unidades más pequeñas en la parte más baja de la escala, en las que ninguno de los 120 oblatos vive sólo, a una media del 37% en las 17 unidades en la parte más alta de la escala, donde 499 oblatos de 1.338 viven solos. Hay diferencias también según las regiones. En Europa del Este el porcentaje de oblatos viviendo solos es la mitad del porcentaje en otros sectores de la Congregación.

La Congregación oblata no puede ser una suerte de agrupación de sujetos, por lo que debería esforzarse por hacer más progresos en términos de vida comunitaria apostólica y de comprender que la misión emana de la comunidad. Como se puede ver, hay estructuras que fomentan la dispersión, habiendo de ser cambiadas. Considerando que, según nuestras Constituciones, una comunidad debería estar constituida por tres miembros , algunas unidades han de dar pasos significativos para reorganizarse en comunidades de un mínimo de tres o más. Sin embargo, en muchas situaciones encontramos sólo dos oblatos en una comunidad o que los misioneros que viven solos se juntan entre una vez a la semana y tres veces al año. Los distritos, zonas y otras agrupaciones desempeñan un papel importante de animación en tales casos, pero a largo plazo no pueden sustituir la vida común de hecho.

Junto a las estructuras, un segundo desafío es que en muchos lugares aún seguimos buscando un modelo válido de vida comunitaria. Conocemos el modelo monástico. Está probado y comprobado. Pero, ¿qué sirve mejor a la vida y misión de un religioso activo?. Aún necesitan respuesta las siguientes preguntas:

  • ¿Cómo conjugar armoniosamente la vida como religiosos y el trabajo como misioneros activos y encontrar el equilibrio justo entre vida común y trabajo?.
  • ¿Cómo organizar un ritmo común de vida de oración, recreación y planificación de trabajo, considerando el hecho de que pertenecemos también a otros muchos grupos?.
  • ¿Cómo dirigir las decisiones, finanzas y situaciones de crisis en el nivel local?

Las comunidades, no muy distinto de las familias, están fuertemente influenciadas por la cultura circundante. ¿Tenemos la fuerza de ser contraculturales si es preciso?. Por otro lado, el ambiente puede proporcionar también gran empuje y enriquecimiento de la vida de comunidad, como ha sido el caso de los laicos asociados oblatos.

Un tercer desafío tiene que ver con el liderazgo. A menudo se sugiere que los superiores locales necesitan tener una formación adecuada; tenemos presente el perfil de superior capaz de animar, organizar y dirigir sin ser un controlador que aleja la libertad correspondiente a la vida adulta. Generalmente proporcionamos superiores preparados para la formación inicial, donde las comunidades son relativamente grandes, pero se necesita hacer más para las comunidades de ministerio.

Finalmente, sería útil si como oblatos pudiéramos definir más claramente lo que significa para nosotros la comunidad.

Desde los ’60 hemos probado distintos modelos. En nuestra Regla presente, se consideran comunidades locales a las comunidades de distrito. Ellas proporcionan una experiencia de comunidad; por ejemplo, en el norte canadiense los misioneros que viven en zonas escasamente habitadas pueden recibir apoyo y tener un cierto sentido de pertenencia tan sólo por medio de sus distritos, pero me pregunto si los distritos fueron alguna vez pensados para sustituir la vida bajo un mismo techo, al menos en la medida en que se ha convertido en la práctica. De hecho, nunca han cesado las discusiones sobre el papel de las comunidades de distrito.  ¿No es el término ambiguo, ocultando a menudo el hecho de que hay oblatos viviendo solos?

Mi pregunta es si no sería mejor cambiar nuestra terminología. ¿No deberíamos no llamar comunidad a vivir solos y reservar la expresión “comunidad local” para un grupo de oblatos que, de hecho, comparten casa común?. Aún deberíamos asumir el pleno cuidado de aquellos que viven solos: ellos, también, deben estar adscritos a una comunidad local, necesitándose estructuras de animación, tales como distritos, zonas o sectores. No sólo los oblatos individuales, sino también las pequeñas comunidades locales pueden beneficiarse ampliamente de las estructuras de animación (distritos, zonas, etc.) con un liderazgo apropiado en cada nivel, un coordinador o animador, por ejemplo. ¿Debería el Capítulo asumir el cambio de nuestra definición actual de “comunidad local”?

Deberíamos, quizá, haber hablado de la vida religiosa según los votos antes de discutir sobre la comunidad, pero, ¿qué es lo primero?. El celibato y la comunidad son por algunos vistos como el único elemento constituyente de toda vida religiosa . Nuestras comunidades se caracterizan por los votos y nuestros votos nos constituyen en comunidades. Las dos juntas son nuestra forma particular de vivir como seguidores de Cristo. En cualquier caso, un informe sobre el estado de la Congregación no debería analizar sólo nuestras estructuras de comunidad, sino también tratar nuestra fidelidad a la vida evangélica según nuestros votos. ¡Aquí también se necesita la conversión!. He dedicado tres de mis cartas circulares a este tema, tratando de subrayar la importancia de la vida en votos.

¿Cómo lo estamos haciendo?. Creo que la calidad de nuestra vida de votos puede medirse indirectamente atendiendo a algunos parámetros importantes.

Uno es nuestra centralidad en Cristo. Aquí deberíamos preguntarnos: ¿Cuán importante es para nosotros la meditación en común de la Palabra de Dios, por ejemplo, con la lectio divina?. ¿Es la oraison una práctica habitual?. El futuro no reside en que seamos organizaciones eficientes devoradas por el activismo; ¡nuestras comunidades apostólicas necesitan estar hondamente enraizadas en el misterio Pascual y ello ha de verse en nuestro horario!

Otra forma de evaluar nuestros votos es comprobar la frecuencia y la calidad de nuestras relaciones fraternas. Cierto, los votos pueden vivirse individualmente, pero tan sólo hallarán su plena expresión si los oblatos viven juntos con sus hermanos. En comunidad es como nuestra obediencia se vive, concediéndose tiempo mutuamente, planificando nuestra misión juntos y estando disponibles cuando se trata de tomar decisiones; ahí es donde la perseverancia da estabilidad a nuestras empresas misioneras; ahí es donde la pobreza se traduce en tener todas las cosas en común, compartir nuestros ingresos todos con los demás y con los pobres; en la comunidad es donde hallamos espacio para la intimidad en la oración y en las relaciones fraternas para hacer de nuestra castidad una expresión de gran amor.

Sobre todo, la vida en votos es una forma de ser cristianos. ¿Si fuéramos condenados a prisión por ser cristianos, habría pruebas suficientes contra nosotros?. Personalmente, me preocupa la crisis personal de un miembro de comunidad o las dificultades en el trabajo hacia fuera, pero lo que realmente me alarma es si el vino de la caridad se está perdiendo en nuestra mesa. ¿Cómo podemos ser apóstoles si hay ambición, celos, enemistad y cosas semejantes?. Es responsabilidad de todos nosotros, y especialmente del superior local, trabajar para conseguir lo más rápido posible la reconciliación en este sentido.

Un buen signo de una vida religiosa saludable es la presencia de hermanos. He de decir que me preocupa ver que la proporción de hermanos en nuestra Congregación ha descendido en más de un quinto en 12 años, especialmente en las regiones más jóvenes. ¿Seguimos sintiendo que el carisma de la fraternidad es necesario para nuestra Congregación y da un sabor especial a nuestra misión oblata?

No podemos pretender que nuestra vida en votos esté exenta de fallos. Algunos oblatos dejan la Congregación cada año. El número y la proporción parecen haber decrecido ligeramente (del 1,7% al 1,6% al año). Se ha dicho que si un oblato nos deja, es mejor afrontar la verdad que llevar una doble vida. La exhibición pública de escándalos, junto con sus consecuencias económicas, ha forzado a algunas de nuestras unidades a buscar la claridad en las relaciones y prácticas profesionales, pero necesita hacerse más para vencer las situaciones ambiguas. Es un acto de caridad no tolerar un comportamiento incompatible con la vida de votos.

Por último, hemos de evaluar si nuestra vida de votos se ve como algo profético. ¿Nuestro estilo de vida resulta convincente por su simplicidad, por su respeto por la creación?. ¿Son acogedoras nuestras comunidades, especialmente para con los pobres?. ¿Se perciben nuestras casas como lugares donde la gente puede buscar recursos espirituales?. ¿Somos profetas de la justicia y trabajadores activos por la paz?. Depende de la gente de fuera, incluyendo a nuestros laicos asociados, que nos digan la verdad.

Hay gente que duda del futuro de la vida religiosa en la Iglesia, particularmente de su forma apostólica. Tales dudas aparecen quizá por los escándalos, quizá por el declive de sus cifras en algunas partes del mundo. Algunos piensan que el futuro pertenece a los Movimientos. Por otro lado, la vida religiosa apostólica crece en muchas partes del mundo y se fundan nuevos institutos. Ciertamente, se necesita una continua reflexión. Serán esenciales la hondura espiritual y un perfil claro que nos hagan visibles y transparentes. Encuentro significativo que las Uniones de Superiores Generales están preparando un simposio a comienzos de 2011 para reflexionar concretamente sobre la vida religiosa apostólica.

La comunidad local es el lugar donde se hace tangible nuestra necesidad de mayor conversión. Cristo es quien ha de ser el centro de todas nuestras comunidades locales, casi visible al ojo por medio de nuestra oración común, nuestro amor mutuo, nuestro compartir de bienes temporales, nuestra hospitalidad y nuestros logros apostólicos.

Informe al Capítulo General 2010 - 5ª parte: LLAMAMIENTOS 6 - 8


Misioneros Oblatos de María Inmaculada

El estado de la Congregación

Informe del Superior General para el Capítulo de 2010

5ª parte





6.    Habiéndose mejorado la calidad de la formación inicial y permanente, somos llamados ahora a cruzar aún mas las fronteras.


Mi impresión general es que la Congregación ofrece a sus miembros una formación de buena calidad. Nuestra formación inicial profesa unos valores excelentes; ella pretende fomentar :

  • El seguimiento de Jesucristo según el carisma oblato.
  • El amor misionero a los pobres del mundo de hoy.
  • Disponibilidad para las necesidades de la Iglesia.
  • La centralidad de la comunidad.
  • La centralidad de la persona, etc.


En general, vamos por este camino. El hecho de haber desarrollado nuestros directorios locales de formación sobre esta base constituye un importante paso en la cooperación más allá incluso de los límites de cada unidad. Una de nuestras debilidades es la falta de formadores capacitados, lo que se ve agravado por el un excesivo número de casas de formación.

    Nuestra formación permanente a menudo se organiza hoy según grupos de edad, como los que están en los primeros cinco años de ministerio, los de mediana edad y los que están por encima de los setenta años, etc. Se acepta más y más que ella es “el lugar normal de la formación oblata (...) en un proceso de evangelización recíproca” (C. 48) y no sólo por medio de seminarios y estudios. En cuanto a las actividades extraordinarias, se tiende a enfocar y planear mejor los períodos sabáticos, buscando profundizar nuestras vidas según nuestro carisma oblato.

Se tratan los estudios superiores de distintos modos según la cultura de la provincia; mientras que en una provincia el que alguien emprenda estudios de postgrado puede ser una rara excepción, en otra parte se espera que casi todos los oblatos se tomen un tiempo de estudio pasados algunos años de ministerio. Puede observarse que la responsabilidad de la provincia sobre un instituto de enseñanza superior o sobre ciertos ministerios como asesoría o dirección ayuda a enfocar dichos estudios. Éstos deberían planearse teniendo siempre presente las necesidades misioneras de la amplia comunidad oblata.

En el nivel de la congregación, ha habido una tendencia a ofrecer más ocasiones de formación permanente por medio de la Administración General: se han seguido las sesiones de superiores mayores, la Experiencia de Mazenod y las sesiones de formación para formadores; se ha ofrecido formación para los ecónomos (en Roma y en el nivel regional) y en cuanto a la JPIC, ha aumentado la formación y se han introducido sesiones animadas por parte de miembros del Consejo General en el nivel de la unidad. Gran parte de la distribución anual del fondo de Solidaridad va a financiar la formación permanente, especialmente por medio de estudios superiores.

En todo el área de la formación hay también muchas preocupaciones que han de reconocerse honestamente y hacerse frente:

a)    En algunos casos, hay una desproporción entre los esfuerzos por la formación y los resultados.


La duración media del proceso de formación se ha mantenido en aumento. El proceso en conjunto se ha hecho largo: la combinación de uno o dos años de prenoviciado, el noviciado, cinco o seis años de estudios, la regencia y la iniciación en la pastoral hacen que se llegue fácilmente a entre ocho y once años de tiempo de formación inicial. Ello sin contar otros programas como juniorados (especialmente en Asia), comunidades jóvenes y programas asociados. ¿No deberíamos preguntarnos cómo se ve esto junto a otras carreras académicas similares en cada país?

Mirando a los últimos 15 años atrás, observamos el hecho de que un 53% son de media los que hacen votos perpetuos de entre aquellos que hicieron su profesión primera. Hay diferencias entre las regiones, pero hemos de considerar que en algunos países se estudia la filosofía antes de la profesión primera y en otros después. De todos modos, el gráfico de abajo muestras algunas variaciones entre los tres períodos quinquenales pasados en cuanto al porcentaje de formandos que cada año hacen sus votos perpetuos.



Al mismo tiempo, encontramos el fenómeno de que un número de jóvenes hermanos, sacerdotes o incluso diáconos tras un período de formación tan largo se meten en serias dificultades e incluso abandonan la Congregación. En los últimos 15 años, nos ha dejado uno de cada diez de los que hicieron sus votos perpetuos.

Ambas preocupaciones, la duración de la formación y los problemas de perseverancia, los compartimos con otros grupos de la Iglesia. Incluso en los niveles más altos se hacen estas preguntas: ¿Nuestra formación crea en último término sujetos dependientes, dado que los hemos resguardado durante tanto tiempo?. ¿Crea nuestra formación expectativas irracionales sobre los desafíos de la vida real?. ¿Es correcto el tamaño de los grupos de formandos? y, en el diseño de nuestro sistema de formación, ¿cómo podemos crear grupos que no sean ni muy pequeños ni muy grandes?. Algunos lanzan ideas de que deberíamos dispersar nuestra formación entre un período más amplio, haciendo entremedias algunos años de trabajo misionero. En la Intercapitular se sugirió también que examináramos nuestros criterios de aceptación de candidatos y se sintió que necesitamos un mejor discernimiento.

    Estas preguntas nos acompañarán durante un tiempo. Una conclusión que podemos hacer ya es que necesitamos un número suficiente de formadores preparados, dispuestos a asumir el ministerio de la formación durante un largo tiempo de sus vidas.


b)    Durante largo tiempo nos hemos estado quejando de la falta crónica de formadores capacitados, problema que se ve agravado por nuestra dificultad de reducir el número de casas de formación pequeñas.


Durante los últimos 24 años, al menos, se ha subrayado una y otra vez la falta de formadores capacitados . A menudo es consecuencia del considerable número de casas de formación que mantenemos, incluso si tenemos sólo unos pocos estudiantes. En la actualidad, contamos con 30 escolasticados (o posnoviciados ), 16 de los cuales tienen más de una docena de formandos residentes. Para crédito de algunas partes de la Congregación, hay que decir que se ha tratado con éxito en ciertas regiones o subregiones la dificultad de las pequeñas casas de formación, así como en el contexto de reestructuración de unidades pequeñas en provincias más grandes. Los encuentros de formadores, la elaboración de criterios y directorios comunes de formación y el cumplimiento de las Normas Generales de Formación Oblata abren el camino para tales movimientos. Sugiero que el Capítulo tenga presente en mente la necesidad de equipos cualificados de formación cuando discutamos las estructuras de nuestra Congregación.

Un informe reciente del portador de nuestra cartera de formación, el P. Paolo Archiati, dice lo siguiente, resumiendo yo:

La formación no se ve aún por parte de todos los oblatos como un ministerio prioritario del que depende la calidad no sólo de nuestros misioneros, sino también de nuestra misión. Somos “especialistas en misiones difíciles”, pero ¡la formación bien podría ser hoy la misión más difícil!
Tenemos casas de formación con demasiados pocos formadores, noviciados con un sólo maestro de novicios como formador. Mi propuesta aquí sería que en nuestros noviciados haya, además del maestro de novicios, al menos otro formador (R.57a) y que haya un equipo de, al menos, tres oblatos en nuestros posnoviciados.
No deberíamos tener un noviciado abierto con menos de tres novicios, ni un posnoviciado con menos de siete u ocho candidatos.

Yo sólo puedo estar de acuerdo con estas observaciones. Teóricamente, se pueden pensar muchas soluciones cuando el número de formandos es reducido: casas interprovinciales de formación, casas de formación regionales, casas intercongregacionales en un país determinado (esto último aún no se ha intentado) o distribuir a nuestros estudiantes por toda la congregación. El informe antes mencionado continúa:

Noviciados. Tenemos, hoy, 22. Son demasiado numerosos. Propongo dos noviciados en cada región. Posnoviciados. Tenemos 30. Son demasiado numerosos. Mi sugerencia aquí podría ser lo siguiente: un posnoviciado para Canadá-EE.UU, dos para Europa, dos para Latinoamérica, cuatro tanto para Asia como para África. De nuevo yo dejaría aquí a las conferencias regionales el estudio, la implementación y los detalles. Esta propuesta reduciría también el número de nuestros posnoviciados a 13.

Si se siguiera la recomendación u observación del P. Archiati, la Congregación podría estar mejor equipada de cuadros para los nueve noviciados y los trece posnoviciados, tanto con formadores bien preparados como que representen el carácter internacional de la Congregación.

Hay muchos modos de llegar a decisiones acerca de ello: por medio de acuerdos entre provincias, con cambios en la Regla que den a las regiones ciertos poderes o por medio de fuertes decisiones del Superior General en Consejo. Con las Constituciones y Reglas actuales, el Superior General en Consejo tiene el poder de confirmar el nombramiento de formadores y de aprobar posnoviciados y noviciados. Aunque ello puede usarse activamente para alcanzar un número de casas de formación más racional, sería de desear que el Capítulo ofrezca una orientación sobre ello.

c)    Se ofrece una formación específicamente misionera e intercultural, pero no disponible aún en todas partes.


Una formación específica misionera no siempre está disponible a nuestros estudiantes ya que, en cuanto a nuestros estudios, nos servimos de los centros diocesanos, de los que obtenemos formación para el trabajo parroquial, pero no necesariamente para una misión con los más pobres y abandonados y “ad gentes”. Se han hecho algunos esfuerzos para enriquecer nuestro currículo con cursos especiales de misionología, JPIC, medios de comunicación social, etc. Los oblatos han apoyado también centros de estudios de las conferencias religiosas o han iniciado nuevas empresas como el instituto de misionología de Kinshasha, el Instituto Asiático de Teología en Sri Lanka o la formación para el ministerio en San Antonio.

Para la formación misionera práctica, estoy convencido de que cada uno de nuestros estudiantes debería pasar un año fuera y en una cultura diferente, con la oportunidad de aprender un lenguaje internacional adicional. Nos damos cada vez más cuenta de que ésta es una necesidad muy práctica, por ejemplo a la hora de buscar traductores para nuestro Capítulo General. Estudiar o realizar una misión en una cultura distinta es un medio poderoso de maduración, en los niveles humano, espiritual y misionero.

Las casas interprovinciales de formación recorren un largo camino para asegurar una formación más misionera. En la actualidad un tercio de nuestros escolasticados puede considerarse internacional, si tomamos como criterio que más de un 10% de sus formandos vienen de fuera. De acuerdo a dicho criterio, cerca del 36% de nuestros escolásticos y hermanos tienen alguna experiencia de formación internacional durante sus estudios y un 64% no. El siguiente gráfico muestra la imagen de nuestras casas de formación de posnoviciado más grandes.



Merece ser mencionado en este contexto que nuestro Escolasticado Internacional Romano a lo largo de sus 129 años de historia ha servido bien a la Congregación. También en años recientes ha estado completo en su capacidad, es decir, 23 estudiantes. Continúa necesitando apoyo por parte de la Congregación en términos de formadores y estudiantes. Es digno de notar que un escolasticado internacional regional planea abrir sus puertas en las Filipinas el próximo año, resultado del último Capítulo General.

d)    Los estudios superiores han de estar más íntimamente conectados a las necesidades de la misión.


Los estudios superiores tienen un gran potencial para beneficiar el modo en que comprendemos nuestra misión, y en la práctica, encarnar e inculturar el Evangelio. Al mismo tiempo, ello requiere muchos recursos de personal con capacidades, así como económicos. ¿Cómo podemos ser más activos y más efectivos en cuanto a los costes en este campo?. Para un oblato, el deseo de estudiar debería ser conforme a las necesidades de una misión concreta, sea la enseñanza, ministerios o la administración. Tenemos una tradición de estudios superiores de apoyo a la formación, pero ¿qué hay de apoyar otras “vías de evangelización?. Las ciencias humanistas concretas pueden ayudarnos a interpretar mejor cómo deberíamos responder a nuestro contexto.


7.    Habiendo logrado una gran reorganización, somos llamados a tomar más decisiones sobre el gobierno.


Esta asamblea decidirá de qué modo queremos continuar en el camino de adaptación de nuestra organización a las necesidades de la misión. Cuando discutamos posibles cambios, nuestra atención habrá de ir a nuestros valores. Han de contemplarse y sopesarse valores en conflicto como interculturalidad-inculturación, centralización-subsidiaridad, liderazgo efectivo-confort familiar, uno frente al otro.

Las cifras merecen también atención. Lo que movió al Capítulo de 2004 a mandar un estudio sobre el gobierno fue el hecho de que nuestra Congregación es hoy un 45% más pequeña que en 1966, cuando alcanzó su pico más alto.

El crecimiento de las provincias, delegaciones y misiones oblatas es naturalmente desigual. Unas cuantas de nuestras delegaciones, por ejemplo, han estado creciendo rápidamente: Zambia, India, Pakistán, Senegal y Ucrania han aumentado todas en los últimos nueve años en un 80% o más. Sin embargo, no podemos esperar que pase esto en todos lados. Al analizar el crecimiento de una provincia o delegación y reflexionar sobre las complejas razones que hay tras dicho crecimiento o decrecimiento de las cifras, hemos de percibir que la riqueza en vocaciones es fundamentalmente un don y sólo en una pequeña proporción el resultado de nuestros esfuerzos. Al hacer frente el crecimiento desigual, resulta lógico que nuestras estructuras se adapten a los nuevos desarrollos. Diez de nuestras unidades más grandes han perdido el 20% o más de sus miembros en el mismo período de nueve años. La Congregación ha respondido a los cambios con un gran número de procesos de reestructuración. Éstos se han asumido por el bien de la misión y de la vida oblata.

¿Qué hemos aprendido en el ejercicio de las reestructuraciones?. Por un lado, la creación de provincias más grandes ha llevado generalmente a una planificación misionera más rigurosa, a unos procedimientos de formación más claros y a una administración más profesional. Es fácil encontrar gente para nuevas empresas o para tareas concretas en un grupo de 120 que en uno de 20. Un descubrimiento de la experiencia es que debemos adaptar la organización de nuestra Congregación de modo que las provincias permanezcan lo suficientemente grandes. Por otro lado, hemos aprendido que no ha de descuidarse el nivel local: la creación y animación de zonas, sectores o distritos ha de complementar el mayor tamaño de la provincia. Necesitamos aprender más sobre las estructuras apropiadas en una unidad más grande.

Se necesitaría también la reestructuración en el nivel de la Administración General. Mi experiencia a lo largo de las tres últimas administraciones me sugiere que necesitamos menos legislación y gobierno y más acompañamiento y poner en práctica las decisiones por parte de la administración. Merece que se preste atención a la idea de introducir secretariados para la formación y la misión. Una celebración menos frecuente de los capítulos podría permitir una mejor implementación.

Me doy cuenta de que los cambios de las estructuras pueden ser inquietantes. Requieren una nueva reflexión sobre nuestros valores y nuestros propósitos; nos llevan a vivir y trabajar juntos con oblatos que antes no conocíamos bien. Por otro lado, tales cambios efectivamente nos renuevan, como ocurre con las familias que “amplían sus tiendas”, un nuevo matrimonio hace aparecer nuevas caras.

8.    Habiéndose incrementado la solidaridad económica, somos llamados a trabajar por una administración más competente y un aumento de los ingresos locales


“Seguimos las huellas de un Maestro que se hizo pobre por nosotros”  (C. 19) y con Él proclamamos “la llegada de un mundo nuevo liberado del egoísmo y dispuesto a compartir” (C. 20). Teológicamente, la pobreza en que Jesús vivió expresa el amor hasta el extremo de Dios para con nosotros. En términos prácticos, en su vida pública esta pobreza quedaba configurada por su misión de itinerante: en esta penuria ello significaba que frecuentaba a gente que le acogían y que eran sus benefactores; Él incluso nombró a un administrador de la bolsa común. Al seguir al “Salvador crucificado” (C.4) nuestra pobreza voluntaria habrá de hablar de la lógica de la cruz de Dios y nos habrá de permitir “anunciar a Cristo y su Reino a los más abandonados” (C. 5). Al mismo tiempo, necesitamos ciertos medios para esta misión. El principio que hemos establecido es que “los bienes temporales del Instituto están, ante todo, al servicio de la misión” (C. 150).

El tiempo de Jesús era distinto del tiempo en que nuestra Congregación fue fundada y nuestra relación con los bienes temporales necesarios para la misión ha cambiado en décadas recientes. Por ejemplo, nosotros, religiosos apostólicos, contamos menos que antes con los ingresos provenientes de la agricultura, pagamos a más empleados, dirigimos más proyectos sociales financiados por donantes externos y progresivamente contamos más y más con las inversiones. ¿Cómo influye esto en la forma en que vivimos nuestros votos?. Mientras hemos de tomar en serio la parábola de los talentos y buscar ser buenos administradores, ¿no necesitamos también la libertad interior para compartir todo y para renunciar a lo que se interpone entre nosotros y el Señor?. ¿No hay un llamamiento a la conversión para nosotros en los valores que se mencionan en nuestras Constituciones y Reglas, especialmente en las CC.19-22?. Extraeré algunos de estos valores: comunión más íntima con Jesús y los pobres; aprender de los pobres; paciencia, esperanza, solidaridad; estilo de vida sencillo; desprendimiento evangélico; ley común del trabajo; pobreza voluntaria...

El informe sobre las finanzas mostrará que, en los últimos 12 años, la tendencia ha sido de una mayor solidaridad entre nosotros, a medida que nuestra Congregación se desplaza hacia países más pobres y crece en ellos. Al tiempo que ha continuado el compartir de recursos para proyectos específicos, el énfasis se ha puesto en distintas iniciativas de transferencia de capital: Compartir de Capital I y II y la Campaña de Recursos Misioneros (MRC).

Debemos agradecer concretamente a ciertas provincias que han ido más allá de la contribución que lógicamente se esperaría de ellas. Permitan que mencione algunas: la Provincia de EE.UU. que ha hecho de la campaña MRC un éxito; España, por su política de dar a la Congregación el 10% de todas las ventas de inmuebles, las provincias Anglo-irlandesa y de Bélgica-Países Bajos por dar contribuciones extras al Compartir de Capital II; la provincia Anglo-irlandesa por su ayuda suplementaria anual distribuida por medio del Gobierno Central. Más recientemente, Brasil ha decidido asumir una política de dones suplementarios anuales al Gobierno Central al servicio de la Congregación.

Es lógico que una congregación que trabaja para los pobres y entre los pobres haya de contar, hasta cierto punto,  con reservas financieras e inversiones. En nuestras campañas de solidaridad, se subrayó siempre que los recursos de fuera han de acompañarse con ingresos ganados por medio del trabajo y de la financiación local. Se subrayó también la importancia de una administración  profesional. En definitiva, en la Congregación estamos hablando cada vez más de la autosuficiencia de las provincias como el objetivo a alcanzar, e incluso como criterio para ser provincia; sin embargo, no hemos llegado aún a hacer realidad aquello por lo que nos estamos esforzando. Será la animación local lo que marcará la diferencia. Algunas unidades han prestado seria atención a los ministerios que generan ingresos y a la financiación local, pudiendo mostrar un cierto éxito.

Los cambios en la Congregación han alcanzado hoy día un punto en que es necesario un cambio de modelo económico. El modelo del Norte ayudando al Sur cada vez funciona menos. En una familia se espera que los padres cuiden de sus hijos, pero llega el momento en que los hijos han de cuidar a sus padres. Hay más detalles sobre ello en el informe del tesorero.

Déjenme concluir este punto mencionando que una estructura que se ve directamente afectada es la misma Administración General. Por un lado se ha permitido reducir los activos netos de la Administración General al servicio de la Congregación en el contexto de la Campaña de Recursos Misioneros. Fue decisión nuestra permitir una cierta reducción. Por otro lado, los activos netos han descendido durante la crisis financiera de 2008 y debido a que la Administración General tuvo que responder a crisis económicas en distintas unidades. En resumen, el próximo Superior General y su consejo van a tener menos recursos para hacer frente a las emergencias. Los nuevos activos no restringidos de la Administración General permitirá a la Administración General trabajar durante un año si no hay otras fuentes de ingreso. En 2001, el patrimonio neto podía mantener las operaciones de la Administración General durante tres o cuatro años.

Más allá del punto bajo actual, la situación es problemática en el nivel sistemático. Un signo claro de ello ha sido nuestro intento de vender la Casa General actual para sustituirla por algo que podamos permitirnos mejor. Si nos hemos metido en esta empresa tan discutida, ha sido como reacción a un desafío: ¿cómo podemos pedir menos fondos a una Congregación que no está viéndose bendecida con bienes materiales?. El 50% de los gastos de la Administración General tienen que ver con el complejo de Via Aurelia. Siguiendo el mandato del último Capítulo (TE 61-62), no nos hallábamos lejos de una solución viable cuando decidimos suspender el proyecto por la cercanía del Capítulo.

Tras la visión general del estado actual de la Congregación y de las tendencias más importantes que se pueden observar, este informe ha de contener también una parte que de cuentas de las actividades de la Administración General durante el período 2004-2010. Para no cortar el flujo de reflexión iniciado, he trasladado esta parte al Anexo.

[El anexo se encuentra en versión completa, sobre www. omiworld.org.]


Informe al Capítulo General 2010 - 6ª parte: EL FUTURO



Misioneros Oblatos de María Inmaculada

El estado de la Congregación

Informe del Superior General para el Capítulo de 2010

6ª parte




III.    Nuestra responsabilidad en el presente, con vistas al futuro – conclusión.


¿Se pueden sacar conclusiones de nuestra historia reciente como congregación?, ¿podemos sacar inspiración de ello?, ¿alguna invitación dirigida a nosotros a “convertirse y creer en el evangelio” (Mc 1)?

La Iglesia es un sacramento, es decir, un signo profético que comunica de forma efectiva la gracia de Dios y, como religiosos misioneros, participamos de forma especial en la capacidad de la Iglesia de ser signo. De algún modo, el Amor de Dios debería ser visible por medio nuestro, de modo que la gente pueda descubrir algunos rasgos de Jesús el Cristo por medio de nuestra ayuda, recibiendo entonces el Espíritu del Padre y del Hijo. Si esto es así, significa que hemos sido proféticos.

Los signos han de adaptarse a la gente y las culturas que han de interpretarlos y, por tanto, sufren modificaciones cuando el mundo circundante cambia. Los cambios culturales parecen acelerarse hoy. Nuestra propia Congregación los experimenta al haber tenido ahora una transición demográfica durante algunas décadas, una transición que se ha hecho muy visible e incisiva.

¿Cuál es nuestra responsabilidad histórica como oblatos hoy?. Se han expresado distintas visiones durante la preparación del Capítulo. Por ejemplo, se ha dicho:

  • Hemos de tomar una dirección clara para la Congregación para los próximos 25 años y no sólo para los próximos seis años. Miremos al futuro lejano y actuemos según él en el futuro inmediato.
  • Asegurémonos de que las provincias fuertes ocupen su lugar. Es importante que los jóvenes oblatos, sea de donde sean, tomen hoy mayor responsabilidad.
  • Hemos de continuar el proceso Inmensa Esperanza para asumir los cambios con persistencia.


A.    Visión mundial


Para interpretar los desafíos de hoy, necesitamos alguna clase de visión mundial, algún tipo de análisis de la realidad. En los años recientes ha habido cierta resistencia a introducirnos en éste análisis y la resistencia parece estar relacionada con un cambio generacional.

En el mundo secular, los últimos años ’80 y los primeros años ’90 han supuesto el fin de la mayoría de los regímenes dictatoriales y, con ello, de algunas ideologías dominantes. El aumento de las tecnologías de la comunicación llevó a la conciencia de una realidad muy compleja, globalizada, pero no unificada. Todo parecía ser relativo. Apareció un vacío en la interpretación del mundo. La mentalidad posmodernista sedujo a mucha gente para que se sintieran contentos con una felicidad privada, disfrutando tan sólo el aquí y el ahora. En el mercado globalizado y sin regular, se ha hecho más difícil tratar los problemas sociales; la pobreza en este contexto se originaba menos por la opresión directa y más por la exclusión de aquellos por los que nadie parecía ser responsable. Las culturas locales reafirmaron su identidad en una globalización confrontadora. Las creencias religiosas, pero también el fundamentalismo, fueron cobrando fuerza en oposición al secularismo.

La humanidad ha sido liberada hoy de algunos sistemas ideológicos. Nos hemos hecho más realistas sobre la vaciedad de un mundo en el que todo se convierte en relativo. Algunas veces nosotros mismos hemos experimentado confusión y no podemos hacer que todo tenga sentido. Los pobres siguen circundándonos y nos desafían a responder a sus necesidades.

¿Podemos hacer un dibujo de la Iglesia de los últimos tiempos, del nuevo milenio?. 
Los cristianos, como todo el mundo, se ven afectados por la globalización y la falta de justicia global, amenazas al medio ambiente y a la vida en paz, secularismo y, por otro lado, fanatismo religioso. En el tiempo de la comunicación global, si alguno encuentra una respuesta profética a estos desafíos será ampliamente conocido. Al mismo tiempo, los problemas interiores de la Iglesia y sus escándalos se hacen bien visibles.
La Iglesia es muy diversa según el contexto. En Occidente, tendemos a pensar que nuestras preocupaciones entre liberales y conservadores, sobre la falta de sacerdotes, sobre el abuso de niños, etc., son también las principales preocupaciones en otras partes del mundo. En las regiones donde los cristianos son una pequeña minoría, en situaciones donde la corrupción es un factor diario de la vida diaria o donde la comida y la seguridad no están garantizadas, el centro de los cristianos está en otras cosas. Como oblatos, tenemos la oportunidad de estar presentes en muchos contextos, lo que debería ayudarnos a relativizar las preocupaciones de nuestras Iglesias locales y de hallar lo que es esencial en nuestra vida de fe. Ello debería ser parte de la misma misión que Dios nos ha confiado en la Iglesia. 

¿Cómo deberíamos responder los Misioneros Oblatos a la situación presente del mundo?. ¿Cómo nos llama esto a la conversión?. En un tiempo en que ya no pensamos en términos de dos bloques opuestos, cuando hemos adquirido alergia a las ideologías, pero tampoco hemos hallado las respuestas que queremos, aún podemos ver que la naturaleza humana continúa estando necesitada de redención y los pobres están anhelando recibir la Buena Nueva del Reino de Cristo. Hoy es un tiempo de hacer de nuevo una opción por Cristo, primer representante del nuevo ser humano, llamado a la plena comunión con Dios y unos con otros. El modo de Cristo de ser humano ha de configurar nuestra vida: hemos de aprender a amar el mundo con su mismo corazón, cuidando especialmente de los pobres, cuyos gritos llegan a nuestros oídos. “Dios ama este mundo”, dijimos en el Capítulo de 1998. En todo ello, el énfasis estará más en lo que vivimos como comunidades que en lo que enseñamos como individuos.

Hoy es también un momento de vivir nuestro ser Iglesia de nuevas formas. A menudo nosotros, oblatos, como cristianos y como parte de la Iglesia institucional, hemos fallado, y esto se está haciendo ahora público. La autoridad moral de la Iglesia está seriamente dañada y no podemos culpar a nadie, sino a nosotros mismos. Nuestro lugar como miembros de la Iglesia debe estar al lado de las víctimas de cualquier abuso. Como grupo especial de religiosos y misioneros deberíamos estar en la línea de frente de aquellos que quieren un cambio a mejor; en una línea de lo que hemos dicho en capítulos generales anteriores . Soñemos con una Iglesia que “refleje la unidad existente entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, como dice Cipriano, y que responda plenamente a los desafíos de su misión en un mundo cambiado, un mundo muy amado por Dios.

B.    Cuatro imperativos


Permitan que, basándome en estas consideraciones generales, concluya este informe enumerando cuatro puntos concretos que, a mi modo de ver, hoy son imperativos para nosotros, oblatos: comunidades centradas en Cristo, amor a los pobres, afrontar los cambios demográficos y amor a la Iglesia. Creo que aquí concretamente residen para nosotros cuatro campos en que necesitamos conversión más que en cualquier otra parte.

1.    Comunidades centradas en Cristo


Como misioneros religiosos hemos de aprender nuevos modos de hablar a la gente de hoy, aprender a con ellos un nuevo lenguaje. Ello sólo sucederá  si podemos hablar desde una experiencia personal y comunitaria. Como resultado de este Capítulo, nuestra conversión ha de producir una nueva calida de nuestra vida común. Tenemos una vocación de vivir en fraternidades en que “el llamamiento y la presencia del Señor en medio de los oblatos hoy los unen en la caridad y la obediencia” (C. 3). La oración en común, la lectura de la Escritura y la celebración de los sacramentos como comunidades locales nos llevará a una calidad nueva de presencia misionera. La atmósfera espiritual que creamos en casa ha de estar abierta al mundo y respetar su autonomía – lo hemos aprendido del secularismo – pero al mismo tiempo crecer muy intensamente de modo que Cristo y su Palabra se conviertan de nuevo en el centro de nuestras vidas y se pueda sentir el mismo Espíritu de Dios.

Como dijimos al comienzo de este informe, San Eugenio consideraba a Jesucristo nuestro Fundador y los apóstoles como nuestros primeros padres. Congreguémonos, pues, de nuevo en torno a Cristo, que es en el verdadero sentido de la palabra el primer oblato y nuestro fundador. ¿No deberíamos pedir a nuestra madre, María, que nos muestre los caminos y los medios de hacerlo?. Ella desempeñó un papel en la comunidad de los apóstoles tras la Ascensión y en Pentecostés y ella formó un hogar con el apóstol Juan. Su actitud nos hará descubrir cómo convertirnos concretamente en comunidades que sigan a Cristo hoy, cuando tantas cosas tienden a distraernos. Nuestro horario debería mostrar que Él es el centro. Sólo con Él en el centro podremos vivir la vida de los apóstoles. No hay peligro en que nos volvamos demasiado monásticos en ello. Tras un nuevo Pentecostés, en casa con Cristo Resucitado, con María y con nuestros compañeros apóstoles, alcanzaremos con nuevos modos los confines de la tierra.

2.    Amor a los pobres


El Papa Juan Pablo II dijo: “Es injusto que pocos privilegiados sigan acumulando bienes superfluos, despilfarrando los recursos disponibles, cuando una gran multitud de personas vive en condiciones de miseria, en el más bajo nivel de supervivencia”. Añadía que ello es contrario “al orden de la creación, que implica también la mutua interdependencia” .

Por medio de mis viajes por toda la Congregación y la información que llega al centro de la Congregación, he sido testigo de la realidad masiva de la pobreza, a menudo ignorada por aquellos que geográficamente viven muy cerca de ella. Pero sólo nosotros, oblatos, sabemos demasiado bien dónde encontrar a los pobres: en las zonas desgarradas por la guerra y las luchas en el Congo o en el sur de las Filipinas, en las chabolas de Sao Paolo o entre los que sufren de SIDA en muchos países, entre los indígenas o la gente desplazada y los inmigrantes, entre la juventud desorientada y los ancianos abandonados.

Sabemos también que San Eugenio, desde su misma conversión, tomó especial cuidado de los pobres y que durante toda su vida, como joven sacerdote y obispo en sus últimos años, los amó y permaneció cerca de ellos. Él y sus misioneros evangelizaban a los pobres, les hablaban de su dignidad de hijos e hijas de Dios y arriesgaban sus vidas entre ellos en más de una epidemia en Aix, Marsella y otras partes, convirtiéndose así en mártires de la caridad.

¿Discernimos hoy la voluntad de Dios respecto a nuestra misión de evangelizar a los pobres o simplemente seguimos haciendo por inercia lo que estamos acostumbrados a hacer?. ¡Nuestros propios santos nos enseñan el buen camino!. Cuando se trata de la solidaridad con los pobres, tenemos muchos mártires de la caridad e incluso de sangre entre nuestros compañeros, teniendo todos ellos en común que han amado a los pobres con el corazón de Dios. Habrá en ello un beneficio personal y comunitario para nuestra conversión: los pobres pueden ser en verdadero sentido un sacramento de la misma presencia de Dios para nosotros.

3.    Afrontar los cambios demográficos 


En nuestra Congregación hay un gran cambio demográfico justo a la vuelta de la esquina, lo muestran los numerosos nuevos rostros. Hemos de responder a este cambio con coraje y alegría. ¿De qué modo?.

¡Reconozcamos cuán débiles somos!. Algunos sugirieron en la preparación del Capítulo que nuestros mayores necesitan saber de forma realista, pero positiva, la situación del personal de sus unidades. Nosotros también deberíamos no pedirles trabajar más allá de lo que pueden a su edad. Donde haya una edad media elevada, simplemente hemos de hacer los cambios de estructuras que sean necesarios para servir mejor a nuestra misión.

¡Reconozcamos cuán fuertes somos!. Sé por mis visitas que podemos contar con excelentes oblatos, y en bastante cantidad, en muchas partes del mundo. Algunos son aún jóvenes, pero a muchos se les puede confiar ya la responsabilidad del liderazgo.

A la lógica de las estadísticas demográficas hemos de añadir la lógica del faro. ¿No estamos demasiado acostumbrados a medir en números nuestra relevancia?, ¿no hay también una realidad que funciona de otra forma?. ¡Lo que cuenta es el evangelio vivo en nosotros!. Uno puede ver faros desde muchas millas de distancia y su única luz, puesta en el lugar correcto, ofrece a los navegantes más orientación que la luz de toda una ciudad. ¡Un sólo santo es lo que marca toda diferencia en el mundo!

Personalmente creo en el inestimable valor de cada vocación. Confío que las vocaciones que vienen en grandes cifras son un don para nosotros, pero creo también en el valor evangélico de sólo una o dos vocaciones que se nos incorporan en alguna parte. Hemos escogido amar la Iglesia en celibato, como Cristo, y eso implica también que no podemos controlar el número de “hijos” que tendremos para la siguiente generación de oblatos. Sin embargo, un creyente jamás queda estéril: ¡Dios puede sacar hijos de Abraham de las piedras y poner un faro donde la gente lo necesite!

4.    Amor a la Iglesia


San Eugenio comenzó el libro de la Regla, en el Prefacio, con dos palabras: “la Iglesia”; por tanto, concluyamos con la Iglesia. No es nada menos que el Cuerpo de Cristo; por medio de ella, Cristo sigue siendo identificable en la historia. Nosotros, oblatos, somos parte de este cuerpo. Por medio de nuestro carisma, estamos especialmente asociados a su sacerdocio; somos, juntos sacerdotes y hermanos, herederos de un Fundador que quería dar a la Iglesia excelentes sacerotes para curar sus dolorosísimas heridas. Se lee después en el Prefacio: “si se formasen sacerdotes (...) hombres apostólicos que, convencidos de la necesidad de su propia reforma, trabajasen con todas sus fuerzas por la conversión de los demás...”.

Nosotros, oblatos, muchas veces no somos conscientes del importante papel que desempeñamos en la Iglesia: sacerdotes, hermanos, asociados, amigos, todos aportamos a la madre Iglesia nuestra pasión por Cristo, el amor a los pobres, el sentido de justicia global, la cercanía a la gente, interculturalidad, sentido de hospitalidad, familiaridad con María, lealtad a la Iglesia misma y otros muchos valores. Somos responsables de que este carisma continúe resplandeciendo con fuerza por la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la salvación de la gente.

IV.    Una palabra de agradecimiento


Permítanme expresar mi agradecimiento sincero a todos con los que he tenido el privilegio de trabajar de cerca: el Consejo General, todos los miembros de la Administración General, los superiores mayores y todos los que han servido a la Congregación en cada unidad y, en general, de distintas formas. Gracias a todos los oblatos que han hecho posible que la Congregación siga su camino. 

Estoy agradecido a la Congregación, que me ha confiado el oficio de crear lazos de unidad entre los oblatos al representar de algún modo a San Eugenio (cuyo carácter era bien distinto del mío) y de ser custodio del carisma de San Eugenio entre los miembros de nuestras distintas formas de asociaciones de laicos y en la Iglesia. Dios me ha dado suficiente salud y muchas gracias para cumplir el cargo, pero, desgraciadamente, no he respondido plenamente: pido perdón por las muchas veces que he descuidado el bien común y me ha faltado atención a las personas.

Concluyo dando gracias a Dios, dador de vida y de cada vocación oblata. Siento una profunda gratitud hacia todo oblato que cada día responde fielmente de nuevo a su llamamiento como humanos, cristianos, religiosos y misioneros. Podemos estar orgullosos de ellos.

Roma, 2 de Julio de 2010 - P. Guillermo Steckling, OMI

[El  ANEXO se encuentra en la versión completa, sobre www. omiworld.org.]